El presente libro reúne las contribuciones presentadas en el Primer Seminario de Historiografía Costarricense, siglos XIX-XXI, realizado en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Costa Rica entre el 22 y el 24 de septiembre del 2010. La actividad, organizada por la Escuela de Historia, el Posgrado en Historia y el Centro de Investigaciones Históricas de América Central, tuvo como objetivos principales caracterizar y evaluar la producción historiográfica costarricense en sus diferentes corrientes (arqueología, historia colonial, historia económica y demográfica, historia social, historia política, historia cultural, historia de género, historia ambiental, historia local, historia regional, historiografía, metodología y teoría) para establecer los principales problemas, tendencias, fuentes, métodos y aportes al conocimiento de la historia de Costa Rica. Los estudios contenidos en esta obra, de interés tanto para los especialistas en el estudio del pasado como para investigadores de otras disciplinas y para el público en general, ofrecen una visión exhaustiva y actualizada de los avances experimentados en la última década por las distintas ramas de la producción histórica y de cómo estas nuevas contribuciones, aparte de modificar el conocimiento de la historia de Costa Rica, invitan a explorar nuevos temas y problemáticas. El libro, en razón de tales características, se suma al esfuerzo iniciado desde finales del siglo XX por cumplir con la importante y necesaria tarea de debatir, de manera periódica, el estado de la historiografía costarricense. La h is to ri o g ra fí a c o st ar ri c en se e n l a pr im er a d éc ad a d el s ig lo X X I D av id D ía z A ri as • I vá n M o li n a Ji m én ez • R o n n y V ia le s H u rt ad o David Díaz Arias • Iván Molina Jiménez • Ronny Viales Hurtado Editores La historiografía costarricense en La primera década deL sigLo XXi: tendencias, avances e innovaciones ISBN 978-9968-46-405-5 336 pp 2,3 cm 2 0 1 4 907.207.286 H673h La historiografía costarricense en la primera década del siglo XXI : tendencias, avances e innovaciones / David Díaz Arias, Iván Molina Jiménez, Ronny Viales Hurta- do, editores. – Primera edición digital. – San José, Costa Rica : Editorial UCR, 2020. 1 recurso en línea (x, 324 páginas) : ilustraciones en blan- co, negro y gris, gráficos en blanco y negro (1 a color), archivo de texto, PDF, 6.0 MB. ISBN 978-9968-46-935-7 1. COSTA RICA – HISTORIOGRAFÍA – SIGLO XXI. 2. COSTA RICA – HISTORIA – SIGLO XX- XXI. I. Díaz Arias, David, 1977- , editor. II. Molina Jiménez, Iván, 1961- , editor. III. Viales Hurtado, Ronny J., 1965- ,editor. CIP/3614 CC.SIBDI.UCR Edición aprobada por la Comisión Editorial de la Universidad de Costa Rica. Primera edición impresa: 2014. Primera edición digital (PDF): 2020. Editorial UCR es miembro del Sistema Editorial Universitario Centroamericano (SEDUCA), perteneciente al Consejo Superior Universitario Centroamericano (CSUCA). Corrección filológica: Mauricio Meléndez. • Revisión de pruebas: David Díaz y Gabriela Fonseca. • Diseño: Grettel Calderón A. • Diagramación: Ana Lorena Barrantes. • Control de calidad de la versión impresa: Boris Valverde. • Imagen de portada: Carlos Monge Alfaro imparte clases, sin fecha. Archivo Universitario Rafael Obregón Loría, Universidad de Costa Rica • Diseño de portada: Floria Leiva. • Realización de PDF: Hazel Aguilar B. • Control de calidad de la versión digital: Elisa Giacomin V. © Editorial de la Universidad de Costa Rica. Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción de la obra o parte de ella, bajo cualquier forma o medio, así como el almacenamiento en bases de datos, sistemas de recuperación y repositorios, sin la autorización escrita del editor. Edición digital de la Editorial Universidad de Costa Rica. Fecha de creación: julio, 2020 Universidad de Costa Rica. Ciudad Universitaria Rodrigo Facio. San José, Costa Rica. Apdo. 11501-2060 • Tel.: 2511 5310 • Fax: 2511 5257 • administracion.siedin@ucr.ac.cr • www.editorial.ucr.ac.cr vii Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ix 1. El futuro que reside en el pasado: recuerdos, anhelos y realidades Lowell Gudmundson . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 2. La arqueología en Costa Rica en la primera década del siglo XXI Francisco Corrales Ulloa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .27 3. Historiografía del período colonial José Antonio Fernández Molina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .55 4. Temas y problemas de la historia colonial en Costa Rica (análisis de cuarenta años de historiografía colonial) Elizet Payne Iglesias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .63 5. Enfrentado el espejo: balance de la historia de la historiografía en Costa Rica, 1970-2010 David Díaz Arias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .97 6. Profesionalización diferenciada. Composición y desempeño académico de los historiadores costarricenses (1960-2004) Iván Molina Jiménez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 119 Contenido viii 7. Balance historiográfico de la historia económica en Costa Rica en la primera década del siglo XXI Gertrud Peters . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 153 8. Estado de situación de la historia económica en Costa Rica Jorge León Sáenz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 181 9. La historia social en Costa Rica 2000-2010 Patricia Alvarenga Venutolo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 197 10. La historia social costarricense: producción, replanteamientos y evoluciones recientes Carlos Hernández Rodríguez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 211 11. Historia de las mujeres y de género en Costa Rica: avances y desafíos Eugenia Rodríguez Sáenz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 223 12. La masculinidad en la producción historiográfica costarricense Mauricio Menjívar Ochoa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 271 13. Historiografía de la historia ambiental en Costa Rica 1970-2010 Patricia Clare Rhoades, Anthony Goebel Mc Dermott, Francesca Rivero Gutiérrez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 297 Índice de cuadros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 317 índice de gráficos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 321 Acerca de los Editores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 323 ix El Primer Seminario de Historiografía Costarricense Entre el 22 y el 24 de setiembre del 2010, treinta y seis historiadores costarricenses y el distinguido historiador de Estados Unidos, Lowell Gudmundson, se reunieron en el miniauditorio de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Costa Rica para discutir sobre su oficio. El objetivo de esa actividad, organizada por la Escuela de Historia, el Posgrado en Historia y el Centro de Investigaciones Históricas de América Central, fue caracterizar y evaluar la producción historiográfica costarricense en sus diferentes corrientes (arqueología, historia colonial, historia económica y demográfica, historia social, historia política, histo- ria cultural, historia de género, historia ambiental, historia local, historia regional, historiografía, metodología y teoría) para establecer los princi- pales problemas, tendencias, fuentes, métodos y aportes al conocimiento de la historia de Costa Rica. Convocada como Primer Seminario de Historiografía Costarricense, Siglos XIX-XXI, esa actividad se sumó al esfuerzo inaugurado por un número especial de la Revista de Historia en 1995, dedicado al balan- ce de los campos en que había incursionado la nueva historia, y por el Seminario Entre Dos Siglos: La Investigación Histórica Costarricense 1992-2002, realizado en la ciudad de Alajuela en el 2002. Así, en el 2010 se le dio continuidad a la importante labor de analizar periódicamente la producción historiográfica que se realiza en el país, en esa ocasión con énfasis en los trabajos dados a conocer en la primera década del siglo XXI. Prólogo x Los editores agradecemos a los autores que enviaron sus balances histo- riográficos para ser incorporados en el presente libro, el cual, sin duda, ofrece un estratégico punto de partida para plantear nuevas preguntas que alienten futuras y originales investigaciones. En estas páginas, quie- nes estén interesados en el estudio del pasado de Costa Rica, encontrarán un instrumento privilegiado para determinar qué se ha hecho, qué se hace y qué falta por hacer en el campo de la investigación histórica. Desde ahora, los lectores de este libro y el público en general que- dan invitados a participar en el Segundo Seminario de Historiografía Costarricense, que se realizará en la Universidad de Costa Rica en el 2020. Para entonces, los resultados de las investigaciones en curso, así como los de aquellas que acabamos de iniciar, o los de las que apenas comenzamos a imaginar, serán discutidos y analizados. De esta manera, el gremio de historiadores confirma una vez más su compromiso con la construcción de un conocimiento histórico crítico y renovado, abierto a las corrien- tes de cambio internacionales que transforman la Historiografía y a las ineludibles demandas de la sociedad costarricense. David Díaz Arias Iván Molina Jiménez Ronny Viales Hurtado 1 Lowell Gudmundson* El futuro que reside en el pasado: recuerdos, anhelos y realidades Primero, quiero agradecer a los organizadores de esta actividad académi- ca por haberme invitado a participar y a mi amigo de tantos años, José Antonio Salas, por sus elocuentes palabras de introducción. Igualmente, a todos ustedes por participar en esta nueva búsqueda de diálogo sobre nuestro quehacer como historiadores y científicos sociales. Cuando David Díaz me comunicó la invitación y comenzamos a inter- cambiar mensajes, seguramente tuvimos visiones algo diferentes sobre lo que debía presentar. Él me ofreció las más amplias posibilidades en cuanto a temáticas y yo pensé para mis adentros que lo más importante era que no tenía que haber fallecido para recibir el honor. Más en serio, le decía que no quería vivir en el pasado, aunque nuestro oficio –en efecto– lo hace indispensable, sino hablar del futuro: de nuestro futuro inmediato como disciplina y de allí surge el título: “El futuro que reside en el pasado”. De hecho, pienso hablar un poco de nuestra formación acá en la segunda mitad de la década de 1970, para muchos la época de oro de la historio- grafía costarricense. Pero gran parte de mi interés en hacerlo tiene que ver con mi firme creencia en que todo proyecto con vistas al futuro gene- ra una nueva preocupación por un renovado conocimiento del pasado y un nuevo conocimiento de este tipo. Así fue para la generación de los decenios de 1930 y 1940, en medio de una crisis aún más profunda, pero similar en muchos aspectos a la actual. Ellos, tanto intelectuales como * Ph.D. en Historia por la Universidad de Minnesota. Profesor en Mount Holyoke College. 