Φ revista de Filología y Lingüística de la universidad de Costa ricaPublicación Semestral, ISSN-0377-628XVolumen 40 - Número 2Julio - Diciembre 2014 ConFIguraCIón y transFIguraCIón deL Poder: EscuEla dE mandarinEs de MIgueL esPInosa Ching-Yu Lin Esta obra está bajo una licencia Creative Commons Reconocimiento-No Comercial-Sin Obra Derivada resuMen El pensamiento literario de Miguel Espinosa gira en torno al discurso del Poder, que revela la sociedad española durante el franquismo. Escuela de mandarines, la obra más representativa del autor murciano, narra en forma de ensayo la omnipresencia del Poder. El presente estudio propone analizar la configuración y transfiguración del Poder desde tres perspectivas. Dada la complejidad de la estructura narrativa, la ambición por abarcar diversos géneros y recrear detalles de manera enciclopédica, muestra tanto un intento de universalismo como un efecto de reduccionismo irónico. Aparte de ello, el lenguaje con el que se relata la historia se considera una forma de arreglar las cuentas por medio de la exégesis y manifestaciones. El libro total, repleto de parodias, esboza un mundo antiutópico en que el retorno de la represión del Poder desemboca en la desesperanza. Palabras clave: Espinosa-Miguel, Escuela de mandarines, poder, parodia, antiutopía. aBstraCt The literary thought of Miguel Espinosa revolves around the discourse of Power which discloses the status of Spanish society during Franco s´ regimen. Escuela de mandarines, the most representative work of Espinosa, narrates the omnipresence of Power in essay form. This study aims to analyze the configuration and transfiguration of Power from three perspectives. Due to the complexity of the narrative structure, the textual ambition to contain diverse genres and paraphrase details in an encyclopedic way shows an attempt toward universalism, as well as the ironic effect of reductionism. In addition, the language, utilized to describe history, is regarded as a form of fixing accounts through exegesis and manifestation. The total book, full of parodies, outlines an anti- utopian world in which the return of repression of Power results in hopelessness. Key words: Espinosa-Miguel, Escuela de mandarines, power, parody, anti-utopia. ConFIguraCIón y transFIguraCIón deL Poder: EscuEla dE mandarinEs de MIgueL esPInosa Ching-Yu Lin Filología y Lingüística 40 (2): 13-28, 2014 Issn: 0377-628X dra. Ching-yu Lin. Universidad de Ciencia y Tecnología de Macao. Profesora Asistente. China. Correo electrónico: chingyu729@hotmail.com Recepción: 14- 02- 2014 Aceptación: 21- 02- 2014 Si abrí los labios para ver el rostro puro y terrible de mi patria, si abrí los labios hasta desgarrármelos, me queda la palabra. Blas de Otero (1977, p. 33) ConFIguratIon and transFIguratIon oF Power: EscuEla dE mandarinEs By MIgueL esPInosa Filología y Lingüística 40 (2): 13-28, 2014/ ISSN: 0377-628X14 1. Introducción El discurso del poder, elaborado consistentemente en la literatura moderna y posmoderna, enfatiza la presencia de la cultura del relativismo. En ella, los individuos llevan a cabo luchas denodadas para defender sus intereses y valores. La división originada por el relativismo, en efecto, no se refiere al maniqueísmo ideológico, entendido exclusivamente como el Bien y el Mal, más bien, implica una potencia absolutista que insiste en categorizar y resiste a la decadencia. En otras palabras, los que dominan aparatos sociales, económicos y culturales ejercen su “verdad” de manera sistemática en aras de que permanezca la estabilidad del régimen. A Miguel Espinosa (1926-1982) se le considera un escritor carismático, capaz de esbozar de manera pintoresca cuadros cotidianos en que se refleja el rostro omnipresente del Poder. Como bien se sabe, nuestro autor llevó una vida casi ascética en Murcia sin integrarse en ningún círculo literario de la época. La plena inmersión en su propio mundo interior se atribuye inevitablemente al aislamiento vital, como una práctica filosófica con la que se enfrenta a los tumultos epocales del franquismo y tardofranquismo. Curiosamente, desempeñando el papel del intelectual «discriminado y marginado»,1 llega a crear una literatura barnizada por el multicromatismo de lo clásico, lo neobarroco y lo posmoderno para desenmascarar la variedad de las transformaciones del cinismo social. El denominado “escritor a contratiempo” (García Jambrina, 1998, p. 32) muestra su creatividad en plasmar una historia universal, la de la España pasada, actual y futura y, en particular, la de la humanidad. Los escritos de Miguel Espinosa no solamente abordan el tema del Poder, que trataremos más adelante, sino que también realizan una práctica reflexiva partiendo de la historia del uso del Poder. En el presente estudio nos centramos en su obra más reconocida, Escuela de mandarines, galardonada con el Premio Ciudad de Barcelona en 1974, para ser testigo-cómplice de la formación y transformación del Poder, así como de su recurrencia en el espacio político, cultural e intelectual. En esta obra, compuesta por numerosos escritos en prosa, el autor ilustra con viveza la estratificación social, lo que nos ayuda a percibir con minuciosidad científica los detalles de la gran estructura planteada. Ante la perplejidad causada por la brecha entre lo universal y lo específico, se ha de pensar cuál es el motivo por el que el autor combina ambos moldes en el entramado narrativo. ¿Acaso la estructura caleidoscópica propuesta por Espinosa viene a reproducir un laberinto de encierro donde a uno se le imposibilita la identificación consigo mismo? En el libro los tentáculos del poder se extienden hacia el registro de lenguaje con el que cada personaje manifiesta los “hechos” en función de su estatus social. Aún así, dudamos si la vorágine de palabras es adecuada para realizar la misión sagrada de combatir la impudicia de los opresores. Si lo es, ¿de qué manera se desarrolla el enfrentamiento entre un mundo explicitado por las teorías y un mundo amenizado por las artes? Dichas cuestiones son orientaciones cruciales para realizar una observación minuciosa sobre la construcción de la temática del Poder en esta obra. 2. reduccionismo dentro del universalismo estructural Escuela de mandarines gira en torno a la Historia del Eremita,2 el cual emprende un viaje desde su tierra, La Naturaleza, a la metrópoli de la Feliz Gobernación para cumplir su destino de defender una serie de opiniones en contra del régimen de los mandarines. Este rige LIN: Configuración y transfiguración del Poder: Escuela de mandarines... 