Nicaragua rebelde y reprimida, 2018 Nicaragua 2018, rebellious and repressed DaviD Díaz arias Universidad de Costa Rica david.diaz@ucr.ac.cr Resumen: Este ensayo busca describir la rebelión popular ocurrida en Nicaragua desde abril del 2018. Para hacerlo, explora brevemente el ascenso de Daniel Ortega al poder en el 2007 y enmarca ese acontecimiento en un contexto de triunfos de la izquierda latinoamericana y en el fracaso de los partidos políticos nicaragüenses, particularmente el Partido Liberal. Asimismo, se explica cómo Ortega y su esposa, Rosario Murillo, lograron construir un imperio económico dentro de Nicaragua, al tiempo en que destruían su institucionalidad democrática al concentrar el poder político. Con eso, el artículo refiere algunas de las principales acciones populares que se han desarrollado entre abril y diciem- bre del 2018 contra el gobierno orteguista y la feroz represión a la que se han tenido que enfrentar. Palabras clave: Nicaragua, rebelión popular, orteguismo, dictadura, represión Abstract: This essay describes popular rebellions in Nicaragua after April of 2008. It briefly explores Daniel Ortega’s rise to power in 2007 and frames it within the successful political campaign of leftist political parties in all Latin America while it also shows Nicaragua’s rightist failures, particularly that of the Partido Liberal. Moreover, this essay explains how Ortega and his wife Rosario Murillo were able to create an economic empire in Nicaragua by destroying democratic institutions and concentrating political power. This essay finishes describing some of the popular mobilizations against Ortega’s government that have taken place in Nicaragua between April and December of 2018 and the regimen’s fierce repression. Keywords: Nicaragua, Popular Rebellion, Orteguismo, Dictatorship, Repression Recibido: noviembre de 2018; aceptado: diciembre de 2018. Cómo citar: Díaz Arias, David. “Nicaragua rebelde y reprimida, 2018”. Istmo. Revista virtual de estu- dios literarios y culturales centroamericanos 36 (2018): 213-221. Web. Istmo. Revista virtual de estudios literarios y culturales centroamericanos 36 (2018): 213-221. 214 David Díaz Arias Nicaragua rebelde y reprimida, 2018 Nicaragua es uno de los países centroamericanos donde la lucha social ha sido recurrente y heterogénea. Los casos más famosos de su historia son los de la rebelión de Augusto César Sandino contra la presencia de tropas marines en su país en las décadas de 1920 y 1930 y, por supuesto, la revolución sandinista de 1979 contra la dinastía Somoza. Ambos eventos atrajeron la atención inter- nacional porque en ellos se evidenciaba el levantamiento de grupos de pobres, indígenas e intelectuales, hombres y mujeres para derribar a poderes extranjeros o sus representantes en Nicaragua. De tal forma llamó la atención del mundo la rebeldía y empeño por la libertad de los nicaragüenses que en ambas coyun- turas ese país recibió periodistas extranjeros que, además, dieron la posibilidad de que se crearan vínculos entre Nicaragua y otros movimientos globales. La revolución sandinista fue particularmente importante en ese sentido, pues atrajo la mirada de todas partes del globo y de grupos de solidaridad que levantaban la bandera sandinista (ver Kinzer; Kagan). Lo que muy pocos analistas podrían pensar era que esa Nicaragua alzada fuera traicionada por uno de sus líderes históricos más importantes: Daniel Or- tega Saavedra. En ese sentido, la historia del sandinismo que comenzó en las montañas con el General de Hombres Libres y fue retomada por Carlos Fonseca Amador y sus seguidores (ver Zimmermann), que llevó al poder a un grupo de muchachos y muchachas que inspiraban a los países oprimidos alrededor del mundo, puede que finalice con la bandera de Sandino despreciada ya no como representación de aquel patriota, sino de Ortega y sus seguidores que se han vuelto duchos en el arte de la acumulación de poder y de dinero. ¿Cómo se produjo ese viraje en Ortega, en muchos sandinistas y en lo que representaban? * En el verano