2 políticos, fueron motivados por una sentida necesidad, se podría decir que por presiones externas y negativas. Igual pasó con la generación de las décadas de 1960 y 1970, dentro de la cual me incluyo felizmente. Para nosotros no era tanto la necesidad sentida y la crisis, sino el sentimiento algo utópico y siempre rebelde de que otras posibilidades, casi ilimitadas, existían, las cuales queríamos alcanzar. Por más grandes que fueran las diferencias generacionales de contexto, también nosotros nos encontrá- bamos en un terreno social completamente nuevo, al constituir la prime- ra generación en nuestras familias en cursar estudios universitarios, en emigrar a las ciudades, en entrar –por más precariamente que fuera– a las filas de la clase media, entre otros aspectos. Hoy en día, a nadie se le escapa el hecho de que el fermento social e intelectual que acompaña el derrumbe del mundo neoliberal, pisando los talones del derrumbe del mundo bipolar de la Guerra Fría, también abre procesos y posibilidades inexistentes hace tan solo una década. Todos estos casos tienen en común procesos sociales contradictorios y cambios abruptos en posiciones sociales que motivan a grandes masas a cuestionar su presente y futuro, lo que inevitablemente lleva a nuevas interrogantes históricas y a un nuevo interés por la historia. Mucho se ha dicho –y con toda propiedad– sobre la renovación y profesionalización de la historia en Costa Rica en la década de 1970, pero no hay que olvidar que igualmente importante es explicar que el florecimiento del conoci- miento que se dio en aquel entonces fue por el cuestionamiento social y político generalizado. Fue esa coyuntura –y no solo nuestros méritos propios como gremio– lo que nos dio no solo colaboradores claves de las otras ciencias sociales, sino un ávido público lector identificado con una serie de preocupaciones sobre los desafíos y las posibilidades futuras que compartíamos; no se trató, por tanto, solo de un proyecto académico anclado en el estudio del pasado en sí. Si no desaprovechamos la coyuntura actual, podríamos contribuir enor- memente a un nuevo proceso de cuestionamiento social generalizado, sin abandonar para nada nuestras herramientas y estándares profesionales. En ese sentido, sobresalen cuatro temas en donde ya se nota no solo una sólida contribución historiográfica, sino un círculo cada vez más amplio de público lector preocupado por conocer mejor el pasado de cuestio- nes centrales para cualquier futuro imaginable: la modernidad (con las inevitables versiones “pre” y “pos” de esta); el género y, en particular, 3 la historia de las mujeres; la historia y las crisis ambientales; y la memoria como proceso social y político. Breve recorrido por la llamada época de oro de la década de 1970 Algunos de los aquí presentes recordarán que pasé unos seis meses en Costa Rica en 1972 como estudiante universitario, sin pena ni gloria. Entre 1975 y 1978 y luego de 1980 a 1982 tuvimos residencia en el país y aquí nacieron nuestros dos hijos. Una consecuencia inesperada de la cri- sis de principios del decenio de 1980 fue nuestro traslado, supuestamente temporal, a Florida International University, en Miami, desplazamiento que terminó siendo cada vez más permanente, con visitas semestrales de profesor visitante en 1986, en 1991, en el 2002 y, por fin, un año sabático completo entre el 2008 y el 2009. Otros recordarán que mi participa- ción en actividades y debates historiográficos costarricenses disminuyó sustancialmente durante la década de 1990 mientras intentaba iniciar proyectos en Guatemala y Nicaragua que tardarían años en dar frutos. Otro motivo, sin embargo, para optar por un perfil más bajo en dicha década tenía que ver con un cierto disgusto o desencantamiento con la historia, no tanto local sino general. En esos años, pensé muchas veces en la pesada e irónica broma que alguna vez escuché sobre Beethoven: de que por lo menos la sordera de su vejez le salvó en parte de sufrir la revancha reaccionaria y monárquica que dio al traste con todos los anhelos revolucionarios y libertarios despertados por la Ilustración. Igualmente, solo podía imaginar, alguna vez, cómo se habrían sentido los liberales insurrectos de los decenios de 1850 y 1860 al tener que ver todos sus ideales convertidos en la reacción triunfal y más repugnante de los Estados liberales de finales de siglo XIX: el partido de Lincoln cómplice en el crimen de la segregación racial y defensor de la ciencia del darwinismo social; las dictaduras liberales, al estilo Estrada Cabrera, en lugar de la tradición liberal de Morazán. Pero nos tocó vivir por casi dos décadas en una especie de exilio similar, en donde la arrogante certeza de los triunfalistas, herederos de Thatcher y de Reagan, se expandía, en proporción directa e inversa al generalizado desinterés, cuando no desprecio, por la historia. 4 La década de 1970, en cambio, representó el apogeo tanto del éxito del modelo de reforma pequeñoburguesa en el sector cafetalero costarri- cense, como del dominio del mismo sector en la vida económica, social y política nacional. Fue la década de la bonanza de precios gracias a las heladas brasileñas, de la revolución en las prácticas de cultivo y la pro- ductividad mediante los cafetos de porte bajo, de la continua expansión del cultivo en zonas fuera de la Meseta Central, de la consolidación del sector cooperativo y de su beneficiado y comercialización alternativos, sin dejar de mencionar la expansión del Estado benefactor bajo el lideraz- go del Partido Liberación Nacional con su multiplicidad de instituciones autónomas, educativas y transformadoras. En esta sociedad, el agro aún recibía más de la mitad del crédito bancario nacional y generaba la mayor parte de la demanda laboral, sobre todo el sector cafetalero. La Meseta Central aún parecía no solo el centro sino casi la totalidad del universo nacional y allí el café seguía siendo rey en todo sentido. Más allá de las estadísticas, resulta fácil contemplar la distancia que nos separa de aquel mundo utilizando yuxtaposiciones y metáforas. Los suburbios cafetaleros josefinos y heredianos se han convertido casi por completo en condominios y barrios residenciales desde entonces. Recuerdo que cuando nuestro equipo de baloncesto de la Universidad Nacional (UNA) jugaba en la inauguración del Liceo Samuel Sáenz Flores en 1977, al oeste de Heredia centro, aún lindaba con cafetales. Dicho Liceo ya se encuentra en el centro urbano, rodeado de centros comercia- les y condominios. En efecto, los suburbios cafetaleros heredianos han pasado de los “portones de las grandes propiedades” que obstaculizaban el paso a los pequeños parcelarios que se organizaban en cooperativas, a los “portones de las comunidades con vigilancia” o “gated communities a la tica” de la década de 1990. En las zonas de colonización de aquel enton- ces, ya convertidas en los más productivos centros de producción cafeta- lera, se pasó de “territorio de coyotes” en donde los depredadores seguían siendo animales salvajes, a territorio de coyotes, esta vez en honor a los traficantes de humanos hacia Estados Unidos con tanta vigencia en la historia reciente.1 1 Las metáforas surgen de un nuevo proyecto de investigación sobre la caficultura y las coo- perativas realizado con Wilson Picado en la Escuela de Historia de la UNA. Dicho proyecto contó con el apoyo del Fondo Nacional para las Humanidades (NEH) de los Estados Unidos durante mi año sabático (2008-2009) en la UNA. Para el análisis de la figura del “coyote” en la historia reciente de la zona de Los Santos (Tarrazú), véase, Wilson Picado U., Roberto 5 La centralidad del imaginario cafetalero no era menos importante que el peso del café en lo material. El proyecto de desarrollo reformista aus- piciado por Liberación Nacional dominaba plenamente en el sistema educativo y gran parte de su visión histórica descansaba en las ideas del café como causa de una novedosa desigualdad social en el siglo XIX, pero igualmente fuente de redención a partir del movimiento coopera- tivo y el desarrollismo igualitario liberacionista. Cuestionar este guión histórico nacional y cafetalero equivalía a poner en duda no tanto un glorioso y patriótico pasado, sino el anhelo de progreso y movilidad social ascendente mediante la educación secundaria y universitaria. Y me tocó trabajar en las aulas universitarias con precisamente estos miles de jóve- nes, con nuevas y casi ilimitadas aspiraciones, durante la expansión más extraordinaria del sistema educativo público jamás visto en Costa Rica. El surgimiento del sistema universitario privado apenas comenzaba y aún contaba el sector público con el virtual monopolio de autoridad intelec- tual en cuanto a los mitos históricos y sus proyectos políticos nacionales. En ese mundo ya casi considerado como folclórico, circulaba apenas el diez por ciento de los automóviles que luchan por hacerlo hoy, en una red vial no muy diferente en cuanto a sus capacidades. Más importante, llegaba apenas el diez por ciento de los turistas que visitan hoy el país, las exportaciones agrícolas no tradicionales y las políticas neoliberales no existían aún. Las fábricas de Intel y sus semejantes no existían ni en la imaginación del más soñador de los economistas nacionales. La socie- dad de alta tecnología y el turismo masivo que, junto con la proliferación de una educación universitaria masiva, representan el logro central del proyecto neoliberal y de sus nuevas clases empresariales y profesionales, significó una ruptura radical con aquel mundo de la década de 1970. Todo aquello hoy parece un cuento de hadas para una sociedad que no desea recordarlo en su afán por convertirse en socio favorecido del mundo neoliberal mediante tratados de libre comercio con vecinos pequeños y naciones gigantes por igual. Condominios, turistas, chips y “malles”; comunicadores en vez de educadores, administradores de empresas y ya no de ministerios, la cultura globalizada con una renovada imitación de las modas foráneas; el discurso de “apertura” como la nueva forma de Granados P. y Rafael Ledezma D., Territorios del coyote: Agroecosistemas y Revolución Verde en una región cafetalera de Costa Rica, Ponencia al II Taller de Historia Ambiental, Escuela de Historia (Heredia, Costa Rica: Editorial de la Universidad Nacional, 2008). 6 “estar al día.” Frente a este nuevo mundo y orden social, ¿quién quiere recordar algo tan sencillo como el mundo de los productores y beneficia- dores del café, las luchas y reformas políticas de un intervencionismo ya pasado de moda y condenado por todas las tendencias políticas, incluidas las que se gestaron con las mismas medidas de intervención? En las humanidades y ciencias sociales, los portadores del doctorado se contaban en los dedos de una mano y apenas estaban por nacer los pro- gramas de maestría en las universidades públicas. Había incursionado pri- mero en los archivos costarricenses buscando material sobre otros temas: la historia afrocostarricense colonial, el delito y la historia social y, sobre todo, la historia ganadera y guanacasteca.2 Sin embargo, desde mucho antes había reconocido que mi interés en la historia social costarricense nacía no de sus posibilidades comparativas ni de sus campos sin explorar, sino del florecimiento de una serie de debates internos a ella. Pretendía contribuir a dichos debates, tan atractivos precisamente porque no eran propiedad exclusiva de historiadores o de sus evidencias (muchas veces escuetas a decir verdad), sino de cualquier científico social suficientemente atrevido para participar lanzando hipótesis y argumentos. Si bien es cierto que fue una época de profunda renovación y profe- sionalización del oficio de escribir historia, las ideas más intrigantes muchas veces provenían de politólogos (Samuel Stone, Rodolfo Cerdas, Mitchell Seligson y Jacobo Schifter), geógrafos (Gerhard Sandner y Carolyn Hall), o sociólogos (José Luis Vega, sin duda el más influyente para mí). La renovación y profesionalización de la disciplina de la histo- ria avanzó rápidamente en esos años, sobre todo gracias a la influencia de German Tjarks primero y Mario Samper y otros después en la UNA, Ciro Cardoso, Héctor Pérez y los ticos doctorados en Francia que habían regresado de este país (Carlos Rosés, Juan Carlos Solórzano, Víctor Hugo Acuña, Elizabeth Fonseca y Juan Rafael Quesada) en la Universidad de Costa Rica (UCR). Sin embargo, el atractivo mayor era esa posibilidad de conversar y discutir con un mundo más amplio de personas apasionadas por las cuestiones que compartíamos. Historiadores como Carlos Araya Pochet, Luis Fernando Sibaja, Chester Zelaya, Óscar Aguilar Bulgarelli y Carlos Meléndez ya habían construido un nuevo campo de estudio, 2 Lowell Gudmundson, Hacendados, precaristas y políticos: La ganadería y el latifundismo guanacasteco, 1800-1950 (San José, Costa Rica: Editorial Costa Rica, 1983). 