15 el Estado en función de un sistema rigurosamente jerárquico. A lo largo de su trayectoria, el Eremita, es capturado y luego escoltado por los soldados del reino de los mandarines, y va relatando tanto anécdotas personales como sucesos ajenos en que se recogen voces de diversos personajes. En líneas generales, la escritura de la obra comprende cuatro secciones. Empieza con la titulada “Relación de personajes”, similar a un índice onomástico, que comprende una extensa nómina de protagonistas, así como una descripción de vocaciones, castas sociales y contribuciones a la gobernación. Evidentemente, se presenta una característica idéntica a la del género teatral, donde no faltan el repertorio y reparto de lista. La siguiente sección es la «Introducción», un prólogo en que se trata el encuentro clave de La Vejez, otra identidad del Eremita, con el Cara Pocha, Gran Padre de la Feliz Gobernación. El luchador solitario se sirve de este encuentro para narrar los sucesos que ocurren en sus peripecias por la tierra del dictador. La tercera parte se refiere al corpus de la mencionada aventura, que además relata otros encuentros y evoca la belleza de Azenaia, amada simbólica de su lugar paradisíaco. Finalmente, el autor elabora el “Epílogo” desde el cual el Eremita se ve forzado a terminar los cuentos sin informar sobre el resultado de su misión sagrada. A dichas secciones hay que añadir otro medio de utilidad para dotar a la obra de rigor científico, entendido como una serie de códigos canónicos y el formalismo de la investigación académica: las notas. Estas se organizan con el fin de explicar términos incomprensibles, a hacer incisos y recordatorios. Además de ello, las notas vienen a sintetizar y resumir los capítulos en que se reparten los personajes. De este modo, se establece una dimensión enciclopédica e informativa, cuya intención es precisamente la de universalizar. No cabe duda de que la redacción de las notas sirve de herramienta para desarrollar la escritura normativa. Sin embargo, la inclusión de dicho subtexto desemboca en otro nivel de lectura e interpretación. Irónicamente, las notas compuestas al final de cada capítulo se tornan en un recurso inmediato para repasar los preceptos y el nominalismo anteriormente señalados, prueba tanto del dominio del “autor anónimo”,3 como de su inquietud. En cierto sentido, la dependencia de la forma académica alude lamentablemente al desasosiego por no poder pormenorizar lo más posible. En palabras de Carmen Escudero, las notas “suponen la dimensión realista que complementa lo alegórico” (Escudero-Martínez, 2001, p. 56). Efectivamente, lo alegórico estriba en una parodia a propósito de la arbitrariedad con la que se ostenta el poder estructural. El hilo conductor de la trama se ve interrumpido por esta voz meticulosa que encarna el impulso de ampliar, concretar y analizar.4 Asimismo, con el fin de aproximarse a la totalidad y la ultimidad,5 se otorga una cualidad lírica a la parcela textual: en las notas se imbrican versos para incluir una escritura de índole artística, a diferencia del carácter metodológico de las citas reglamentarias y conceptuales.6 Ahora bien, se evidencia un designio primario de transformar una obra literaria en el Libro del Universo, de mezclar la escritura del Bildungsroman con la Escritura absoluta. En la medida en que se van acumulando los subtextos aclaratorios de notas y las piezas heterogéneas, tales como relatos, teatros, arengas, poemas, coplas, epitafios y epístolas, la obra entreteje las intrincadas redes de la sabiduría oficial hasta el punto de causar pasmo y estupefacción. Sin duda alguna, lo que se proporciona mediante la hibridez de géneros y de expresividad es el «Libro Sapiencial» (Bellón-Aquilera, 2012, p. 116), el que emula la tradición literaria o el clasicismo para crear una literatura aparentemente poderosa. En otras palabras, parece una Filología y Lingüística 40 (2): 13-28, 2014/ ISSN: 0377-628X16 intelectualidad subyacente al esqueleto narrativo para analizar el cuerpo del pasado lo más minuciosamente y extensamente que se pueda. Así, recurriendo a un sofisticado artilugio canónico, asociado a las obras clásicas de Cervantes y de Gracián,7 se manifiesta el dominio natural sobre la estructura textual, mientras indirectamente se hace un acuerdo o un convenio sarcástico en el sentido literario con sus lectores partiendo del dictamen hobbesiano.8 Cabe preguntarse el porqué del convenio sarcástico. El universalismo estructural adopta el modelo de la literatura clásica, pero tras imponerlo, lo transfigura en una nueva escritura, cuya pretensión no es sino agitar y perturbar la conciencia estética del lector, parodiando su propia ortodoxia textual. A raíz de ello se produce la supuesta herejía o rebeldía que incita al lector a contemplar desde lo general hacia lo particular sin que este sea consciente de la estrategia textual. De este modo, no nos extraña que en Escuela de mandarines tiene lugar el universalismo de los collages del reduccionismo. El recurso utilizado es el ensayo, que nos permite leer los setenta y dos capítulos por separado, ya que cada historia o suceso se desarrolla de manera individual. Dentro de los “episodios ensartados” (García-Jambrina, 1998, p. 65), Espinosa recobra la estructura de viaje, que incluye tanto el macrocosmos como el microcosmos en que el narrador-viajero o el narrador omnipresente practica el «intrusismo» de Camilo José Cela: “Es frecuente en los libros del viaje el intrusismo, el asalto a los ámbitos de otras disciplinas. La historia y la erudición suelen ser los dos cuerpos extraños más frecuentes que se fijan, para desvirtuarlos, sobre los libros de viajes” (Cela, 1970, p. 213). Al igual que el discurso enciclopédico e informativo, que ocupa mayoritariamente las aventuras personales en Escuela de mandarines, el instrusismo viene a distraer al lector y, seguidamente, conduce a una paradoja irremediable entre el orden y el desorden. Aparte de ello, haciendo uso del “principio de viaje”,9 el autor manipula la trama y crea diversas escenas de una manera u otra, hasta el punto de que los cuentos se interpretan recíprocamente con un matiz desmesurado y jocoso. La novela-ensayo llega a deshacer la convención de espacio y tiempo, introduciendo el universalismo. Al hablar del espacio, el lugar en que acontecieron los hechos y el itinerario del viajero eremítico aparecen implícitos. El Eremita, también llamado el Hombre que Más Odia la Feliz Gobernación, se marcha de su aldea al reino. Mas en su recorrido no se especifican los lugares por los que pasa, ni siquiera se exponen las rutas en coherencia con la fragmentariedad narrativa. Lo único que se muestra es el hecho de que el narrador experimenta una transición entre la Ciudad y la Naturaleza. Antes de elucidar la experiencia de transición entre aldea y reino, es preciso destacar el simbolismo que poseen ambos lugares. En el caso de la Feliz Gobernación, paradójicamente, la supuesta felicidad no se percibe, sino que más bien el lugar se ve definido de forma esquemática, como el muro que demarca los polos de insistencia y resistencia. Veamos la siguiente nota, que clasifica las distintas percepciones al respecto: Feliz Gobernación: Esta expresión debe ser entendida en dos acepciones: en boca de los heterodoxos, significa el dominio tiránico y absurdo de los mandarines, legos, becarios, alcaldes y gente de estaca, subyugadores del Pueblo y del intelecto; la segunda, ortodoxa y más antigua, denota la empresa de gobierno sometida a los Preceptos Sustantivos y Adjetivos de la Escritura. (Espinosa, 2006, p. 56) La misma idea simbólica se observa en la tierra natal del Eremita, que se identifica con su amada Azenaia Parzenós y aparece en diferentes capítulos de manera esporádica. Su figura imaginaria le acompaña en refinados versos recitados sin cesar: “Te llamaste todos los bienes, / y donde hubo verdad, luz, / bondad y belleza, allí estuviste” (Espinosa, 2006, p. 498). LIN: Configuración y transfiguración del Poder: Escuela de mandarines... 