del 2006, durante un viaje de investigación, tomé un taxi de la antigua y derruida catedral de Managua al hotel donde me encontraba alojado. Siguiendo el consejo de algunos antropólogos urbanos cuando se está en un país que no es el de uno, aproveché para conversar con el conductor del taxi para enterarme de la situación política de Nicaragua. Mi sorpresa fue escuchar al taxista añorar, con cierto dejo de nostalgia, “el tiempo de Somoza” y argumentar que con aquel dictador “todos estaban mejor”. Claro que me mordí los labios al constatar la sinceridad con que hablaba aquel hombre. Sin embargo, aquella añoranza por Somoza no era nueva. El 11 de julio del 2004 el diario costarri- cense La Nación había publicado en su Revista Dominical un artículo titulado “Nicaragua: los migrantes de la revolución”. Ese texto pretendía ser una especie de relato acerca de la forma en que la revolución sandinista había terminado y el ligamen entre Costa Rica y Nicaragua producido por tal proceso, especial- mente por la migración en el sentido Nicaragua-Costa Rica que la revolución y sus efectos habían propiciado. Así, en ese texto el periodista entrevistó a algu- nos intelectuales y políticos nicaragüenses que habían sido líderes sandinistas (Víctor Tirado, Dora María Tellez y Sergio Ramírez) y a algunos inmigrantes nicaragüenses que residían en Costa Rica. Uno de los comentarios del periodista Istmo. Revista virtual de estudios literarios y culturales centroamericanos 36 (2018): 213-221. Nicaragua rebelde y reprimida, 2018 David Díaz Arias 215 hizo eco de la relación tan difícil entre el recuerdo de la liberación de 1979 y el presente de corrupción que reinaba en Nicaragua a inicios del siglo XXI, cuando agendes del Partido Liberal habían hecho mesa gallega con el país: En 1979 Nicaragua tuvo la oportunidad de transformar su futuro. Hoy casi medio mi- llón de nicaragüenses recuerdan en Costa Rica el fracaso de la revolución […] Casi medio millón de inmigrantes en Costa Rica atestiguan el sucesivo fracaso de los go- biernos nicaragüenses para combatir la corrupción, ponerse de acuerdo, crear empleo y levantar la economía (Herrera s.p.). La visión de Nicaragua como un país sin camino, corrupto, fracasado y con una política atrasada y desmoralizante era la misma que tenía el taxista en Ma- nagua dos años después. Siete años después, de visita en el Instituto de Histo- ria de Nicaragua y Centroamérica de la Universidad Centroamericana, otra vez pulsé el termómetro político consultando a un taxista, quien me señaló el primer “árbol de la vida” que habían levantado en una avenida de la capital y, ante mi pregunta de cómo iban las cosas, aseguró: “Nunca habíamos estado mejor que ahora con Daniel. Vea qué belleza esos árboles que pusieron y van a poner más. ¡Y qué vengan los chinos a construir el canal!” ¿Qué significado podían tener esas dos afirmaciones en dos momentos recientes de la historia de Nicaragua? Para mí, revelan la continuidad de una cultura política caudillista en la historia de ese país, a pesar de haber sido en algún momento cuna de la esperanza de transformación para muchos grupos de América Latina. Desde luego, la idea de un hombre fuerte, que ponga en orden a la nación y se encargue de los problemas, con autoritarismo usualmente, no es algo exclusivo de Nicaragua, pero sí lo es la terrible asociación que se estableció entre el sandinismo, un movimiento fundado sobre la rebeldía y con fines de liberación, y el somocismo, un sistema autoritario que gobernó Nicaragua a san- gre y fuego. La relación entre esos dos movimientos se volvió tan radical, que desde abril de 2018 hemos podido ver carteles de protesta por toda Nicaragua asegurando que: “Daniel y Somoza son la misma cosa” (Guerrero s.p.). ¿Cómo fue posible una asociación así? Entre el 2000 y el 2006, Nicaragua experimentó una verdadera crisis del partido liberal que llevó a que Daniel Ortega se lanzara, por quinta vez, a la are- na electoral y por fin consiguiera la anhelada silla presidencial desde que dejó el poder en las