7 el cual los demás ampliaron y transformaron, radicalmente quizás, pero aquellos fueron los que me tendieron la primera invitación para parti- cipar en su quehacer. En el caso de don Carlos Meléndez ni las críticas más polémicas de nuestra parte impidieron una conversación sostenida a través de muchos años. Fue a esa invitación colectiva y generosa a la que pretendía responder. Pero en lo historiográfico, como en todas las cosas, el cambio estaba a la vuelta de la esquina y los últimos en darse cuenta de ello eran los acto- res mismos del proceso. El cambio fue tan profundo como inesperado. Apenas se consolidaba la “nueva” disciplina histórica bajo la hegemonía francesa cuando, directa o indirectamente, aparecieron las primeras grietas. El “giro lingüístico” y las tendencias culturalistas y posmodernas tuvieron su versión costarricense y comenzaron a sentirse a finales de la década de 1980. Aún antes, perdía impulso esta historia sobrecuan- tificada, sobreprofesionalizada, en donde las plazas docentes para histo- riadores comenzaron a escasear y en donde el público lector llegó a sus límites para luego retroceder. Su problemática, obsesivamente estructu- ral y “económico-social” perdía adeptos en la plaza pública intelectual conforme fracasaron las luchas revolucionarias centroamericanas de ese decenio y triunfaron las ideas y perspectivas posmodernas, posestructu- ralistas, ambas más socio-sicológicas que socio-económicas. La marea alta de aquel estilo de historia llegó entre mediados y finales de la década de 1980, poco más o menos, con la aparición de valiosos estudios socioeconómicos, entre los cuales se destacan los de Víctor Hugo Acuña, Iván Molina, Elizabeth Fonseca y Mario Samper, entre otros.3 Dicha selección de autores no tiene sentido exhaustivo ni exclu- yente, sino otra intención, como se verá más adelante. Conforme esos mismos autores, al igual que el que escribe, abandonaron este campo y estilo historiográfico, cada uno con una dirección propia, se marcaba indudablemente el fin de una etapa historiográfica. 3 Víctor Hugo Acuña Ortega, “Historia económica del tabaco en Costa Rica: época colonial”, Anuario de Estudios Centroamericanos (Costa Rica) 4 (1978): 279-392; Víctor Hugo Acuña Ortega e Iván Molina Jiménez, Historia económica y social de Costa Rica (1750-1950) (San José, Costa Rica: Editorial Porvenir, 1991); Elizabeth Fonseca Corrales, Costa Rica colonial: La tierra y el hombre (San José, Costa Rica: EDUCA, 1983); Mario Samper Kutschbach, Generations of Settlers: Rural Households and Markets on the Costa Rican Frontier, 1850- 1935 (Boulder: Westview Press, 1990). 8 No fue evidente el cambio ni llegó de golpe. Al mismo tiempo que Iván Molina publicó sus interpretaciones claramente materialistas de la historia del capitalismo agrario en el país, Samper y este servidor lanzamos otro libro coeditado sobre la historia comparada del café en América Latina, salpicado quizás con algunas ideas nuevas sobre la historia cultural del consumo y las relaciones de género, pero en donde aún predominaba el lente materialista de viejo cuño y no se asomaba por ninguna parte lo que sería la temática predilecta en un futuro cercano, la historia del medio ambiente.4 Ni siquiera el papel sobresaliente de los investigadores costarricenses en el proyecto multinacional de una Historia general de Centroamérica, en seis volúmenes, coordinado por el sociólogo estructuralista guatemalteco de larga trayectoria en Costa Rica, Edelberto Torres-Rivas, pudo esconder el hecho: la época del aná- lisis socio-económico y estructural en la historia local y regional, tan brillantemente reflejado en dicha colección, ya no atraía ni a los jóvenes investigadores ni a los lectores.5 Basta solo enumerar las direcciones tomadas antes y después del proyec- to de la Historia general: Acuña hacia la historia de las mentalidades y las ideologías; Molina, con creces el más prolífico, hacia la historia cultural y política, solo y con importantes colaboradores foráneos como Steven Palmer y Fabrice Lehoucq; Fonseca hacia la administración universitaria y luego la política nacional; Samper cada vez más hacia la agronomía y la historia de la tecnología y del comercio cafetaleros; y el que escribe de vuelta a su tema original, la historia afrocentroamericana. Tenemos así una especie de forwarding addresses para gran parte de la generación que impulsó a la historiografía económico-social y estructural que sirvió de incubadora para las preocupaciones centrales de la época que vio nacer, expandir y colapsar al clásico proyecto liberacionista.6 Esos años de 4 Iván Molina Jiménez, Costa Rica (1800-1850): El legado colonial y la génesis del capitalismo (San José, Costa Rica: Editorial de la Universidad de Costa Rica, 1991); Iván Molina, La albo- rada del capitalismo agrario en Costa Rica (San José: Editorial de la Universidad de Costa Rica, 1988); William Roseberry, Lowell Gudmundson and Mario Samper Kutschbach (eds.), Coffee, Society, and Power in Latin America (Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1995); edición castellana por la Editorial de la Universidad Nacional, 2001. 5 Edelberto Torres-Rivas (coord.), Historia General de Centroamérica (Madrid, España: Editorial Siruela, San José, Costa Rica: FLACSO, 1993). 6 Víctor Hugo Acuña Ortega, “La ideología de los pequeños y medianos productores cafeta- leros costarricenses (1900-1961)”, Revista de Historia (Costa Rica) 16 (1986): 137-159; Iván Molina, Costarricense por dicha: identidad nacional y cambio cultural en Costa Rica 9 finales de la década de 1970 y principios de la de 1980 marcaron no solo a este servidor, sino al mundo que nos rodea hoy, de alguna manera nuestra Costa Rica después del café. En la historia como en cualquier otro campo intelectual cada generación escoge su propio camino. Con más de dos décadas de perspectiva ahora, sorprende un poco la rapidez con que la historiografía ha cambiado de temática y de público lector en Costa Rica. En aras de contribuir a la pers- pectiva de una nueva generación historiográfica y afianzar la relevancia de la historia patria para más amplios públicos lectores, entonces, unas reflexiones sobre cuatro emergentes y sugerentes campos de estudio: la modernidad, el género y las mujeres, el ambientalismo y la memoria. La modernidad inagotable Los historiadores no fuimos los primeros ni los más persistentes en pro- fundizar en la precoz modernidad tica. Ese honor seguramente cabe a los literatos y, en particular, a don Álvaro Quesada.7 Nos queda, entonces, durante los siglos XIX y XX (San José, Costa Rica: Editorial de la Universidad de Costa Rica, 2003); Iván Molina, Demoperfectocracia: la democracia pre-reformada en Costa Rica (1885-1948) (Heredia, Costa Rica: Editorial de la Universidad Nacional, 2005); Iván Molina, Los pasados de la memoria: el origen de la Reforma Social en Costa Rica (1938- 1943) (Heredia, Costa Rica: Editorial de la Universidad Nacional, 2008); Iván Molina and Fabrice Lehoucq, Stuffing the Ballot Box: Fraud, Electoral Reform, and Democratization in Costa Rica (Cambridge: Cambridge University Press, 2006); Iván Molina y Fabrice Lehoucq, Urnas de lo inesperado: Fraude electoral y lucha política en Costa Rica 1901-1948 (San José, Costa Rica: Editorial de la Universidad de Costa Rica, 1999); Mario Samper y Héctor Pérez Brignoli, Tierra, café y sociedad: Ensayos sobre la historia agraria centroamericana (Heredia, Costa Rica: Editorial de la Universidad Nacional, 1994); Mario Samper (comp.), Crisis y perspectivas del café latinoamericano (Heredia, Costa Rica: UNA e ICAFE, 1994); Mario Samper y Gertrud Peters, Café de Costa Rica: un viaje a lo largo de su historia (San José, Costa Rica: Instituto del Café, 2001); Mario Samper, “The Historical Construction of Quality and Competitiveness: A Preliminary Discussion of Coffee Commodity Chains”, en: The Global Coffee Economy in Africa, Asia, and Latin America, 1500-1989, (eds.) William Gervase Clarence-Smith and Steven Topik (Cambridge: Cambridge University Press, 2003), 120-153; Lowell Gudmundson, “Firewater, Desire, and the Militiamen’s Christmas Eve in San Gerónimo, Baja Verapaz, 1892”, Hispanic American Historical Review (Durham) 84, n.° 2 (mayo 2004): 239-76; versión castellana en Mesoamérica (Antigua, Guatemala) 48 (2006): 68-105; Lowell Gudmundson and Justin Wolfe (eds.), Blacks and Blackness in Central America: Between Race and Place (Durham: Duke University Press, 2010); versión castella- na (La negritud en Centroamérica: Entre raza y raíces) con la Editorial de la Universidad Estatal a Distancia, en prensa. 7 No debe subestimarse la influencia del estudioso de la literatura Álvaro Quesada Soto en el surgimiento y consolidación de estas tendencias. Tres de sus estudios publicados por la 10 la revancha de abrir surco sobre la posmodernidad. Entre nosotros una nueva forma de ver la modernidad no llegó ni por avión ni por barco, sino en el tren del Atlántico con el estudio de Carmen Murillo. Casi al mismo tiempo Steven Palmer nos invitó a conocer al soldado desconocido tico. En seguida disfrutamos de ciudades con monos, cometas, curanderos, lectores, imprentas, maestros, votantes y visionarios, en las clásicas colecciones de Molina, Palmer y Lehoucq.8 La problemática de fondo de esa década y resto siempre giraba alrededor de la “invención de la nación”, y más en profundidad con los cambios socioculturales asociados con el surgimiento de los Estados nacionales, para los cuales el caso tico ofrecía sorpresas a cada paso, ya sea por su precocidad o por su evolución, que era todo excepto lineal en el tiempo. De esa época (el decenio de 1990), de “oro” en sus propios términos, hay mucho que rescatar y valorar, pero lo que más me inspira aún hoy es el talento que mostraron sus practicantes en elaborar (o robar de los lite- ratos, valdría lo mismo para cualquier historiador, “cazadores no auto- rizados de teorías” que somos) sus ideas mediante llamativas metáforas que invitan al lector a comprender un proceso contradictorio dentro de los términos propios de aquellos que vivieron la experiencia. Conforme grandes minorías –cuando no mayorías– de nuestros contemporáneos Editorial de la Universidad de Costa Rica fueron: La formación de la narrativa nacional costarricense, 1890-1910 (San José, Costa Rica: Editorial de la Universidad de Costa Rica, 1986); La voz desgarrada: la crisis del discurso oligárquico y la narrativa costarricense (1917-1919) (San José, Costa Rica: Editorial de la Universidad de Costa Rica, 1988); y Uno y los otros: Identidad y literatura en Costa Rica, 1890-1940 (San José, Costa Rica: Editorial de la Universidad de Costa Rica, 1998). Coincidencia o no, fue precisamente en esos años que algunos decían que la mejor historia que se escribía en Costa Rica se encontraba en las novelas históricas de la autora chilena-costarricense Tatiana Lobo, comenzando con su recreación de una rebelión indígena de Talamanca, Asalto al paraíso (San José, Costa Rica: Editorial de la Universidad de Costa Rica, 1992). 8 Carmen Murillo Chaverri, Identidades de hierro y humo: La construcción del ferrocarril al Atlántico 1870-1890 (San José, Costa Rica: Editorial Porvenir, 1995). Además de las obras citadas en la nota 6, véase Iván Molina y Steven Palmer, Héroes al gusto y libros de moda. Sociedad y cambio cultural en Costa Rica 1750-1900 (San José, Costa Rica: Editorial Porvenir, 1993); Iván Molina y Steven Palmer, El paso del cometa: Estado, política social y culturas populares en Costa Rica (1800-1950) (San José, Costa Rica: Editorial Porvenir, 1994); Iván Molina y Steven Palmer, La voluntad radiante: Cultura impresa, magia y medi- cina en Costa Rica (1897-1932) (San José, Costa Rica: Plumsock Mesoamerican Studies, 1996); Iván Molina y Steven Palmer, Educando a Costa Rica: Alfabetización popular, for- mación docente y género (1880-1050) (San José, Costa Rica: Editorial Porvenir, 2003); Iván Molina y Steven Palmer, The Costa Rica Reader: History, Culture, Politics (Durham: Duke University Press, 2004). 