17 En comparación con la estructura espacial de la Feliz Gobernación, relegada a la región de la definición sistemática, la de la Naturaleza queda diáfana y sublime. Con esta táctica estructural, el poder que posee el régimen dictatorial se realiza en la órbita explicatoria y numérica, así como en la de los artículos jurídicos y notas, mientras que la fuerza de la Tierra se presenta en la dimensión artística y creativa. A la larga, el antagonismo entre los dos lugares se emblematiza a través de la estructura del lenguaje, que a Espinosa le sirve de inspiración (Espinosa, 1987b, p. 26). Debido a la propia estructura del lenguaje, se conforma un espacio liberado de la temporalidad argumental a fin de elaborar el “libro cosmogónico” (Valls, 2003, p. 83). La obra comienza con estas palabras: “Hace milenios de milenios existía un famoso Estado, llamado Feliz Gobernación” (Espinosa, 2006, p. 47). La misma ambigüedad surge al final del libro abierto, inacabable e inesperado, ya que no se sabe lo que va a pasar después de que el Eremita llegue a la capital de la Feliz Gobernación. En el momento en que nuestro héroe, que acaba convirtiéndose en un antihéroe, se encara al Gran Padre, se llega al clímax de la historia, pero, sin más ni más se detiene. Por ello, la batalla sagrada se va alargando indefinidamente, es decir, la estructura vuelve a poner puntos suspensivos para dejar un enunciado incompleto. Con la noción del “campo intelectual” de Bourdieu se adquiere una perspectiva muy significativa para demostrar el campo de poder ligado a la estructura espinosiana. En una obra literaria y cultural se constata el espacio común de las relaciones de fuerzas. La capacidad de producir y de expandir la dimensión narrativa, a nuestro entender, sustenta una “representación sistemática y crítica del mundo social para movilizar la fuerza virtual de los dominios y contribuir a subvertir el orden establecido en el campo del poder” (Bourdieu, 1995, p. 375). Sin lugar a dudas, es una narración itinerante, la “novela intelectual”10 y “Denkenroman”,11 llena del pensamiento diseminado y transmitido de forma jactanciosa. Siendo un libro de lenguaje y de cultura a la vez, el deseo de emular el generalismo o el clasicismo estructurales revela un conflicto interiorizado por su propia intención. En consecuencia, de un espacio extremo a otro, el autor crea una “estructura tradicional en abismo” (Escudero-Martínez, 1989, p. 69) y no olvida burlarse de la imposibilidad de nuestra huída. 3. arreglar las cuentas: exégesis y manifestación Tras observar la complejidad estructural, que encierra una transformación del universalismo en reduccionismo, el discurso del poder, expresado a través del artefacto del lenguaje, es el que nos ocupará para profundizar en la esencia de la escritura espinosiana. Sus planteamientos ideológicos ante la transición política y cultural −entre el fin del franquismo y el postfranquismo se plasman en su obra−. En palabras de Teresa M. Vilarós, “Leer a Espinosa es leer la fisura en la que se instala la transición española dentro de una escritura histórica universal amplia” (Vilarós, 1998, p. 84). Por ello, nos proponemos desentrañar el enigma oculto en la conducta y en el mecanismo de los personajes, quienes en un momento dado atraviesan de un lado a otro la fisura histórica con esperanzas frustradas. Detengámonos en la pugna existencial entre el opresor y el oprimido, los cuales intentan mostrar la verdad, que “no está fuera del poder ni sin poder” (Foucault, 2000, p. 143). Se pone de relieve la funcionalidad de la exégesis y la manifestación. La diferencia entre ellos reside en que la primera procede de la Premeditación teocrática, mientras que la segunda engendra un proceso de oposición. Conviene citar lo que opina Asklepios, otro alter ego de Espinosa: “Considero el Estado como organización metódica de Poder, y el Derecho, como método del Estado. […] Valoro lamentable que tal Derecho haya servido de ciencia asnal a Filología y Lingüística 40 (2): 13-28, 2014/ ISSN: 0377-628X18 centenares de generaciones aficionadas a la sopa estatal y boba” (Espinosa, 1987a, p. 15). El autor ironiza sobre un mundo tan inoperante como el nuestro en la actualidad, refiriéndose a la nueva coacción de Poder para subrayar la transfiguración de la ciencia asnal. Por otro lado, las manifestaciones de aquellos que viven estratificados por la estricta jerarquía resultan clave en analizar la alegoría con respecto al teorema que proporciona la obra. En la “Introducción” se nos da a conocer un glorioso fruto intelectual, inspirado en los Demiurgos Pensantes, la Escritura o Libro de los Mandarines. Hay una máxima inscrita para definir el lenguaje como creador de la realidad: “Si el hombre no hablara, no habría insectos” (Espinosa, 2006, p. 56). Wittgenstein, uno de los filósofos más influyentes para el autor, hace hincapié en el concepto nominalista del lenguaje, afirmando que “el significado de una palabra es su uso en el lenguaje” (Wittgenstein, 1988, p. 61). Por tanto, Espinosa se da cuenta de la imperiosa necesidad de relacionar el juego de lenguaje con la práctica social. Al manipular y multiplicar el lenguaje, se van produciendo diferentes niveles de poder configuradores de la palabra, de ahí una fuerza inversa del arreglo de cuentas en este combate. Basta con examinar la fórmula de diccionario y de exégesis, glosa de la Escritura absoluta, se proclaman dogmas inexorables y el origen de la palabra “El Hecho”: “sinónimo oficial de la Feliz Gobernación. […] comparecencia dada de una vez para siempre, no referible a ninguna anterioridad, no cambiable ni reformable” (Espinosa, 2006, p. 63). Resulta contradictorio el permiso de Diccionario (Espinosa, 2006, p. 143), que le pide Panecio a Menipo, el mentor del Hecho. Se trata de una licencia estatal para monopolizar el lenguaje, ya que se prohibía el uso de Diccionario Gramático en tiempos anteriores a la dictadura. Con todo, repasemos una historia narrada por Abellano, quien desempeña un papel heterodoxo y ofrece al Pueblo varios relatos. En ella el profeta Plácido conversa con el Gran Padre, exclamando: “¡Háblame con tu Diccionario!”