elecciones de 1990 (ver Kuant). El contexto era favorable para el discurso de izquierda del que Ortega se reclamaba representante. Durante la década de 1990, en América Latina afloró un discurso de transformación del Estado y de la economía que había sido creado por un grupo de economistas de la Universidad de Chicago, al mando de Milton Friedman. Bautizadas con el término “neoliberalismo”, esas recetas se implementaron en una Latinoamérica que salía de un periodo de dictaduras y gobiernos militares y que despertaba a la democracia amenazada por la posmodernidad y la crisis de las utopías sociales (ver Hopenhayn 77-154). En ese contexto, una serie de líderes políticos (espe- cialmente en Argentina, Brasil, Perú) llevaron adelante campañas electorales en las que se enfrentaban rotundamente a las reformas neoliberales. En sus discur- Istmo. Revista virtual de estudios literarios y culturales centroamericanos 36 (2018): 213-221. 216 David Díaz Arias Nicaragua rebelde y reprimida, 2018 sos electorales, tales políticos utilizaron una retórica populista que abrazaba al “pueblo”, utilizaba una jerga nacionalista y apuntaba por la protección de lo pro- pio en contra del imperialismo. Pero, en un tremendo vuelco que seguramente no hubieran predicho los especialistas, una vez que ganaron las elecciones, esos líderes abandonaron su discurso nacionalista y abrazaron las transformaciones neoliberales aplicándolas con prisa en lo que puede ser considerada como una tremenda “terapia de choque”. En gran medida, medios de comunicación como la televisión sirvieron para saltarse la mediación sindical que antaño era necesaria para llegar a los trabaja- dores, al tiempo en que el discurso de reforma neoliberal subrayaba la necesidad de apoyar los cambios en beneficio de los sectores más pobres. Tales estrategias se complementaron con visitas a los barrios pobres, la construcción de escuelas, la promoción de clínicas y la mejoría de vías de comunicación. Todas esas po- líticas pretendían afirmar un fuerte lazo entre el líder y su “pueblo” que permi- tiera crear el reconocimiento de las demandas populares en su labor y, al mismo tiempo, profundizar la reforma del Estado y privatizar las instituciones públicas, aprobar nuevas leyes de jubilación, romper los monopolios estatales y acercarse más al cumplimiento del Consenso de Washington. El problema para esos líderes populistas es que sus reformas neoliberales, dictadas desde el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, afirma- das por la Agencia Internacional de Desarrollo, y difundidas y defendidas por medios de comunicación de masa, tendieron a minar su propia capacidad de responder al “pueblo” al que interpelaban. En ese sentido, la reforma neoliberal se mostró incapaz de alimentar el desarrollo de las sociedades latinoamericanas y, al contrario, minó muchas de las principales instituciones de bienestar social, impactando a su vez a las clases media y baja, derruyendo los sistemas de edu- cación y de salud públicas y desamparando a los campesinos y a los productores nacionales en beneficio de grandes multinacionales. En gran medida, este com- portamiento alteró las imágenes de líderes como Menem y Fujimori y alentó, en el pico de la crisis, el enfrentamiento con el mundo de la política. Al mismo tiempo, algunos de esos líderes neoliberales fueron acusados por corrupción y se les abrieron procesos judiciales. Así, en medio de la crisis argentina de di- ciembre de 2001 la gente gritaba en contra de la clase política pidiendo “¡que se vayan todos, que no quede ni uno!”, una frase que si bien admitía un desinterés y hastío hacia los políticos, también evidenciaba un deseo por el retorno de las masas a la política (ver Carassai). Con eso, la gente, hastiada del tipo de papel de ciudadanía pasiva que le construyó el neoliberalismo, reclamó su poder de transformación histórica. Lo que se estaba contemplando en aquel momento era una de las manifesta- ciones más claras del rotundo fracaso del neoliberalismo en nuestro continente. Y en ese