11 viven mundos de chocantes contradicciones, en donde la verdad oficial es transparente mentira y faltan verdades contestatarias coherentes, nuestro público lector es potencialmente más amplio. La modernidad que llegó del Atlántico en tren pasó, irónicamente, a ser casi tan vallecentraleña como sus antecesores y contrincantes, no sin seguir produciendo joyas de documentación e interpretación, como por ejemplo, el reciente estudio de la historia urbana y cultural de San José escrito por Florencia Quesada, o la historia social del consumo de café de Patricia Vega.9 Lejos de formular una simple crítica a dicha literatura, lo que pretendo aquí es más bien hacer un llamado para que seamos más radicales y atrevidos en nuestros planteamientos. Con solo ampliar hori- zontes y volver al litoral Atlántico, este enfoque nos permite reinterpretar radicalmente no solo la historia regional, sino cuestionar, con nuevas luces tanto, la modernidad como la posmodernidad fuera del esquema de la tradicional historia nacional vallecentraleña. Esta precoz modernidad es una especie de secreto a voces, hechos his- tóricos tan obvios y conocidos como “escondidos a plena vista”, cuyo recuento aquí no debería sorprender a lector alguno. Si no fuera por la insistencia dogmática de los nacionalismos istmeños en localizar todo hito en la marcha de la modernidad –desde monumentos hasta alum- brado público, pasando por la educación y el saneamiento, muchas veces risiblemente falsos en lo empírico– en sus ciudades capitales, muy lejos todas del Atlántico, no haría falta este recuento. Dos ejemplos nada más para señalar la enorme contribución que nuestra literatura costarricense ofrece para una mejor y menos parroquial comprensión teórica de la modernidad y la posmodernidad por igual. La industrialización, sobre todo su fase “pesada”, “avanzada” o “fordista”, se identifica con el Atlántico norte y con las ciudades, y no pocos inves- tigadores en Latinoamérica han invertido toda su carrera en buscar, sin demasiado éxito a decir verdad, su equivalente entre los artesanos con- vertidos en obreros industriales. Henry Ford nunca invirtió en la indus- tria bananera, aunque sí trató de levantar toda una ciudad, Fordlandia, 9 Florencia Quesada Avendaño, La modernización entre cafetales: San José, Costa Rica, 1880- 1930 (Helsinki, Universidad de Helsinki, 2007); Patricia Vega Jiménez, Con sabor a tertulia: Historia del consumo del café en Costa Rica (1840-1940) (San José, Costa Rica: Editorial de la Universidad de Costa Rica, 2004). 12 dedicada a la producción de caucho en la Amazonia.10 Fue un fracaso total y absoluto, pero sus admiradores más fieles en la industria bananera centroamericana sí lograron “vencer a la selva” a su manera. Instalaron una versión tropical de su sistema modernista del trabajo, convirtiendo vastas plantaciones en una especie de “fábrica en el campo”, nunca antes visto, solo unos cuantos años después de que Ford revolucionó a Detroit y al mundo entero con su línea de ensamblaje automovilística. Mas, hasta hace poco, no comprendimos a fondo lo que confrontaron y transformaron los imitadores de Ford en Centroamérica. La revelación provenía del rincón menos esperado: la historia ambiental y ecológica, cuyos pioneros han sido Steve Marquardt y John Soluri.11 Han revolu- cionado nuestra visión de ese mundo de finales del siglo XIX, cuando se levantó la primera industria bananera de exportación. Revelan cómo fueron los antillanos los únicos que conocían cómo cultivar al banano. Con base en conocimientos ancestrales, heredados de sus antepasados africanos y caribeños, levantaron toda una industria vendiendo fruta a los agentes de la United Fruit Company (UFCO), desde pequeñas planta- ciones sembradas en los escombros de la selva tropical que ellos mismos habían tumbado al construir la primera línea ferroviaria. No fue hasta el comienzo de su gigantesco proyecto de drenaje y cons- trucción de sistemas de riego en los cauces de los ríos después de la Primera Guerra Mundial, que la UFCO logró convertir a sus operarios en piezas reemplazables, sin los conocimientos especializados de los pro- ductores antillanos originales. Igual que con otros obreros sometidos a procesos de “desentrenamiento” (deskilling) para bajar costos y reducir a rutinarios los procesos productivos, sin el atractivo fordista de altos salarios en industrias monopólicas o de punta tecnológica, los antillanos abandonaron el cultivo del banano para la exportación y hasta los países 10 El más reciente estudio de este episodio es de Greg Grandin, Fordlandia: The Rise and Fall of Henry Ford’s Forgotten Jungle City (New York: Macmillan, 2010). 11 Steve Marquardt, “‘Green Havoc’: Panama Disease, Environmental Change and Labor Process in the Central American Banana Industry”, The American Historical Review 106, n.° 49 (febrero 2001): 49-80; Steve Marquardt, “Pesticides, Parakeets, and Unions in the Costa Rican Banana Industry, 1938-1962”, Latin American Research Review, 37, n.° 2 (2002): 3-36; en español como, “Pesticidas, pericos y sindicatos en la industria bananera costarri- cense, 1938-1962”, Revista de Historia (Costa Rica) 47 (2003): 43-95; John Soluri, Banana Cultures: Agriculture, Consumption, and Environmental Change in Honduras and the United States (Austin: University of Texas Press, 2005). 13 productores en sí, para emigrar hacia Panamá, Trinidad, Cuba y Estados Unidos. De su retiro del sector hemos tenido noticia por décadas. Las causas de este siempre se entendían como simple movilidad social ascen- dente basada en su alfabetización desproporcionada y en su dominio del inglés, o en el atractivo salarial de otros sitios de emigración. Pero ¿un fordismo centroamericano como una ruptura fundamental? ¿Acaso podría ser tanto o más moderna una mera provincia istmeña, la periferia de otra periferia, que los centros de la cultura y la industria mundiales? Y si así fuera, ¿qué quedaría de la soberbia supremacía cultural de las capitales centroamericanas con su alumbrado público? Si el fordismo sirve de ícono de la triunfante modernidad, el posmo- dernismo transnacional se identifica estrechamente con la invención de nuevas formas culturales y categorías sociales y el resurgimiento de identificaciones y rivalidades etno-raciales y religiosas. Todo esto supues- tamente consecuencia, otra vez, de procesos recientes iniciados en las sociedades industrializadas del norte y liderados por ellas. Nuevas identi- dades proliferan junto con el derrumbe de los Estados nacionales con su nacionalismo identitario homogeneizante. Sin embargo, el multi- y plu- riculturalismo en constante transformación y contestación de nuestros días tiene antecedentes en los lugares menos esperados. Ningún Estado posmoderno quiere ser menos multi o pluricultural que su vecino, como si fuera un certificado de buenos modales, ¡al estilo de Miss Manners nada más! Este reconocimiento generalizado de la reali- dad posmoderna de la transnacionalidad, con todas sus complejidades y contradicciones, fue anticipado hace un siglo en la experiencia de las poblaciones bananeras centroamericanas. De sus experiencias, desafíos y soluciones mucho podríamos aprender en nuestro mundo de hoy, si no fuese por nuestra arrogante insistencia en descubrir el agua tibia. La primerísima lección sería que las categorías étnicas, raciales y nacionales que tomamos muy a menudo como objetivas e inmutables, son eminen- temente históricas y hasta reinventadas por cada generación con base en nuevos contextos y conflictos. La nueva ola de restricciones en cuanto a la emigración en todas las Américas, que culminó en la década de 1930, tuvo grandes consecuencias para Centroamérica. Sin embargo, aún mayores consecuencias tuvieron en los destinos más recientes de la diáspora antillana, lugares como Cuba 14 y Nueva York. En 1930, casi la cuarta parte de la población de Harlem en Nueva York se componía de los antillanos británicos y sus hijos, de los cuales quizás la sexta parte o más fueron afroantillanos centroamerica- nos y sus hijos. En mis lecturas de casi tres décadas sobre la transnacio- nalidad como proceso inherente al posmodernismo, se nota solo el eco más débil de cualquier reconocimiento académico de su previa existencia con la modernidad precoz de los circuitos bananeros y sus poblaciones de “proletarios bohemios” en constante movimiento y reinvención. Si no fuera por Lara Putnam y sus estudios, nosotros tendríamos la misma excusa, la olímpica ignorancia, que ofrecen los estudiosos de la dizque “nueva” migración transnacional y los nuevos “otros amenazantes” de casi todos los rincones del planeta.12 Los ejemplos se podrían multiplicar casi sin fin, pero constituyen un recurso no solo para replantear la propia experiencia nacional con la modernidad, sino también para ayudar a otros, muy lejanos e insulares muchas veces, para repensar la suya. Lo único que falta es la voluntad de ver y colocar en su debido lugar los hechos “escondidos a plena vista”. Género e historia de las mujeres En las últimas dos décadas o más, la producción historiográfica sobre la historia de las mujeres en Costa Rica se divide en dos partes: la mayo- ría, aquella producida por Eugenia Rodríguez, y una minoría, elaborada por todas las y los restantes investigadores.13 Tal vez sería más elegante decirlo en forma más indirecta, pero una descripción más diplomática 12 Lara Putnam, The Company They Kept: Migrants and the Politics of Gender in Caribbean Costa Rica, 1870-1960 (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 2002); Lara Putnam, “Ideología racial, práctica social y estado liberal en Costa Rica”, Revista de Historia (Costa Rica) n.° 39 (1999):  139-86; Lara Putnam, “Foráneos, al fin”, en: La negritud en Centroamérica: Entre raza y raíces, (eds.) Gudmundson y Justin Wolfe (en prensa). 13 Entre las muchas publicaciones, se puede citar a los siguientes libros: Eugenia Rodríguez Sáenz (ed.), Entre silencios y voces: Género e historia en América Central (1730-1990) (San José, Costa Rica: Editorial Universidad de Costa Rica, 1997); Eugenia Rodríguez Sáenz, Hijas, novias y esposas: Familia, matrimonio y violencia doméstica en el Valle Central de Costa Rica (1750-1850) (Heredia, Costa Rica: Editorial d de la Universidad Nacional y Plumsock Mesoamerican Studies, 2000); Eugenia Rodríguez Sáenz, Un siglo de luchas feme- ninas en América Latina (San José, Costa Rica: Editorial Universidad de Costa Rica, 2002); Eugenia Rodríguez Sáenz, Mujeres, género e historia en America Central (1700-2000) (San José, Costa Rica: Plumsock Mesoamerican Studies, 2002). 15 sería menos honesta también. Ojalá que la mesa sobre género este vier- nes por la tarde sirva para revelar mi desconocimiento de una nueva y abundante producción historiográfica, pero lo dudo. En todo caso, muy poco se ha escrito sobre el siglo XX, sobre todo su segunda mitad, y es esa época, más que la colonia o el siglo XIX, la que despierta mayor interés ahora entre el potencial público lector. Mi alegría fue enorme cuando leí “Educando a las señoritas”, de Steven Palmer y Gladys Rojas, no solo por la importancia de la temática en sí, sino porque dos veces tuve alumnas inscritas en la UNA con el Colegio Superior de Señoritas como tema de tesis de Licenciatura en la década de 1970, sin contar con suerte.14 Mas, si dicho trabajo representa algo sobresaliente en la literatura existente, apenas entra en el siglo XX. Hay dos posibles motivos de mi preocupación que quiero descartar de entrada. La reciente elección presidencial en sí no es motivo, aunque sirve de ejemplo más adelante. Los best sellers no son mi meta preferida aquí. Tampoco es cierto que mis dos décadas enseñando en una institución educativa de mujeres (Mount Holyoke College) me han hecho política- mente correcto hasta en mis sueños. No, lo que me inspira en este caso es el cuestionamiento que plantean mis mejores alumnas todos los años; ¿de dónde vengo, hacia dónde voy?; ¿cómo fue que otras experimentaron lo que me toca ahora?; ¿cómo hago para no decepcionar las esperanzas de mi familia?; ¿cómo hago para liberarme de ellas? Todas estas preguntas no hacen más que señalar el gigantesco proceso social de cambio que hemos presenciado en las últimas décadas. No obstante, la contribución de Eugenia Rodríguez y de un lamentablemente estrecho grupo de espe- cialistas en este campo, tenemos una enorme deuda pendiente con la generación actual. La novedad de la elección de la primera presidenta no puede ocultar lo poco que hemos hecho por explicar el mundo que pudo lograr cambios realmente profundos en la segunda mitad del siglo pasado. En particular aquí estoy pensando en el estudio histórico de la entrada de las mujeres en las profesiones libres más allá de la docencia en la educación primaria y secundaria, campo en donde algunos estudios ya existen. Ya no son 14 Steven Palmer and Gladys Rojas, “Educating Senorita: Teacher Training, Social Mobility and the Birth of Costa Rican Feminism, 1885-1925”, Hispanic American Historical Review (Durham) 78, n.