. Aquí se coloca una nota explicativa, refiriendo que la Premeditación usa cuatro Diccionarios. No obstante, del primero al cuarto son falsos, de manera que es costumbre esperar el Quinto, verdadero y abierto (Espinosa, 2006, p. 106). Dicho de otra manera, se trata de un precepto que se inscribe de acuerdo con referencias precarias y erróneas, originalmente ficcionalizadas y tergiversadas, así como la siguiente cita: “La superioridad de los mandarines resultaba una Ficción, y también, como ejemplo clásico, la convicción de que lo eran desde el vientre materno” (Espinosa, 2006, p. 404). Es obvio que se aplica un tratamiento satírico y provocativo a la ortodoxia de la ley mandarinesca. Los estatutos jurídicos, registrados por el lenguaje oficial y la voz hegemónica, evidencia el envilecimiento del sistema legislativo por culpa de los artículos e instituciones hechos sin enjundia. Los mandamientos, encarnados en los “hombres heces y vocablos huecos” (Espinosa, 2006, p. 47) son los que desbaratan la grandeza y la nobleza del régimen. Tomamos como ejemplo el capítulo sesenta y cinco en que se repiten algunos fragmentos de la Premeditación. Entre las líneas del artículo se agrega un diálogo jocoso entre el Demiurgo y el primer mandarín sobre el tema de las Cosas Primeras y Últimas.12 El diálogo resulta impertinente en este contexto a causa de su forma caricaturesca. Aparte de la vulgaridad expresiva, la hipérbole es otra técnica para desacreditar el corpus formal. Buena prueba de ello es un reglamento del Libro de los Mandarines en que se enseña el criterio de identificación de las castas: “Diez bolsillos celará un alcalde; veinte, un lego; y sesenta, un mandarín. Pero, vistiere como vistiere, el Gran Padre portará cien bolsillos” (Espinosa, 2006, p. 57). Así, el empeño en manifestarse a la luz del formalismo, entendido como el poder coercitivo, queda desvirtuado por la voluntad del autor de “arreglar sus cuentas” (Vidal, 1991, p. 25) y por el acto de escarnecer la fórmula propuesta. LIN: Configuración y transfiguración del Poder: Escuela de mandarines... 19 La Feliz Gobernación está compuesta por seis castas. La Escritura recalca que “las castas eran un lugar de la Cultura o una fase cristalizada de la sabiduría” (Espinosa, 2006, p. 184). Las manifestaciones suscitadas por la jerarquía social, por un lado, denuncian una sociedad de espectáculo y de cinismo, que termina perdiendo el control; por otro, dejan constancia de la rebeldía del autor frente a las instituciones u organizaciones nacionales. Los pasajes relativos a la casta del enmucetado y becario aluden precisamente a su desencanto con respecto al mundo académico y universitario. A esto hay que añadir que es el leitmotiv de casi toda su escritura, lo que hace pensar en una agria respuesta a alguna “frustración personal”13 (Villanueva, 2010, p. 481). Sin embargo, no se refiere únicamente a su propio fiasco, sino también a una trayectoria de desesperanza colectiva.14 Formulabio y Sosibio, dos enmucetados y censores de libros, “sólo creían en la inteligencia institucionalizada y estamentada, no en la espontánea” (Espinosa, 2006, p. 374). Climacio, otro enmucetado incapaz de aportar obras creativas, se aprovecha de Mitsukuri, autor heterodoxo que le ayuda a escribir conferencias y lecciones. Los episodios relativos a este tema ponen a descubierto la degradación de la Academia Española durante los años del franquismo, panorama que permanecerá en el futuro. En este punto se ha de indagar en el papel que realmente juega el catedrático en un círculo intelectual, contagiado ineludiblemente por el Poder. He aquí un comentario sumamente ilustrativo con respecto a ello: La presencia paradigmática de estos singulares funcionarios −los “enmucetados” en la obra de Espinosa− delatan su papel nuclear en la estrctura jerarquizada y fantasmatizada del espacio del saber entendido como sujeción, como disciplina, como obediencia y aversión hacia todo lo verdadero y lo que es nuevo o singular. (Rodríguez de la Flor, 2008, p. 192) No se puede negar que para Miguel Espinosa los enmucetados son los que se caen con facilidad en la laguna sin tener ganas de progresar en el terreno profesional ni moverse de su propia torre de marfil. Nuestro autor perfila una imagen de rostro presumido y deshonesto, sometida a las apariencias y la mojigatería. Del mismo modo, la casta del becario, que en rigor no resulta propiamente casta sino promesa de casta (Espinosa, 2006, p. 184), es otro punto de partida desde el que se traza magistralmente la intelectualidad estratificada. Según la Escritura de los Mandarines, “todos los seres son inocentes de habitar del mundo, menos los becarios”(Espinosa, 2006, p. 183), ya que representan la osadía de querer ascender a la categoría mandarinesca. Por consiguiente, a fin de intensificar lo que se ha explicado sobre ello, el autor enumera de forma extensa los seudónimos del becario (Espinosa, 2006, pp. 191-192), sinónimos redundantes, siguiendo el principio de “segunda secundae”, que también denota que el becario se comporta con astucia y disimulo para alcanzar su propósito. Hay que destacar que la característica más esencial de la obra no estriba en la exhibición del abigarrado tropel de personajes, sino más bien en la colección de voces, posturas y actitudes, por las que se reconoce la metamorfosis del arribismo cultural y sus consecuencias. Además, la manifestación de los grupos jerarquizados se vincula a la noción del conductismo, que según la psicología consiste en el condicionamiento clásico y el operante. En lo referente al primero, con los experimentos de Pávlov15 se pone a prueba la reacción humana generada por un estímulo. En cuanto al segundo, se desarrolla la teoría de la caja de Skinner.16 Ambos llegan a la conclusión de que el aprendizaje de una conducta no tiene que ver con la inteligencia animal, más bien, “está condicionado por las artes oportunistas de seducción de su sociedad” (Fromm, 1993, p. 122). El soldado, categorizado como “la gente de estaca” en Escuela de mandarines, representa la acción y la reacción de todos aquellos que se encuentran subyugados por el Filología y Lingüística 40 (2): 13-28, 2014/ ISSN: 0377-628X20 sistema totalitario y cuyos actos se corresponden con los principios de la mencionada escuela psicológica: “No somos hombres de palabras, sino de acción y porte. A una Gobernación servimos y una Gobernación nos paga, sufrimos hambre, fatiga, sueño y otros padecimientos, comemos, descansamos y dormimos. Nada más sabemos” (Espinosa, 2006, p. 84). Por añadidura, partiendo de la subjetividad de la Escritura, se considera la conducta como “envoltura o condición estética