contexto, aparecieron nuevos movimientos sociales, vitales y alegres, que alentaron la movilización de grupos diversos en contra de las políticas que habían derruido y privatizado las instituciones estatales y habían enarbolado un discurso ultraconservador que llamaba a la desmovilización y al recato. Mu- chos de esos movimientos integraban actores tan diversos como los piqueteros Istmo. Revista virtual de estudios literarios y culturales centroamericanos 36 (2018): 213-221. Nicaragua rebelde y reprimida, 2018 David Díaz Arias 217 argentinos, los estudiantes chilenos que se alzaron contra el sistema de créditos privados para costear los estudios universitarios, grupos de ecologistas por do- quier, mujeres en las calles en la marcha de las putas y el movimiento de los sin tierra, entre otros. Como ha indicado recientemente Ana Esther Ceceña, el “fin del neoliberalismo se inicia cuando la medida de la desposesión toca la furia de los pueblos y los obliga a irrumpir en la escena” (122). Es en ese marco cuando Latinoamérica comenzó a dar un viraje hacia la izquierda. Así, entre finales del siglo XX y la primera década del XXI llegaron al poder líderes carismáticos que procedían de activos y combativos grupos de izquierda, a veces militares, a veces sindicalistas, a veces intelectuales, a ve- ces guerrilleros y a veces desde la Teología de la Liberación. Los nombres que procedían de esa lista eran: Hugo Chávez, Luiz Inácio Lula Da Silva, Dilma Rousseff, Evo Morales, Néstor Kirchner y su esposa Cristina, Tabaré Vasquéz, José Mujica, Michel Bachelet en su momento, Fernando Lugo y otros. Eran un grupo de políticos que se reclamaban herederos de la izquierda latinoamericana, se declaraban en contra del neoliberalismo y anunciaban una nueva era para la región. Ciertamente, Hugo Chávez era la cabeza de aquel movimiento que, sin embargo, era muy complejo y heterogéneo como lo indicara en su momento el analista Jorge Castañeda en lo que llamó “las dos izquierdas latinoamericanas”. Es en ese contexto que llegó al poder Daniel Ortega en Nicaragua. * Al ganar las elecciones, desde el 2007 Daniel Ortega declaró que el 50% del poder lo compartía con su esposa Rosario Murillo, quien se convirtió en vicepresidenta en el 2017, pero que ha actuado realmente como copresidente desde hace once años. Esa relación marital que se reparte el poder como lo hicieran en el pasado las monarquías o las dictaduras, ha sido catalogada por varios de sus críticos como un “binomio político”. El 16 de abril de 2017, el diario nicaragüense Confidencial caracterizó la dupla en el poder y la forma en que se dividían su accionar y sus decisiones, hasta un punto en que nada de lo que pasaba en Nicaragua se le escapaba a Ortega y nada de lo referente a Ortega se le escapaba a Murillo (ver Confidencial). Así era. Desde su elección de 2007, Ortega comenzó a concentrar poder en el Ejecutivo, el Judicial y el Legislativo hasta que llegó a dominar todos los poderes de la república. En su afán de concentración de poder, el binomio pre- sidencial no temió en afectar la democracia nicaragüense. Para hacerlo, contó con una entrada de dinero valiosísima que procedía de la colaboración de la Venezuela de Hugo Chávez y que algunos medios internacionales críticos del régimen (ver Adams y Miranda s.p.) han calculado en un monto de 4,400 millo- nes de dólares recibidos entre el 2008 y el 2015. Ese dinero se ha utilizado a discreción del gobierno y algunos reportajes hablan de que el espacio institucional para hacerlo ha sido Albanisa, una em- presa creada en el contexto de la hoy ya debilitada Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA). Gracias a eso, la pareja presidencial Istmo. Revista virtual de estudios literarios y culturales centroamericanos 36 (2018): 213-221. 