° 1 (1998): 45-82; en español en Molina y Palmer, Educando a Costa Rica, 57-100. 16 ninguna novedad las mujeres como rectoras de universidades, ministras, líderes de asociaciones profesionales y empresarias y esto en la misma sociedad que alguna vez no pudo comprender ni tolerar a sus más des- tacadas mujeres intelectuales, desde Yolanda Oreamuno, pasando por Carmen Lyra, hasta Eunice Odio. Otra vez, debemos más a la investiga- ción literaria que a la histórica y ya es hora de responder al desafío. Incluso en el campo de la política, la investigación sobre el sufragio feme- nino, tan necesaria y pionera en su momento y ahora, no capta la mayor parte de las transformaciones. Por ejemplo, aunque Laura Chinchilla no es Michelle Bachelet, los mismos tropos masculinos, ya sean ansiosos u honoríficos, rodean su imagen pública: “hija de un padre distinguido en la política”, “fuerte, dura, firme, honesta”, entre otros. Cabe entonces la pregunta: ¿si Chinchilla y Bachelet representan una fórmula de feminizar la vida política definida como ámbito masculino, por qué no tenemos un estudio en profundidad, en el país de Jorge y Marina Volio (en donde no solo las esposas o hijas de expresidentes pueden ser ministras y candida- tas a la presidencia), sobre esta forma de agenciarse una carrera propia por parte de las mujeres pioneras en la política nacional, bautizadas o disfrazadas de hijos “honoríficos” de sus padres? ¿Por qué no tenemos estudios históricos en abundancia sobre la cambiante y cada vez más desafiada domesticidad en el mundo de la urbanización de mediados del siglo pasado (lo más parecido que conozco es el estudio de las mujeres y los hombres de la década de 1950 de Alfonso González)?15 Si esos parecen temas demasiado ambiciosos, ¿por qué no disponemos simplemente de una especie de continuación de lo de Palmer y Rojas, algo así como “des- pués de educadas las señoritas”? ¿Por qué no hay todavía un estudio, con fuentes orales de ser posible, de las primeras generaciones de graduadas universitarias de la UCR y de la Escuela Normal? Mucho he aprendido recientemente hablando con los primeros egresados de la Escuela de Agronomía de la UCR, todos varones, así que me consta que no es impo- sible por razones de mortalidad simplemente. Aquí ofrezco otra prueba memorística que ilumina no solo la urgencia del tema sino, otra vez, la precoz (pos)modernidad tica que casi siempre sub- estimamos como algo meramente “normal” o “loable.” Como estudiante 15 Alfonso González Ortega, Mujeres y hombres de la posguerra costarricense (1950-1960) (San José, Costa Rica: Editorial de la Universidad de Costa Rica, 2005). 17 universitario de pregrado y posgrado en Estados Unidos, entre 1969 y 1974, no recuerdo haberme matriculado ni una sola vez en un curso impartido por una profesora y, de hecho, en mis programas de historia no había profesoras, solo varones. La única mujer clave en mi formación aca- démica hasta entonces había sido mi profesora de literatura y de español en la enseñanza secundaria.16 Igual de deprimente era, en los primeros dos departamentos de Historia en que trabajé en Estados Unidos (aún en plena década de 1980), la presencia femenina: difícilmente llegaba al diez por ciento de las plazas y ninguna de esas mujeres fue catedrática. Sin hacerme ilusiones sobre las desigualdades de género en aquellos años, imagínense la brisa de aire fresco trabajando en la UNA en el decenio de 1970, donde el Centro de Estudios Generales contaba con un número de profesoras radicalmente superior a cualquier experiencia mía previa o posterior. Y no fue el mero comienzo del proceso de des- agregación por género como en Estados Unidos, con todas las mujeres en los rangos menores conmigo, dizque por su juventud e inexperiencia. Mucho antes de la llegada de las y los doctorados en el exterior, tanto en la UNA como en la UCR, algunas de las figuras más destacadas, desde Marina Volio, Rose Marie Karpinsky y Hilda Chen Apuy en la UCR, hasta Karpinsky, Matilde Cerdas y Luz Alba Chacón en la UNA, eran mujeres. ¡Y ni qué decir sobre mi suerte como investigador si no hubiera contado con la guía y amistad de esta última, como subdirectora y luego directora del Archivo Nacional! “Educando a las señoritas”, claro que sí; pero, ¿quién tiene algo que ense- ñar a quién en el proceso de la posmodernidad precoz? Allí la realidad supera a la ficción de los modelos que nos encierran. Una y otra vez, la experiencia histórica tica nos permitiría escapar si tan solo planteáramos mejor nuestros interrogantes. El público lector para este tipo de análisis es cada vez mayor, sin hablar del enorme favor que estaríamos haciendo al conocimiento histórico general, sesgado y hasta mutilado en el tanto que sigue siendo el viejo cuento de grandes hombres, héroes y villanos, santos y pecadores. 16 Reflejando procesos similares de apertura política, dicha profesora, Rosemary Myrdal, fue solo la segunda mujer en ser elegida vicegobernadora del estado de Dakota del Norte, cargo que ocupó entre 1993 y 2001. 18 Historia del medio ambiente: mejor arma contra la modernidad simplista Si la modernidad nos legó un vocabulario empresarial en donde el pro- greso era, si no lineal, al menos incontenible, su fórmula preferida para evaluar alternativas se resumía en el binomio “costo-beneficio”. La pos- modernidad, en cambio, calcula lo impreciso, lo oculto, lo imprevisible y quizás su vocablo favorito es “el riesgo”. Claro que el riesgo es conocible, calculable y hasta rentable, pregúntese a las empresas aseguradoras, tanto las tradicionales que aseguran contra pérdidas, como las nuevas, ¡con sus “swaps” que permiten colocar las apuestas al revés! Pero para los seres humanos en general, el riesgo se asocia más con el miedo, rayan- do en el pánico, la mercancía más rentable de los noticieros televisivos. No recuerdo exactamente cuándo fue que los Estados modernistas y sus medios de comunicación masiva pasaron de alabanzas de proyectos hidroeléctricos para dominar a la naturaleza (en el decenio de 1960 defi- nitivamente era así) a discursos e instituciones posmodernas dedicadas a responder a las “emergencias” y “desastres” (nuestra común condición en la última década, o dos décadas cuando menos), pero los afectados muchas veces entendían mejor: lo que los burócratas llamaban represas y cauces antes e inundaciones después, ellos las siguen llamando “llenas”. La muerte de las ilusiones modernistas, del Estado solidario, del Estado benefactor con sus garantías “de la cuna a la tumba”, lejos de convertir al ciudadano promedio en simple consumidor que piensa solo en el próxi- mo cambio de vehículo, sea moto o BMW, aumenta enormemente el interés de los seres pensantes por comprender mejor el “riesgo” que ahora tienen que enfrentar solos, comenzando con el mundo natural que nos rodea. Nuestros lectores nuevos no se limitarán a los activistas de orga- nizaciones ambientalistas conforme se agudizan los problemas sociales de origen visiblemente ecológico. A fines de 2008 tuvimos el gusto de asistir a un seminario sobre historia ambiental en la UNA, en donde participaron los colegas que presentarán el viernes. De ahí que conozco de primera mano algunos de los mejo- res trabajos en preparación y las esperanzas crecen para este campo de estudio. Lo que más impresiona de estos trabajos es el intento por estudiar históricamente al medio ambiente natural, no como parámetro estático o simplemente resistente a la interferencia humana, una verdad 19 suprahistórica por salvar o resguardar, sino una especie de red altera- da y condicionada por las actividades humanas que también se alteran en el proceso. Sus practicantes parecen haber aprendido también que las metáforas invitan no solo a la lectura, sino a una comprensión más profunda del fenómeno en estudio. Más allá del contexto local, con sus coyotes por un lado y pericos, estragos y repúblicas,17 todos verdes, por el otro, algunas de las obras verdaderamente clásicas también avanzan con títulos como: Metrópolis de la naturaleza, Dilema del omnívoro, Ríos de imperio, Plaga de ovejas, Tazón de polvo, sin que el lector desprevenido se dé cuenta de que se trata de una historia de la ciudad de Chicago y su hinterland; de la historia natural de cuatro comidas cotidianas converti- das en mercancías y monocultivos; de la política federal estadounidense sobre el agua en el oeste; de la crisis demográfica indígena causada por la colonización española en México; o de la desertificación de las praderas sureñas estadounidenses en la década 1930.18 Algunos aquí presentes quizás recordarán el momento, en el Congreso Centroamericano de Historia en este mismo campus en 1996, cuando Steve Marquardt presentó su ponencia “Green Havoc” o “estragos verdes.” Entre el público muchos nos volvimos a ver incrédulos con lo que había- mos escuchado. ¿Era posible esta historia de tipo realismo mágico? ¿Cómo fue posible que nadie lo hiciera antes? El choque conceptual se profundizó con la secuela, con su “pericos”, en donde reinterpretó radicalmente la his- toria sindical bananera una vez instalada dicha actividad productiva en el Pacífico. En el primer ensayo nos ofreció perspectivas inauditas sobre las actividades de la UFCO y sus estrategias de biocultivos tan ilusorias como destructivas, pero a la vez nos abrió los ojos sobre la radical transforma- ción que significó el compromiso cientificista y fordista con el monocul- tivo para los sistemas productivos y laborales. En el segundo, mientras el propósito declarado era entender la fallida política de aplicar venenos 17 Picado, Territorios del coyote…; Marquardt, “Green Havoc…”; Marquardt, “Pesticidas, peri- cos…”; Sterling Evans, The Green Republic: A Conservation History of Costa Rica (Austin: University of Texas Press, 1999). 18 William Cronon, Nature’s Metropolis: Chicago and the Great West (New York: W.W. Norton, 1992); Michael Pollan, The Omnivore’s Dilemna: A Natural History of Four Meals (New York: Penguin, 2007); Donald Worster, Dust Bowl: The Southern Plains in the 1930s (New York: Oxford University Press, 2004); Donald Worster, Rivers of Empire: Water, Aridity, and the Growth of the American West (New York: Oxford University Press, 1992); Elinore G. K. Melville, A Plague of Sheep: Environmental Consequences of the Conquest of Mexico (New York: Cambridge University Press, 1997). 