de la acción”, al tiempo que la condiciona a “un cierto rito exigido a los demás” (Espinosa, 2006, p. 360). Resulta muy significativa la descripción de la costumbre de etiquetar al marginado por medio del behaviorismo. Conviene remitirse a la “deleznable condición”, parafraseada en forma inversa: “El Libro no exigía diligencia a las llamadas castas lectoras, mandarines y becarios, pero sí a los legos, a los alcaldes y a los soldados. En consecuencia, mostrar diligencia era indicio de condición inferior” (Espinosa, 2006, p. 368). Los sucesivos sofismas traen consigo discursos extremadamente ilógicos y distorsionados, hasta el punto de que se suscite un temor profundo ante la catástrofe ética. El acto de saldar cuentas una y otra vez es la maniobra más relevante en Miguel Espinosa para alimentar el poder embrionario de una ficción tan particular como la de Escuela de mandarines. Se ha de distinguir la diferencia entre el decir y el hablar: “El mundo es lo que se dice, no lo que se habla: quien nos invita con displicencia, habla una invitación y dice una displicencia” (López-Martí, 1987, p. 70). En muchas ocasiones, el lenguaje se usa para expresar simplemente una teoría con la que nos limitamos a observar el mundo. La exégesis teorética, junto a múltiples manifestaciones de los personajes aislados de Escuela de mandarines, construyen una unidad formidable de abuso y cumplimiento. En un relato se inserta otro, en una nota se añade otra, en un discurso se intercala otro, en consecuencia, nos encontramos en un ciclo de revisión e inversión sin poder escapar de él. Quizá sea oportuno considerar esta novela “un relato recibido de mala gana” (Escudero-Martínez, 1989, pp. 77-78), pero nosotros los receptores insumisos nos vemos obligados a consumirlo como vianda indigesta en un banquete en que el anfitrión, la personificación del Poder, nos impone sus reglas de supervivencia. 4. Historia antiutópica La historia del lejano régimen mandarinesco recupera los mitos helénicos y milenarios en que se originan arquetipos de lo místico del pasado y se remite a la imagen universal del futuro. La Escuela espinosiana, recreada a través de una retórica monolítica, va convirtiendo las voces en una especie de espectáculo de la civilización poderosa, puesto que el esquema sistemático marcado por el autor refracta una silueta gigantesca que no cesa de vigilarnos. Así, es un espectro, que en palabras de Juan Manuel Vera, “aflorará la cara oculta de la fe en la tecnología y el progreso” (Vera, 1994, p. 61). La superioridad y la subjetividad se identifican con la complejidad textual y expresiva, que nos proporciona algo distorsionado, extraño y distanciado. Obviamente, lo que se describe no es un mundo utopizado, que se enorgullece de ser el modelo definido como “así debe ser el Mundo” (Espinosa, 1962, p. 114), sino más bien la utopía negativa, que el autor explica en los siguientes términos: La utopía describe cómo debe ser la comunidad a través de figuras positivas. Ahora bien, si abstraemos de una determinada sociedad cuanto es contrario al bien, y, convenientemente aislado y delimitado, lo exponemos en un libro, habremos creado una utopía negativa, o expresión de no debe ser. (Espinosa, 2006, pp. 320-321) La utopía negativa de Espinosa presenta contravalores humanos tales como la degradación, la soberbia y la “inautenticidad naturalizada” del mundo del fascismo español, los LIN: Configuración y transfiguración del Poder: Escuela de mandarines... 21 cuales mancillan la humanidad pura con la que se sueña. La indeseable realidad antiutópica o distópica alude a la comparecencia de los tres Demiurgos17 que le asignan a nuestro héroe anacorético unas determinadas misiones para fortalecer la creencia en la ética y estética: “El Enclenque te ordenó protestar, y el Homínido, amar, Yo te mando llevar la vergüenza a la Feliz Gobernación” (Espinosa, 2006, p. 75). Por ende, en el desarrollo argumental coexisten el designio de re-comenzar lo bueno y lo nuevo en la Ciudad y un intento de descripción ontológica de esta. El Eremita, como símbolo de la physis, va accediendo a la polis, pero el supuesto enfrentamiento dialéctico acaba silenciando sin tener ningún resultado positivo. La Naturaleza o la physis espinosiana no responde al sentido latino de nacer y producir. En cambio, se relaciona con la acepción griega en que la ciudad representa una negatividad naturalizada, en la que tiene lugar el “terror y adoración ante el poder generativo, una manera de asumirlo, donde lo ubicuo se hace imperceptible y lo envolvente rutinario. El impulso de la polis es la reproducción de los medios reproductivos” (Escohotado, 1975, p. 222). De esta forma, la Escuela se asienta sobre la elocuencia y el sofisma, con lo cual, lo que no debe ser se crea a sí mismo sin precedentes. Pese a ello, la productividad exhibida por la sociedad mandarinesca no es más que un camuflaje de la pobreza y el embuste. Celedonio, mendigo urbano, admite que los pobres no desean otra vida que la presente. Defraudado por los privilegios de la clase pudiente, se lamenta así: “aunque la Escritura afirma una Gloria para cada cual, al entender de la casta gobernante, tales Cielos han de encontrarse forzosamente entre los que interpreta el Mandarín Escoliasta, siempre venideros y nunca presentes” (Espinosa, 2006, p. 358). Como es sabido que el espejismo de la prosperidad no se realiza, lo que sobreviene es, por así expresarlo, una espera eterna en este país donde no se puede alcanzar su objetivo sino mediante la razón instrumental. En realidad, es el fenómeno en que el Intérprete presume de su propio simulacro de rentabilidad, en tanto que fracasará en “redimir la indigencia humana” (Sobejano, 1987, p. 25). En lo que concierne a la presencia de Azenaia, personaje femenino identificado con Mercedes Rodríguez, musa inspiradora del autor, las reminiscencias sobre su belleza y modernidad descritas en forma poética y artística constatan el planteamiento del utopizador. En el ensayo “La reflexión política configuradora”, Espinosa establece una diferencia entre el utópico y el utopizador: “La propuesta del utópico pertenece a la Historia de la Convivencia, y es acontecimiento político. Por el contrario, la exposición del utopizador pertenece a la Historia del Arte Literario, y es “acontecimiento estético” (Espinosa, 1962, p. 116). Ahora bien, hay que ahondar en la visión que ofrece el Eremita acerca de la figura que representa el sueño utópico y, especialmente, no se puede omitir los pasajes en que la Vejez se vale de la imagen femenina a la hora de darse de bruces con el Poder mandarinesco. Recogemos los versos sobre la figura de la protectora de la tierra utópica: “Azenaia, / talante increado, / tozudez de mi mocedad, / vocación contra mandarines, / necesidad de impugnar, / ¡no quiero perderte!” (Espinosa, 2006, p. 390). El autor