20 para detener las plagas del banano, sin importar el costo sufrido por los operarios o los vecinos a largo plazo, de camino nos estalló la feliz ima- gen vallecentraleña de la supuesta superioridad de trato para los mestizos blancos, o “cartagos”, en las zonas periféricas. Si en Nicoya o en Turrialba puede haber sido así, en el litoral Pacífico bananero los cartagos sufrieron la peor de las suertes como inferiores peones macheteros, condenados a los equipos de fumigación y a una muerte temprana. Aplicando estas lecciones a una relectura de la literatura cafetalera, por ejemplo, podemos reconocer las contribuciones de geógrafos como Sandner y Hall a nuestro conocimiento, sobre todo esta última con su concepto integrador de ecúmene hispano. Por más que sus paradigmas fueron los del desarrollo/subdesarrollo, o en el caso de Sandner la colo- nización y el campesinado, anticiparon algunas de las preocupaciones de nuestro tiempo.19 Una relectura de gran parte de esa producción sobre la política económica de las décadas de 1970 y 1980, desde las ideas de crecimiento vegetativo y crisis, hasta el énfasis en las prácticas de cultivo y la tecnología, termina siendo también una reflexión sobre la incapaci- dad del clásico sistema cafetalero, hasta la segunda mitad del siglo XX, de alterar radicalmente y transformar en mercancía a la naturaleza bajo un fordismo propio. Cuando mis informantes, los pequeños productores sobrevivientes de Santo Domingo de Heredia que formaron la cooperativa La Libertad en la década de 1960, intentan explicar el pasado y presente de su empresa, reconocen que, al mismo tiempo que lograron su propio beneficio, aún más importantes fueron los cambios hacia el más intensivo cultivo con el café de porte bajo en el decenio de 1970. Cuando uno les pregunta por qué no han vendido todas sus parcelas a las empresas urbanizado- ras, como sus demás vecinos, después de las expresiones nostálgicas de rigor, admiten con ironía que el nuevo factor limitante en ese febril y lucrativo proceso es la negativa de las municipalidades de seguir con la concesión de derechos de conexión de agua. Antes desconocíamos el contexto ambiental sin sufrir mayores consecuencias. Ahora los cambios 19 Carolyn Hall, Costa Rica: A Geographical Interpretation in Historical Perspective (Boulder: Westview Press, 1985); versión castellana por la Editorial Costa Rica, 1984; Carolyn Hall, El café y el desarrollo histórico-geográfico de Costa Rica (San José, Costa Rica: Editorial Costa Rica, 1976); Gerhard Sandner, La colonización agrícola de Costa Rica, 2 Vols. (San José, Costa Rica: Instituto Geográfico de Costa Rica, 1962, 1964). 21 contextuales están entre los primeros en ser tomados en cuenta y no hay prácticamente nada que se pueda explicar sin una referencia explícita a ellos. Tal ha sido el impacto sobre nosotros de la revolución conceptual de estudios del ambiente, proceso que apenas comienza. Si nuestro futuro dentro del calentamiento global acentúa tanto el cam- bio como el riesgo, no son solo la historia bananera o la cafetalera las que ofrecen veredas para la comprensión. Si conociéramos mejor las obras realmente clásicas sobre anteriores crisis y bonanzas ambientales y humanas –desde la plaga de las ovejas en México del siglo XVI, hasta la llegada de los caballos que hacían accesible la incalculable riqueza de los bisontes más al norte, hasta los ferrocarriles y rifles decimonónicos que hacían desaparecer aquellos en menos de una generación–, quizás nada de esto nos tomaría por sorpresa. Mas nuestra comprensión se queda a la zaga de los hechos. Apenas logramos una visión histórica más mati- zada sobre el Pacífico ganadero, gran parte de él desapareció en menos de una generación reemplazado por una industria turística masiva cuyo sostenibilidad es tan cuestionable como la de la industria bananera en su momento.20 Si bien es cierto que las aguas negras del turismo no son producto del uso de plaguicidas en pro del monocultivo, ni bananales los campos de golf, igual son aguas contaminadas, cuyos costos serán posibles de medir a corto plazo. Imaginen, entonces, la ironía de que este sobreviviente de la edad de oro de la historia agraria costarricense ter- mine reconociendo que nuestro objeto de estudio no era solo la tierra ni la gente del campo, como pensábamos, sino el agua, el bien natural más abundante, barato y abusado de la modernidad vallecentraleña y fuente de repetidas ilusiones sobre una abundancia sin límites en las costas.21 20 Marc Edelman, The Logic of the Latifundio: The Large Estates of Northwestern Costa Rica since the Late Nineteenth Century (Stanford: Stanford University Press, 1992); ver- sión en español por la Editorial de la Universidad de Costa Rica, 1998; Marc Edelman, Peasants Against Globalization: Rural Social Movements in Costa Rica (Stanford: Stanford University Press, 1999); versión en español por la Editorial de la Universidad de Costa Rica, 2005; Roberto Cabrera Padilla, Tierra y ganadería en Guanacaste (San José, Costa Rica: Editorial Tecnológica de Costa Rica, 2007). 21 Temprano tema de interés para la historia ambiental local ha sido la contaminación de las cuencas hidrográficas del Valle Central con el beneficiado del café. Véase, Gladis Rojas, Café, ambiente y sociedad en la cuenca del río Virilla (1840-1955) (San José, Costa Rica: Editorial de la Universidad de Costa Rica, 2000); Isabel Avendaño Flores, La relación ambiente y sociedad en Costa Rica: Entre gritos y silencios, entre amores y odios (San José, Costa Rica: Editorial de la Universidad de Costa Rica, 2005). 22 Memoria o más bien mentalité La polarización reciente de la opinión pública en muchísimos países, no menos en Costa Rica que en Estados Unidos, nos presenta una opor- tunidad singular, igual que en anteriores épocas de lucha y transición, para dialogar con miles de nuestros conciudadanos que hace apenas una década jamás hubieran pensado en abrir un libro de historia, al menos no uno sin muchas fotos a colores. Mas echaremos a perder la oportunidad si nos limitamos a los estrechos términos de la actual polémica sobre verdades, métodos y autoridades disputando el significado de Juan Rafael Mora y 1856.22 Como cualquier literato –o político activo– nos diría, con desprecio quizás, lo que importa al lector promedio no es la veracidad sino la verosimilitud de las afirmaciones. Asignar especial importancia a cuestiones de la veracidad documental, o a los hechos históricos aislados en sí, por encima de otras tareas de inter- pretación, parece desde todo punto de vista inadecuado cuando en Estados Unidos muchos insisten en creer que su presidente actual nació en cual- quier nación del planeta menos la suya, y en Costa Rica muchos parecían creer que el presidente saliente y su hermano nacieron en cualquier planeta menos el nuestro. Si las encuestas recientes en Estados Unidos indican que la tercera parte de los republicanos conservadores afirman, contra la lógica más elemental, que Obama es musulmán, y que la mitad de los demócra- tas no conocen –o más bien fingen no conocer, congruentes con su deseo, políticamente correcto, que fuera secular y no creyente– que Obama es cristiano, ¿no será mejor intentar una explicación sobre cómo las ideolo- gías dan forma a esta memoria tan firme como folclórica? Ganar la batalla sobre la verdad de los hechos, y nuestra siempre precaria autoridad profesional para juzgar, nos ofrece solo la ilusión de una victoria si dejamos de lado la explicación de cómo llegamos a creer firme, personal 22 Los libros básicos que han generado la polémica son: Armando Vargas Araya, El lado oculto del Presidente Mora: resonancias de la Guerra Patria contra el filibusterismo de los Estados Unidos (1850-1860) (San José, Costa Rica: Editorial Juricentro, 2007); Juan Rafael Quesada Camacho, Clarín Patriótico: la guerra contra los filibusteros y la nacionalidad costarricen- se (Alajuela, Costa Rica: Museo Histórico Cultural Juan Santamaría, 2006); e Iván Molina Jiménez y David Díaz Arias, La Campaña Nacional (1856-1857): Historiografía, literatura y memoria (San José, Costa Rica: Editorial de la Universidad de Costa Rica, 2008). Sin embargo, ya se ha generado media docena de ensayos en la sección Áncora del periódico La Nación, además de gran cantidad de expresiones de todo tipo en distintos medios electrónicos. 23 y colectivamente, en versiones del pasado cuya más básica verdad es su congruencia con nuestras experiencias de vida y preferencias ideológicas en el presente y, en efecto, nuestros anhelos para el futuro. Tal victoria corre el riesgo de convertir a cualquier prueba documental en irrelevante y a la censura profesional más bien en una prueba más de veracidad para los que sufren, según sus propias luces, de hostigamiento elitista injusto, o según sus detractores, de paranoia irracional. Si queremos señalar pecados, que la manipulación ideológica sea el único mortal; los demás son remediables, con o sin el rosario de su credo preferido. La lamentable y triste arrogancia de desconocer la producción historiográfica existente es remediable e incluso representa una curiosa prueba, por más que nos incomode a veces, de que nuestro quehacer está volviendo a interesar a un más amplio público lector. El simple error documental o interpretativo es más que remediable y de ninguna manera, causa para obviar una confrontación con los argumentos de fondo. Como tema y título, la “memoria” atrae poderosamente la atención en nuestros días, en parte porque todos creen poseerla y poder tener acce- so a ella sin mayores dificultades. Mas, la verdad es que recordamos, no simplemente haciendo uso de nuestra memoria, sino mediante el olvido sistemático –o incluso la supresión– de versiones alternativas de los mismos hechos. Lejos de ser simplemente nuestra historia, nuestros recuerdos son una compleja mezcla de valores profundamente arraigados y de innumerables experiencias, de otros o de uno mismo, ocurridas con posterioridad a los hechos recordados. En fin, hay una relación suma- mente compleja entre memoria e historia, en la cual ninguna de las dos es transparente, ninguna es simplemente veraz o falaz, ninguna es completa ni siquiera accesible sin la otra. Explorar la relación entre historia y memoria requiere que suspenda- mos nuestras tendencias a emitir juicios fáciles para profundizar en lo que podemos conocer no solo sobre la realidad objetiva de generaciones anteriores y personas desaparecidas hace mucho, sino sobre los procesos –quizás “motivos” sería la expresión más adecuada– que posteriormente llevaron a tan firmes creencias y a la memoria. La expresión “motivo” la utilizamos en sentido posmoderno o literario, de lucha social e ideológica, y se resume bien en la fórmula que dice “nombrar es enmarcar, es afirmar”, destacando el propósito ideológico, consciente o no, inherente a todo dis- curso histórico, religioso y político, entre otros, en tanto acto social que intenta controlar los posibles significados en su misma enunciación. 24 Igual que con procesos y etiquetas como modernidad, género y riesgo, todos reconocen tenerlo, o querer poseerlo, y por lo tanto son lectores nuestros en espera (in waiting). Como guías, sin embargo, tenemos que educar a nuestros lectores, con tanta elegancia como firmeza, sobre la no transparencia, lo socialmente constituido, de algo que insisten poderosa- mente en considerar de su dominio directo y particular, lo más irreduci- blemente real de la realidad. En Costa Rica prácticamente el único tema histórico que ha merecido un tratamiento en estos términos es la década de 1940, la guerra civil de 1948 y la visión de los vencedores de dicho conflicto. Sin entrar en deta- lles aquí, será evidente que me inclino más por el tipo de cuestionamiento que recientemente ha planteado David Díaz sobre la década de 1940, que por Los pasados de la memoria, el nuevo libro de Iván Molina.23 Este últi- mo ofrece nuevas pruebas documentales e historiográficas que sugieren fuertemente una nueva genealogía política partidista de la reforma social, el papel de Manuel Mora en ella en su momento y en la reinvención de esa misma genealogía décadas después. Díaz, en cambio, intenta conocer cómo los vencidos en 1948 experimentaron los “hechos” que luego for- maron una coherente visión contestataria de las ofensas y abusos sufri- dos, comparable en reverso a la visión triunfalista, heroica y providencial popularizada por los intelectuales orgánicos del Partido Liberación Nacional por décadas. Si no me equivoco, estamos en presencia de un pequeño brote nuevo de este fenómeno con las reacciones tan elocuentes como encontradas con motivo de la circulación del nuevo billete de veinte mil colones con la imagen de Carmen Lyra.24 Evidentemente, ambas obras hacen contribuciones importantes, pero yo me inclino siempre por la comprensión de los orígenes y funciones de las ideologías sociales más que por resolver “qué pasó” o “quién hizo qué” en 23 Las fuentes son en extremo abundantes y pueden consultarse en las bibliografías de las obras de Díaz y de Molina. David Díaz Arias, Reforma sin alianza, discursos transformados, interés electo- ral, triunfos dudosos: La nueva interpretación de historia de la década de 1940 (San José, Costa Rica: Editorial de la Universidad de Costa Rica, 2003); reimpresión 2010; Iván Molina Jiménez, Los pasados de la memoria (Heredia: UNA, 2008). Véase también el ensayo de Mauricio Menjívar Ochoa, “Contienda política y uso del pasado en la Costa Rica de los años 40: La retórica de Rodrigo Facio y de José Figueres Ferrer, 1939-1951”, en: Historia y Memoria: Perspectivas teóricas y meto- dológicas, Cuadernos de Ciencias Sociales (FLACSO) n.