pone de relieve la alegoría de la hija del Valle de Tabladillo con la que transmite la decisión de disidencia.18 Con todo, los versos vaticinan que Azenaia, materializada y espiritualizada a la vez, le será una “cosa”, un nombre o una pasión probablemente perdida, tal y como comentan los soldados: “Un día cederá la manía de protestar, porque todas las pasiones encuentran su fin o acomodación: otro, olvidarás amar, suceso que, por lo demás, te pasará inadvertido; y otro, por fin, te descubrirás más lejos del rubor que de los pañales” (Espinosa, 2006, p. 342). No hay más que pensar en el espacio paulatinamente restringido en que se sitúa Azenaia para desvelar la maniobra del Gran Padre de provocar la autoría del narrador sobre Filología y Lingüística 40 (2): 13-28, 2014/ ISSN: 0377-628X22 el discurso utópico. En el “Epílogo”, este emprende un diálogo con la Vejez, juzgando con acritud: “En cuanto a la Alta Criatura, la Gentilísima, la Sola y la Señera, Azenaia Parzenós, tanto se escribió y pensó sobre ella que nada podrás añadir sin repetición o parodia. ¡Lo lamentamos!” (Espinosa, 2006, p. 589). Repasemos el ensayo del escritor, “La filosofía política mandarinesca”, la utopía azenaiana queda relegada a una viñeta suplementaria del cuerpo textual, aunque no carezca de alabanza. “El Gran Padre Mandarín es el perpetuo enamorado de las bellas cosas, y que las bellas cosas son gacelas que ellos no pueden conocer ni soñar en ver. El mundo se conserva porque yo guardo, adulo, confío, halago y custodio las muchachas tendadoras que son las cosas contradictorias” (Espinosa, 1956, p. 129). Es preciso enfatizar la funcionalidad del enjuiciamiento empleado por el portavoz gubernamental, que pasa a probar su propia existencia y un afán de pervivencia de sus privilegios (Carrión-Pujante, 2006, p. 135). Digamos que tanto el comentario como el elogio ditirámbico van evidenciando la presencia inalcanzable y la inviabilidad de la utopía, de ahí la producción de una conciencia sojuzgada. El desenlace de la obra deja constancia de un sometimiento obligatorio a la autoridad hegemónica. Los recuerdos del paisaje de Azenaia y la memoria de nuestro peregrino no salen a luz, incapaces de escapar de la jaula sofocante de censura y burocracia. Merece la pena leer los siguientes pasajes en los que se desvela una historia de desilusión: —No lo sabemos −susurró−; por eso guardaremos en la memoria tu narración, que dictaremos cuidadosamente a escribanos, apenas alcancemos la Ciudad. —Hace milenios que ya dicté estas y otras cosas a Miguel Espinosa, el Juglar de Azenaia −aclaró la Vejez. —Pues las buscaremos, las contrastaremos y las publicaremos con su nombre de autor, para que aparezca unido al tuyo y al de Mercedes. Así, mientras haya belleza, existamos o no existamos, los hombres podrán aprender y solazarse con la Escuela de Mandarines que tú viviste y él escribió −contestó el Gran Padre. —Si así lo hicieras, cuida, te pido, que allí resalte lo que referente a la gloria de Azenaia. El Cara Pocha se sumergió en la Naturaleza, y no oyó más palabra, sino el ruido de los cantos que rodaban conforme sus pies descendían. (Espinosa, 2006, pp. 589-590) El libro pone en evidencia la relevancia de la interpretación dialéctica de devenir y estatismo, de ilusión y elusión. Es esta historia la que refleja la utopía negativa, despojándola de la fertilidad de la Naturaleza, puesto que el hombre no tiene naturaleza, sino historia (Ortega y Gasset, 1987, p. 495). Con el silencio repentino del Intérprete de los Hechos, a sus oponentes se les priva del derecho a predicar, convencer, contagiar y, en particular, odiar a lo ya establecido. Para el francotirador cultural el estado de evolución queda paralizado, trasladándose a su punto de partida. En último término, el mandarín vuelve a ocupar el texto en el que no hace más que usar subterfugios y mostrar su capacidad de silenciar a los disidentes. La utopía siempre se fija en las posibilidades del futuro. Sin embargo, la Escuela de Espinosa supone un Texto indeterminado en que el proyecto del porvenir se ejerce de acuerdo con la uniformización y la homogeneización, como señala Aldous Huxley en su novela distópica Un mundo feliz (1932). En esta el autor británico advierte que la ciencia y la tecnología serían empleadas como si hubiesen sido creadas para el hombre, no como en la actualidad el hombre debiera adaptarse y esclavizarse a ellas (Huxley, 2001 [1932], p. 3). Por lo demás, se les inculca una teoría de hipnopedia19 a aquellos que se expresan mediante un vértigo de palabras sin razonamiento y que realizan su sueño tecnocrático a través de una serie de metodologías científicas. Lo mismo pasa con los personajes reprimidos en la obra espinosiana, quienes tras vocear sus sueños libertarios se ven engañados por el propio discurso del Poder al que se resisten. LIN: Configuración y transfiguración del Poder: Escuela de mandarines... 23 En cierta medida se puede relacionar la historia antiutópica de Espinosa con la coyuntura transicional de la sociedad española.20 Se excava el “agujero negro” (Morán, 1992, p. 50) para enterrar los residuos históricos a la manera gamonediana, es decir, se procesan el silencio y el olvido en aras de avanzar hacia lo que antes se imaginaba a realizar. Después de que el Eremita se aproxima al núcleo del Poder, se le priva de la creatividad de la palabra, de este modo, la reforma que promete cumplir queda suspendida. Espinosa maneja con destreza las herencias emocionales, combinando la alegría y la desazón al mismo tiempo para relatar la voluntad totalitaria presente en la reciente historia de España, tal y como lo señala Teresa M. Vilarós: Todavía en este momento existe la creencia de que dentro de cincuenta milenios −o después de los años franquistas si preferimos identificar la alegoría− algo nuevo y distinto de la Feliz Gobernación (del franquismo) pueda hacerse realidad, pasando esta viabilidad futura por un proceso de posesión y comprensión de la totalidad presente. La novela da voz a un sentimiento general consistente en querer abarcar y explicar la totalidad de la historia presente y pasada. (Vilarós, 1998, p. 88) La utopía negativa de Espinosa se construye con base en un desequilibrio cultural y una serie de negatividades. Haciendo buen uso de la parodia, considerada “una relectura del pasado que confirma y subvierte a la vez el poder de las representaciones de la historia” (Hutcheon, 1993, p. 189), restaura por antonomasia la fachada verbal desde la que se advierte la crítica al pasado, unida a la melancolía presente y a la hostilidad futura ante la sociedad, que está instalada en una falsa creencia y lo seguirá estando. Entre la parodia y la historia, quizá, existe una pincelada sutil que a los lectores nos toca la fibra sensible y, seguidamente, nos llena de pesadumbre ante la derrota definitiva de los cambios sociales. El mismo fracaso que comenta Gabriel Albiac al hablar del Mayo de 1968: “las vísperas de una revolución que no aconteció, que sólo dejó abierto el largo desierto de esperanzas que iba a apoderarse del inmediato fin de siglo” (Albiac, 2008, p. 223). Tal vez a los ojos de Espinosa la utopía negativa sea precisamente un silencio crepuscular, como respuesta del tiempo de revolución. 