° 135 (2005). 24 Entre los más reveladores y elocuentes comentarios, véase Fernando Guier, “Justicia para Tía Panchita”, La Nación, 28 de agosto de 2010. 25 un proceso histórico dado. No porque lo que pasó no sea importante, en efecto es parte fundamental de nuestro quehacer profesional, sino porque es apenas el comienzo de nuestra tarea. Cuestión de gustos o de énfasis, quizás, pero sigo pensando que la fascinación posmoderna y sicológica hoy con la memoria no es más que un intento por dar otro nombre a lo que más nos inspiraba a muchos en la década de 1970, la historia de “las mentalidades” y de las “ideologías sociales”. Así que, bienvenida sea su resurrección con nueva etiqueta. Epílogo Este breve recorrido por cuatro temas sugerentes no pretende señalar vir- tudes y defectos, ni mucho menos establecer distinciones envidiosas entre campos de estudio reciente. En la tienda grande de la historiografía cos- tarricense cabe todo tipo de investigación iluminadora del pasado. Prueba de ello serán las conversaciones que disfrutaremos durante estos tres días. Mas, si queremos volver a contar con una masa crítica de nuestros contemporáneos entre las ciencias sociales y el público universitario en general, aprovechemos al máximo los acercamientos temáticos, no como concesión renuente a otras disciplinas o preocupaciones sino para demos- trar con la práctica que, en verdad, el campo de despegue para cualquier futuro compartido reside en el pasado. 27 Introducción A raíz del seminario “Entre dos siglos: la investigación histórica costa- rricense 1992-2002”, se preparó un balance de la arqueología de Costa Rica desde 1975 hasta 2002. Fue esa una primera experiencia reflexiva sobre la historiografía de la Historia Antigua y la práctica de la discipli- na arqueológica en una reunión de historiadores. Esa participación fue, además, un reconocimiento de los organizadores a la “Historia Antigua” como categoría temática de la Historia costarricense. Con tal antecedente, se presenta una actualización de la producción bibliográfica sobre Historia Antigua durante la primera década del siglo XXI. Se comentan, en especial, las síntesis del período precolombino y las reseñas del quehacer arqueológico. Además, se presenta un panora- ma de las publicaciones con énfasis en libros y catálogos. Para el caso de artículos en revistas, por la amplitud de temas tratados, se dan algunas generalidades. Por otro lado, se presentan unas consideraciones sobre los trabajos de graduación en licenciatura en términos de género de los autores y cantidad de tesis por año. Es necesario señalar que la Historia Antigua, como categoría temática de la Historia, es muy amplia y una dis- cusión sobre la producción por subáreas temáticas requeriría un simposio aparte y múltiples colaboraciones. La arqueología en Costa Rica en la primera década del siglo XXI* * Se agradece a Yahaira Núñez la ayuda en la recolección de información. También a ella, Jeffrey Peytrequin y Mauricio Murillo por la lectura del borrador y sus importantes acotaciones. ** Ph. D. en Arqueología por la Universidad de Kansas. Investigador en el Museo Nacional de Costa Rica. Francisco Corrales Ulloa** 28 Por último, se presenta una exploración sobre la presencia de comunida- des epistémicas y colegios invisibles tomando como base los tesiarios y sus comités asesores. Para este acercamiento a la influencia de grupos de arqueólogos, se toman como referentes los profesionales que con mayor frecuencia forman parte de esos comités. Faltaría un análisis más deta- llado para establecer si, verdaderamente, se ejercen criterios de autoridad e influencia en la orientación teórica y resultados de los trabajos. Evaluaciones y reflexiones del quehacer arqueológico En el seminario anterior mencionábamos: “Entre los arqueólogos nacio- nales la reseña bibliográfica y el debate académico son raros. Son nece- sarias mayores reflexiones y autocríticas sobre el quehacer arqueológico que permitan orientar el futuro de la disciplina”.1 Aun cuando todavía el debate sigue estando pendiente, en la pasada década se contó con varios trabajos que reflexionan sobre la labor realizada en distintos momentos de la práctica de la arqueología en Costa Rica. Empero, a pesar de un mayor número de publicaciones en este sentido hay poca réplica a lo expresado en esas reflexiones o críticas. El autor realizó varios análisis de momentos particulares del desarrollo de la arqueología en el país. Un primer comentario fue sobre la celebra- ción del 12 de octubre como Día de la Raza y, posteriormente, como Día de las Culturas y la respuestas de los arqueólogos en distintos momentos ante amenazas al patrimonio arqueológico.2 Del silencio cómplice y la actitud pasiva se tuvo una reacción positiva en relación con el decreto presidencial que buscó regular la actividad arqueológica relacionada con los estudios de impacto por desarrollo infraestructural. También, abordé los límites permeables entre el coleccionismo, el hua- querismo y la investigación arqueológica a finales del siglo XIX; así como la concepción del pasado prevaleciente y el papel de la creación del Museo 1 Francisco Corrales Ulloa, “La investigación arqueológica en Costa Rica al finalizar el siglo XX e iniciar el XXI”, en: Entre dos siglos. La investigación histórica costarricense (1992- 2002), (eds.) Iván Molina, Francisco Enríquez y José Manuel Cerdas (Alajuela, Costa Rica: Museo Histórico Juan Santamaría, 2003), 25-46. 2 Francisco Corrales Ulloa, “El 12 de octubre, identidad nacional y el papel de los arqueólogos”, Reflexiones (Costa Rica) 80, n.° 1 (2001-2002): 113-119. 29 Nacional con respecto a la construcción de una identidad nacional.3 Un trabajo más reciente es el de Mónica Aguilar,4 quien hace un repaso sobre la práctica de huaquerismo o excavación ilegal de sitios arqueológicos en diferentes momentos históricos de Costa Rica y los esfuerzos oficiales por controlarlo. Igualmente, aborda algunos aspectos económicos, y sociales de dicha práctica e incluso su aprendizaje. Este trabajo fue un adelanto de su tesis de maestría que amplió aún más el tema.5 Por su parte, la arqueóloga francesa Elisenda Coladán6 publicó sus reflexiones sobre el quehacer arqueológico en Costa Rica según etapas históricas para luego enfocarse en el ser y deber ser del arqueólogo. Concluye que hay una arqueología estatal y estática en el país por lo que se debe superar la burocratización y centralismo, y no perder de vista las metas y funciones de la arqueología. Otro trabajo del autor fue una revisión de los principales modelos utili- zados para explicar la trayectoria precolombina en el territorio de Costa Rica7 y cómo estos reflejan los cambios en la concepción sobre la zona; esto desde la postulación inicial de un carácter marginal, con respecto a Mesoamérica y la zona andina, a los modelos de desarrollo autóctono y el reconocimiento de logros propios. Un tema latente siempre ha sido las relaciones, en ocasiones conflictivas, entre la Universidad de Costa Rica y el Museo Nacional sobre temas de 3 Francisco Corrales Ulloa, “La delgada línea entre la arqueología y el coleccionismo: El interés por el pasado precolombino en el siglo XIX”, en: Ciencia y Técnica en la Costa Rica del siglo XIX, (comp.) Giovanni Peraldo (Cartago, Costa Rica: Editorial Tecnológica de Costa Rica, 2003), 265-297. 4 Mónica Aguilar Bonilla, “The Pothunter’s Livelihood: Huaquerismo and Costa Rican Law in Defense of the National Archaeological Heritage”, Anthropology of Work Review Vol. XXVIII, n.° 2 (2008): 8-12. 5 Mónica Aguilar Bonilla, De barretas y palas, a licencias y repisas. Un acercamiento a la práctica de saqueo, trasiego y tenencia de bienes arqueológicos en Costa Rica (Tesis de Maestría Escuela de Antropología, Universidad de Costa Rica, 2010). 6 Elisenda Coladán, “Reflexiones sobre el quehacer arqueológico. El ser y deber ser del arqueó- logo”, en: Retos y Perspectivas de la Antropología Social y la Arqueología en Costa Rica a principios del siglo XXI, (eds.) María del Carmen Araya y Margarita Bolaños (San José, Costa Rica: Editorial de la Universidad de Costa Rica, 2004), 33-41. 7 Francisco Corrales Ulloa, “Modelos del desarrollo precolombino en Costa Rica”, Yaxkin (Honduras) Vol. XXI (2005): 75-88. 30 la disciplina arqueológica. Margarita Bolaños y Kenneth Carvajal8 pro- curan dar una perspectiva histórica a los “encuentros y desencuentros” de ambas instituciones desde la década de 1940. Analizan el período en el cual el Museo Nacional perteneció a la Universidad de Costa Rica y su posterior separación. A la vez, analizan el desarrollo de la enseñanza e investigación antropológica en la Universidad de Costa Rica. Tomando como punto de partida el trabajo sobre historiografía realizado en el 2002, el autor realizó una reseña sobre la práctica de la arqueología en Costa Rica entre 1975 y 2007, y añadió aspectos como la relación con investigadores extranjeros y el registro de sitios arqueológicos.9 Esta reseña formó parte de un simposio sobre el estado de la práctica de la Arqueología a nivel centroamericano que se organizó en el marco de la reunión anual de la Sociedad de Arqueología Americana (SAA). Desafortunadamente, la mayoría de los participantes no envió sus contribuciones para publica- ción, perdiéndose así una excelente oportunidad de contar con panoramas de la práctica arqueológica en América Central tanto desde la perspecti- va de los arqueólogos nacionales como de arqueólogos estadounidenses trabajando en el área. Sobre este mismo tema, está el capítulo escrito por Mauricio Murillo10 (2008) sobre el estado y perspectivas de la investigación arqueológica en territorio costarricense, en un libro sobre la Arqueología en Latinoamérica. Este es un análisis crítico del desarrollo de la arqueología en Costa Rica durante los últimos treinta años, el papel que desempeñan varias insti- tuciones y las limitaciones de los enfoques de investigación hasta ahora practicados. El mismo autor publicó una reseña sobre los modelos difusio- nistas que se han utilizado para explicar el cambio social precolombino en 8 Margarita Bolaños y Kenneth Carvajal, “Relaciones entre la Universidad de Costa Rica y el Museo Nacional: las pericias de la investigación antropológica costarricense”, Cuadernos de Antropología (Costa Rica) Vol. 16 (2006-2007): 125-135. 9 Francisco Corrales Ulloa, “La práctica de la arqueología en Costa Rica (1975-2007)”, Revista Utź ib (Guatemala) 4, n.° 5 (2008): 8-21. 10 Mauricio Murillo Herrera, “Estado actual y perspectivas de la investigación arqueológica en territorio costarricense”, en: Arqueología en Latinoamérica. Historias, formación acadé- mica y perspectivas temáticas, (ed.) Luis Gonzalo Jaramillo (Bogotá, Colombia: Ediciones Uniandes, 2008), 41-84. 31 el territorio costarricense.11 Además analiza la diversidad sociopolítica en Costa Rica mediante la comparación de varias regiones arqueológicas, aunque se debe señalar que la evidencia por región es disímil. Igualmente, se cuenta con el artículo de Eugenia Ibarra12 sobre el sur- gimiento y desarrollo de la Antropología Social y la Arqueología en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Costa Rica entre 1967 y 2009. La autora hace una valoración laudatoria de este proceso y se enfoca, al final, en el nuevo Plan de Estudios (2009) y el proyecto de Plan de Desarrollo de la Escuela de Antropología. Síntesis generales y particulares de la “Historia Antigua” de Costa Rica Las síntesis sobre la Historia Antigua de Costa Rica variaron desde las primeras versiones simplistas de asociar toda la evidencia precolombi- na a tres grupos principales: Chorotegas, Bruncas y Huetares, a áreas de influencia y, más recientemente, a modelos de desarrollo autóctono. Desde el 2002 han sido muy pocos los intentos por generar publicaciones que agrupen toda la información existente, aunque hay más esfuerzos focalizados en períodos y regiones. Los resultados de nuestras investiga- ciones circulan mayormente entre nosotros mismos y hay dificultades de pasar del argot académico a términos más llanos. En términos de síntesis generales, se puede mencionar los textos del catálogo de la exhibición “Costa Rica Tierra de Maravillas”, preparados por Ricardo Vázquez y adaptados por Annick Poussart.13 Este texto se orientó a un público general y, por su naturaleza, presenta información esquemática sobre el desarrollo precolombino. El texto hace eco de los modelos recientes de desarrollo autóctono; a la vez que hace referencias a piezas sobresalientes de la exhibición. Fue acompañada por artículos 11 Mauricio Murillo Herrera, “Diversidad Política en Costa Rica precolombina. Implicaciones para la Comprensión del Cambio Social”, International Journal of South American Archaeology 6 (2010): 16-34. 12 Eugenia Ibarra Rojas, “La Antropología Social y la Arqueología en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Costa Rica (1967-2009)”, Reflexiones (Costa Rica) 89 n.° 1 (2010): 163-173. 13 Annick Poussart, Costa Rica (Montreal: Pointe-À-Callière. Musée dárchéologie et d´histoire de Montreal, 2008). 32 cortos sobre la interpretación y conservación del sitio Las Mercedes por Ricardo Vázquez y las desigualdades sociales y la aparición de jefes por el arqueólogo canadiense Claude Chapdelaine.14 Una reimpresión de la síntesis de Aguilar et al. (1988) se integra en una colección denominada “Historia de Costa Rica”; publicada por el Grupo Nación. El volumen se titula ahora “Los Primeros Pobladores”.15 Esta síntesis tiene un énfasis en tipos de artefactos y sus procesos de manufactura junto a referencias a procesos gene- rales de desarrollo precolombino. La novedad fue un capítulo de actualización, escrito en 2005 por Ana Cecilia Arias que, al igual que el texto general, enfatiza en segmentos de la secuencia de ocu- pación y trabajos específicos. Más abundante ha sido la producción referida a regiones o períodos específicos. En el ambicioso proyecto a nivel mundial “Enciclopedia de la Prehistoria”, bajo el auspicio del “Human Relations Area Files” de la Universidad de Yale, se presentaron síntesis regionales y reseñas de sitios principales. En el volumen dedicado a América Media, que incluye Mesoamérica y el Área Intermedia, se elaboraron síntesis para la región de Gran Nicoya (Frederick Lange), Región Central (John Hoopes) y Gran Chiriquí (Francisco Corrales).16 Este proyecto facilita la comparación global al presentarse la información de las distintas regiones del mundo en un mismo formato de tradiciones, subtradiciones y sitios destacados. A nivel local, debemos resaltar la publicación de Anayensy Herrera de una síntesis de la arqueología del noroeste de Costa Rica.17 El formato 14 Claude Chapdelaine, “Desigualdades Sociales y aparición de os jefes costarricenses”, en: Costa Rica, 110-13. Ricardo Vázquez, “Sitio Arqueológico Las Mercedes. Interpretación y Conservación”, en: Costa Rica, 14-17. 15 Carlos Aguilar, Ana Cecilia Arias, Dalia Castillo, Sergio Chávez, Margot Reynoard y Myrna Rojas, “El Mundo de nuestros aborígenes” en: Historia General de Costa Rica Vol. 1, (ed.) Vladimir de la Cruz (San José, Costa Rica: Euroamericana de Ediciones, 1988), 183-411. Carlos Aguilar, Ana Cecilia Arias, Dalia Castillo, Sergio Chávez, Margot Reynoard y Myrna Rojas, Los Primeros Pobladores (San José, Costa Rica: Grupo Nación GN S.A., 2010). 16 Francisco Corrales Ulloa, “Chiriquí”, en: Encyclopedia of Prehistory. Volume 5: Middle America, (eds.) Peter Peregrine y Melvin Ember (New York: Kluwert Academic/Plenum Publishers, 2001), 54-68. John Hoopes, “Late Chibcha”, en: Encyclopedia of Prehistory. Volume 5: Middle America, 239-258. Frederick Lange, “Nicoya”, en: Encyclopedia of Prehistory. Volume 5: Middle America, 328-345. 17 Anayensy Herrera, Al reencuentro de los ancestros (San José, Costa Rica: Editorial ICER, 2005). 33 rompió con la presentación tradicional, al hacerlo mediante preguntas motivadoras sobre temas específicos. El libro consideró, además, aspec- tos prácticos como indicaciones de cómo actuar en casos concretos de hallazgos, destrucción o huaquerismo de sitios arqueológicos. Por otra parte, la autora enfatiza en la historia local y la continuidad cultural ancestral de la comunidad guanacasteca. En cuanto a los artículos, podemos mencionar los de Jeffrey Peytrequin y Paulo Moya sobre la información del período Paleoindio-Arcaico y pro- poniendo, además, un modelo de movilización, Eduardo Reyes sobre la arqueología de Guanacaste, Mauricio Murillo sobre el Período Tempisque en el noroeste de Costa Rica y Magdalena León y Silvia Salgado sobre la Fase Pavas del Valle Central.18 Estos artículos profundizan más las síntesis además de actualizar la información y abordar temas de investigación específicos. No está de más mencionar varios artículos breves sobre temas determina- dos en las compilaciones de la serie Culturas Populares Centroamericanas de la CECC, de amplia divulgación. Por ejemplo, la alimentación y la música en tiempos precolombinos.19 En la década trasanterior se publicó una serie de libros sobre la arqueo- logía de Costa Rica y el Sur de América Central que reunía los artículos presentados en congresos o simposios llevados a cabo, en su mayoría, en Estados Unidos. Estas actividades, impulsadas originalmente por el arqueólogo estadounidense Frederick Lange, han decaído. Sin embargo, para la década pasada se tiene el volumen sobre Oro y Poder en Costa 18 Jeffrey Peytrequin y Paulo Moya, “Ciclo de desplazamiento de los cazadores recolectores en el Pleistoceno Superior Tardío-Holoceno Temprano, Costa Rica: Reconstrucción hipotética”, Patrimonio (Costa Rica) n.° 5 (2005): 31-44. Eduardo Reyes, “Unidad y heterogeneidad durante el Período Formativo en Costa Rica (2000-300 a. C.). Una propuesta de interacción cultural”, Cuadernos de Antropología (Costa Rica) n.° 19 (2009): 57-74. Eduardo Reyes, “Guanacaste, más de 12.000 años de historia e identidad”, El Norte-Finnish Journal of Latin American Studies (Finlandia) n.° 5 (2010): 1-23, disponible en: http://www.elnorte.fi/ (fecha de acceso: setiembre 2012); Mauricio Murillo, “Una reseña y caracterización del período Tempisque (500 a. C.-300 d. C.) en el Noroeste de Costa Rica”, Vínculos (Costa Rica) 28, n.° 1-2 (2005): 135-148, Magdalena León y Silvia Salgado, “Los desarrollos sociales de la fase Pavas (300 a.C-300 d. C.) en el sector occidental del Valle Central”, Vínculos (Costa Rica) 27, n.° 1-2 (2005): 1-18. 19 Aida Blanco, “Alimentos vegetales Precolombinos de Costa Rica”, en: Nuestras comidas (ed.) Giselle Chang, Serie Culturas Populares Centroamericanas (San José, Costa Rica: CECC, 2001), 19-21. Fernando González, “La alimentación precolombina”, en: Nuestras comidas, 22-28; Eduardo Odio y Juan Vicente Guerrero, “La música precolombina de Costa Rica”, en: Nuestras músicas y danzas tradicionales (ed.) Giselle Chang, Serie Culturas Populares Centroamericanas (San José, Costa Rica: CECC, 2003), 3-9. 34 Rica, Panamá y Colombia Antigua editado por Jeffrey Quilter y John Hoopes.20 Como en publicaciones anteriores, el volumen sirve para la proposición de modelos regionales de desarrollo precolombino desde el punto de vista de las corrientes norteamericanas. Merece destacarse el artículo de John Hoopes y Óscar Fonseca, donde se propone un modelo que enfatiza un desarrollo local para el Sur de América Central y Norte de Sudamérica. Además, postulan una “unidad difusa” en la iconografía de la región. Con base en los resul- tados, formulan la Región Istmo-Colombiana para designar lo que anteriormente se conocía como Área Intermedia. Esta designación no se libra de problemas de anteriores propuestas con respecto al nombre apropiado, en este caso no corresponde del todo al ámbito espacial (ver consideraciones de F. Corrales y M. Murillo al respecto).21 Como es frecuente en estos volúmenes, se encuentra una contribución por parte de arqueólogos nacionales. En este caso, el artículo de Patricia Fernández e Ifigenia Quintanilla sobre metalurgia, esferas y estatua- ria en piedra, ligado a la producción local de símbolos de poder en el delta del Diquís.22 Libros y catálogos Los libros publicados sobre temas arqueológicos han venido aumentando en la última década pero aún son pocos, sobre todo aquellos que están dirigidos a resultados de investigación y discusión de modelos. Estos se presentan por lo general en artículos en revistas. Para la década de refe- rencia se pueden reseñar varios libros publicados por los museos del país; aunque hay ejemplos publicados por otras instancias. Los museos publicaron catálogos que por estar dirigidos al gran público son más informativos que analíticos, aunque abordan temas de interés para los investigadores. Sobresale la Fundación de los Museos del Banco Central con la publicación de varios catálogos de exhibiciones (libros y 20 John Hoopes y Jeffrey Quilter (eds.) Gold and Power in Ancient Costa Rica, Panamá and Colombia (Washington, D. C.: Dumbarton Oaks Research Library and Collection, 2003). 21 Corrales, “Modelos del desarrollo precolombino…”. Murillo “Estado actual y perspectivas…”. 22 Patricia Fernández e Ifigenia Quintanilla, “Metallurgy, Balls, and Stone Statuary in the Diquis Delta: Local Productions of Power Symbols”, en: Gold and Power in Ancient Costa Rica, Panamá and Colombia (eds.) Jeffrey Quilter y John Hoopes (Washington, D. C.: Dumbarton Oaks Research Library and Collection, 2003), 205-243. 35 folletos) sobre temas relacionados con su colección. Esto en un excelente formato que informa de manera impactante por su fotografía y diseño, además de ser bilingües (español, inglés). Dentro de los catálogos sobre exhibiciones está “Oro Precolombino de Costa Rica”, por Patricia Fernández, curadora del Museo del Oro.23 Presenta láminas con ejemplos destacados de la colección de objetos de metal y desarrolla, de forma general, temas relacionados con el origen de la metalurgia en América y Costa Rica, las zonas de producción local, tecnología y función de los objetos orfebres. La misma autora, esta vez junto al geólogo Guillermo Alvarado24, publicó el libro Artesanos y Piedras que versa sobre el papel de los objetos líticos en las sociedades precolombinas y, a la vez, evalúa el proceso de manufac- tura y uso a partir de contextos socieconómicos particulares. Fernández escribe sobre las sociedades, los artesanos y los objetos de piedra; en tanto Alvarado, desde su especialidad, trata sobre los tipos de objetos líticos, la frecuencia petrográfica, materia prima y aspectos de su utilización. Fernández, en colaboración con el ornitólogo Julio Sánchez,25 elaboró el catálogo “Aves de piedra, barro y oro en la Costa Rica Precolombina”, que trata sobre las representaciones de aves en distintos materiales (cerámica, piedra, jade y oro) hechas por las sociedades precolombinas, su iconogra- fía y simbolismo. Hay también folletos elaborados por Fernández que exponen temas poco abordados en artículos técnicos. Por ejemplo, el contexto arqueo- lógico, métodos de manufactura y estampado y diseños de los sellos precolombinos, así como un recorrido sobre la representación femenina en diferentes períodos y regiones, y los papeles de la mujer en la socie- dad precolombina.26 23 Patricia Fernández, Oro Precolombino de Costa Rica (San José, Costa Rica: Fundación Museos del Banco Central, 2004). 24 Patricia Fernández y Guillermo Alvarado, Artesanos y Piedras: herramientas y escultura precolombina. (San José, Costa Rica: Fundación Museos del Banco Central, 2006). 25 Patricia Fernández y Julio Sánchez, Aves de piedra, barro y oro en la Costa Rica Precolombina (San José, Costa Rica: Fundación Museos del Banco Central, 2009). 26 Patricia Fernández, Sellos Prec