5. Conclusión Las páginas espinosianas, llenas de referencias aclaratorias y retazos de múltiples índoles, ponen en práctica el teorema, que pretende tener la última palabra sobre los acontecimientos históricos. No nos pasa desapercibida la voluntad automática y cuasi obsesionada de este libro ecuménico por nombrar reiterando con brutalidad las formas materiales que nada favorecen la renovación. El universalismo espacial ficcionaliza y metamorfosea el Poder, que monopoliza en el Libro total el plano textual recurriendo a los métodos científicos y sistemáticos. No obstante, la totalidad de la Escuela destila reduccionismo interpretativo. En forma fragmentaria el Estado se hace eco de la estructura reiterativa y exhaustiva, de modo que lo político se vea obligado a enfrentarse a sus límites, a pesar de las repetidas manipulaciones. Por otro lado, el polimorfismo de la obra ofrece diferentes niveles de códigos y posibilidades de alcance de materiales artísticos y estilísticos, pero, los datos adjuntos no presentan más que la unilateridad de paráfrasis. Escuela de mandarines es una escritura ucrónica en que se argumentan los relatos con un matiz hiperbólico. Esta ucronía viene a rastrear la pancronía, con la que se nos permite interpretar nuestra comunidad contemporánea. La lejanía exagerada conforma una intemporalidad en la que las alusiones resultan ser adaptables a cualquier época. Un tiempo tan remoto como el griego, junto al designio de paideia, corresponde precisamente al distanciamiento y extrañamiento irónicos en que el propio autor permanece deliberadamente para seguir explicando nuestro mundo actual. Filología y Lingüística 40 (2): 13-28, 2014/ ISSN: 0377-628X24 La escritura, sirviéndose de un léxico abundante y neologismos, recupera la libertad de la que Espinosa no dispone en la Academia, otro espacio poderoso en que él mismo forma efectivamente una parte del Poder a pesar de ser disidente. Conviene decir que se instrumentaliza la elocuencia para crear una especie de arte tolerante en el que cabe el teorema sin ignorar el valor de la introspección. Nos llama mucho la atención su efecto inverso, puesto que después de poner los doxas en boca de sus numerosos personajes para impugnar la autoridad oficial, al autor no le queda más remedio que volver al punto de inicio en que no posee la suficiente influencia ni aptitud para cambiar el régimen despótico. Así, la utopía negativa no es exclusivamente lo que no debe ser, sino también lo obsoleto que retorna. Muy consciente de que nos encontramos inmersos en una “realidad mutante” (Buckley, 1996, p. 105) en que el poder se legitima a sí mismo y se puede transformar en otras figuras e instituciones, Miguel Espinosa no escribe su Escuela a fin de erradicar el Poder desde la nueva cultura que va experimentando distintos cambios, sino más bien da por sentada una impotencia humana frente a la forma desagradable que toma la vida. Carles- Egea señala el propósito al que el autor aspira relatando historias acompañadas de la crítica más acerba y ácida: “Un hombre de nuestro tiempo habitado por la angustia antigua, la soledad interminable, la desolación del exiliado, la reflexión implacable, que acaso albergó la pretensión de redimirse por vía de la ética de la comparecencia y la aprehensión de su realidad” (Carles-Egea, 1992, p. 68). Con sus palabras se puede llegar a la conclusión de que Espinosa amalgama a la perfección los materiales políticos y culturales para cimentar su propio aislamiento. No es de extrañar que sobre aquel monolito arquitectónico haya cincelado las letras insólitas pero menos populares. En última instancia, se da la vuelta para regresar a su cueva tenebrosa y aislada totalmente del mundo. notas 1. Son palabras de Miguel Espinosa en la entrevista concedida a Esther Benítez en 1981. 2. Con el título de Historia del Eremita, apareció la primera versión inédita, escrita entre 1954 y 1956. En 1960 se redactó la segunda versión, titulada La feliz gobernación, pero tampoco salió a la luz. 3. En la carta a Ignacio Soldevila, el autor se manifiesta así: “Los filósofos han hablado de un Dios escondido al mundo, y en Escuela de Mandarines yo he mencionado a Dios como “Autor Anónimo””(Soldevila, 1987, p. 57), de ahí el trasunto del Libro de Dios en que refuerza la concepción del sistema mandarinesco como algo inconmensurable. 4. En Espinosa, se valoriza el elemento analítico, caracterizado en su creación literaria. El autor afirma: “Precisamente la magia que puede tener la obra es que sea un relato inacabable sobre un hecho trivial, lo cual demuestra que no hay hechos triviales y que si empezamos a analizar y analizar... ” (López- Precioso, 1981, p. 7). En la entrevista realizada por Miguel de Francisco, Espinosa vuelve a mencionar el motivo por el que se obstina en tomar esta actitud analítica: “Analizar una y otra vez el hecho, desde actitudes cada vez más últimas y alejadas de cuanto el objeto tiene de raso, es convertir el hecho en suceso, y luego en acontecimiento, trayendo al mundo lo que no habla” (Francisco, 1987, p. 41). 5. El concepto de la ultimidad espinosiana procede de la ideología teológica que él mismo define a la hora de expresar su realidad literaria. Dios no es un a priori, “aparece como un límite, una angustia y esa referencia última” (Parra, 1996, p. 21). 6. El capítulo trece, titulado “Cien quintales de ortodoxia”, podría ser uno de los ejemplos con respecto a la interpolación de palabras poéticas en las notas (Espinosa, 2006, p. 135). 7. El libro de Espinosa, es heredero de la literatura barroca, sobre todo, a partir de Cervantes y Gracián, pero “adquirió otro carácter, el de la novela moderna y la puesta en tela de juicio del mundo a través del antihéroe, de la parodia y de la ironía, como lo muestra Don Quijote, o del discurso acérrimo, como se recoge en El Criticón” (Conte, 1991, p. 37). LIN: Configuración y transfiguración del Poder: Escuela de mandarines... 25 8. Se remite a Leviatán (1651) de Thomas Hobbes, filósofo inglés que propone la ideología de ius naturale y del absolutismo político. Sostiene que el derecho natural, ilimitado en el acto de gobernar, es el que no implica ningún criterio de justicia, puesto que el gobernador dirige el régimen según su propia razón. Es una condición de guerra, se toman todas las medidas con el fin de mantener el orden necesario. Aún así, “donde no ha tenido lugar un convenio, no se ha transmitido ningún derecho a todo; y, en consecuencia, ninguna acción puede ser injusta” (Hobbes, 1989, p. 121). Valiéndose de este concepto político, se comprueba la formación del Poder y su aplicación a la construcción estructural de la obra espinosiana. 9. En un excelente estudio, Luis García-Jambrina menciona el libro de Gonzalo Hidalgo Bayal, Camino a Jodán, en el que se expone su idea al respecto: “El principio de viaje es, pues, desde siempre, esencialmente narrativo, en tanto que la manipulación de la trama es un lujo literario, y, en consecuencia, la mayor degradación del lujo, o sea, el “culto deportivo” hacia las historias policíacas...” (García- Jambrina, 1998, p. 64). 10. “Escuela de mandarines no es una novela de experimento, sino una creación innovadora con la que Espinosa acierta a explorar más posibilidades de la llamada literatura intelectual o intelectiva, género inusual e inesperado” (Fernández, 1994, p. 670). 11. Un término acuñado por José Luis Aranguren en una crítica periodística: “Un criticón para nuestro tiempo”, La vanguardia, el 30 de julio de 1975. 12. “Preguntó el primer mandarín: ¿“Dónde están los dioses”? El Demiurgo contestó: “Entre las cosas primeras”. Dijo el mandarín: “Trasladémonoslos a las Últimas”. Inquirió el Demiurgo: “¿Qué son las cosas últimas?”. Y replicó el hombre: “Las cosas de los mandarines”. Desde entonces, la casta dominante habla en nombre de la Divinidad” (Espinosa, 2006, p. 534). 13. De 1944 a 1945 Miguel Espinosa cursó la carrera de Derecho en la Universidad de Murcia, pero no consiguió la licenciatura hasta 1956. Durante esta época, no estudió con entusiasmo ni se adaptó al ambiente académico. Por lo demás, no temió expresar su crítica mordaz a propósito de la sociedad española de la posguerra. Así, adquirió fama de alumno ingenioso y rebelde. A pesar del fracaso en la vida universitaria, se puede decir que es la etapa vital que más influye en gran medida en sus quehaceres literarios. Sánchez Rosillo indica en estos términos: “Miguel vivió allí la alucinación de un mundo en el que la negación de la inteligencia funcionaba como precepto y en el que se respiraba una atmósfera de arbitrario poder y de mezquinos servilismos. El persistente recuerdo de aquel mundo proporcionaría más tarde al escritor abundantísimo material para los libros que habría de ir componiendo” (Sánchez- Rosillo, 1994, p. 131). A fin de cuentas, el fracaso personal de Espinosa se relaciona estrechamente con el mundo académico donde él mismo se encontraba abrumado. 14. En una conversación con Alfonso Martínez Mena, publicada en Pueblo en el 12 de marzo de 1975, Espinosa sostiene que Escuela de mandarines es una novela de la sociedad o de una civilización real e imaginada a un tiempo, en la que el protagonista es un colectivo. Lo que padece el Eremita, como símbolo de la colectividad, junto a los librepensadores a su alrededor, se evidencia en las ilusiones y desilusiones políticas e intelectuales de los ciudadanos españoles. 15. Al inicio del experimento, Pávlov hacía sonar el metrónomo cada vez que presentaba la comida ante el perro. Este salivaba por el estímulo presentado. Después, el psicólogo repetía el mismo proceso durante unas semanas para que el perro estableciera una relación entre el sonido y la comida. Finalmente, la respuesta salival apareció tras oír el sonido sin que se le recompensara con la comida. 16. Burrhus Frederic Skinner llevó a cabo el experimento en 1948 para averiguar la relación entre el aprendizaje y las reacciones animales. Encerraba ratones o palomas en una caja donde se colocaba una palanca. Un ratón iba descubriendo que al presionar la palanca, se le recompensaba con la comida. A continuación, se introducía un paloma en la jaula, y cada vez que picoteaba en la esquina, se le caía la comida. Así, la paloma asociaba el acto con la comida y desarrollaba su propia conducta. A partir de las observaciones de las respuestas condicionadas de los animales, el psicólogo concluye con las siguientes palabras: “Los hombres actúan sobre el mundo y lo cambian, y a su vez son cambiados por las consecuencias de sus actos” (Skinner, 1981, p. 11). 17. En Espinosa, el emblema del demiurgo consiste en un deseo de habitar la estructura de adolescente y de seguir estrenando el mundo (Espinosa, 1991, p. 55). 18. Es menester destacar que el distanciamiento irónico en Escuela de mandarines responde a la disidencia del propio autor, mejor dicho, a la disgregación decisiva del organismo podrido. Así, en rigor, “no se trata de disentir, sino más bien de disidir” (Rodríguez de la Flor, 2008, p. 184). Filología y Lingüística 40 (2): 13-28, 2014/ ISSN: 0377-628X26 19. La técnica de hipnopedia es un método de aprendizaje para niños basado en la repetición de palabras o frases en estado de sueño. A través del acto de nombrar se manipulan discursos determinados de forma deliberada. Tomemos un pasaje de la novela de Huxley como ejemplo: Se le habla reiterando la siguiente frase al lado de un niño dormido: “El Nilo es el río más largo de África y el segundo en longitud de todos los ríos del mundo”. A la mañana siguiente, se le pregunta cuál es el río más largo de África, el chiquillo no contesta sino repite lo que se le inculca de manera automática sin saber de qué se trata: “El-Nilo-es-el-río-más-largo-de-África-y-el-segundo-en-longitud-de-todos-los-ríos-del-mundo” (Huxley, 2001 [1932], p. 22). A nuestro entender, se puede considerar una formación intelectual, fijada por una estructura de Poder, que tiene gran habilidad para reproducir y fabricar lo semejante. Huelga decir que esto no está lejos de la estructura urbana, administrativa y económica de la Feliz Gobernación de Miguel Espinosa (2006, p. 571), que precipita la entrada del sistema capitalista. 20. Entre los años 1973 y 1982 se enmarcaría la transición política en España. El 20 de diciembre de 1973 ETA asesinó al almirante Luis Carrero Blanco, lo que causó una gran conmoción en la sociedad española. El fallido golpe de Estado conocido como 23-F, ocurrió en el 23 de febrero de 1981. Fue perpetrado por militares, entre los cuales, el coronel Atonio Tejero ocupó el lugar más relevante en el suceso. Bibliografía Albiac, G. (2008). Mayo del 68: El crepúsculo de una ilusión. Cuadernos de pensamiento politico. 17, 223-237. Benítez, E. (1981). Entrevista a Miguel Espinosa con motivo de la publicación de La tríbada falsaria. Encuentros con las Letras. TVE-2. http://www.um.es/ [Consulta: 18 de febrero de 2013]. Bellón-Aquilera, J.L. (2005). Canon literario español y novela: Mecanismo de incorporación de los artefactos literarios. Studia Romanistica. 2, 115-132. Bellón-Aquilera, J.L. (2012). Miguel Espinosa. El autor emboscado. Granada: Editorial Comares. Bourdieu, P. (1995). Las reglas del arte. Génesis y estructura del campo literario. (T. Kauf, tr.). 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