218 David Díaz Arias Nicaragua rebelde y reprimida, 2018 controla canales de televisión, estaciones de radio y portales digitales de Nicara- gua. El 29 de noviembre de 2016 el diario El País de España mostró la telaraña de poder que se estructura debajo del dúo presidencial, de forma que denotó el nepotismo en la repartición de puestos y dinero, pero también describió la forma en que varios antiguos líderes sandinistas se han beneficiado de los periodos presidenciales de Ortega (ver Salinas). En agosto del 2016, el periódico costarricense La Nación preguntó al desta- cado escritor nicaragüense Sergio Ramírez, ¿cuál era la estructura que mantenía a Daniel Ortega en el poder? Ramírez, quien ha sido un destacado crítico del régimen desde su inicio y no ha tenido pelos en la lengua ni en la pluma para de- nunciar el autoritarismo con que actúan Ortega y Murillo, no temió en afirmar: El control total de las instituciones civiles y militares, y el control social de la po- blación; más la complicidad de un estrato político tradicional que vive del juego de prestarse al papel de zancudo, que es como se llama en Nicaragua a quienes chupan la sangre del presupuesto nacional (Alfaro s.p.). Así, durante el régimen Ortega-Murillo no solo se reprodujeron las peo- res versiones de la cultura caudillista latinoamericana, sino que se conjugó eso con un conjunto de personas que aprovecharon la coyuntura para llevar agua a sus pozos. Esa estructura produjo además espejos brillantes que simulaban oro, como se denota en la expresión del taxista que veía en la promesa de un canal chino la realización de aquel sueño que ha estado en el imaginario nacio- nal nicaragüense desde el siglo XIX, como muy bien lo estudió la historiadora Frances Kinloch Tijerino. La concentración de poder político, económico y de los medios de comu- nicación llevó a que fuera muy difícil, sin enfrentar a todo el aparato orteguista, de que alguien alzara la voz por la forma acelerada en que se carcomían sus instituciones democráticas. Uno de los golpes más serios a esa institucionalidad ocurrió en las elecciones del 2016, cuando se planificó y aplicó una estrategia para que Murillo fuera electa vicepresidenta de la república. Muchos desde fue- ra no imaginábamos que la tierra de Sandino pudiera despertar del trance en que la tenían Ortega y Murillo. Irremediablemente, desde afuera, el país que había combatido a los marines estadounidenses y a su herencia más directa que fue la Guardia Nacional, aparecía como un manso cordero rendido a los pies de un pastor con pocos escrúpulos. * Pero llegó el despertar y fue imprevisto y arrollador. La chispa que prendió la mecha de una gran bomba social fue la reforma al sistema de seguridad so- cial planteada por el Ejecutivo que llevó a una serie de protestas que iniciaron el 18 de abril del 2018 y que se han extendido hasta hoy (ver Ramírez). Desde el inicio de esa valerosa protesta, liderada por jóvenes estudiantes y muy pron- to acuerpada por barrios populares, la represión violenta fue la respuesta del gobierno. Así, medios de comunicación independientes fueron cerrados por el Istmo. Revista virtual de estudios literarios y culturales centroamericanos 36 (2018): 213-221. Nicaragua rebelde y reprimida, 2018 David Díaz Arias 219 gobierno, la policía actuó desde el principio con mucha fuerza y fieles seguido- res orteguistas se sumaron a la violencia, a veces como juventud sandinista y luego como verdaderos grupos paramilitares. Rosario Murillo se convirtió en la voz del Ejecutivo en toda esa crisis y dejó ver su poder político y autoritario sin sigilo (ver Armunia Berges). La brava rebelión no ha sido perdonada por el régimen. A pesar de que se abrieron espacios para el diálogo, finalmente los días en que se trató de pactar un cese al fuego, el gobierno arreció la represión sumando nuevas muertes a la que es ya una considerable lista de personas que han dado su vida por el país. Pero lo que debe molestar más al régimen deben ser los barrios pobres que tra- dicionalmente han sido sandinistas, como Monimbó (en Masaya) alzado desde el 20 de abril, y cuyos residentes levantaron trincheras y enfrentaron sin temor y con las manos a la sangrienta represión. No obstante, a inicios de julio del 2018, las huestes de Ortega controlaron ese lugar (ver Lafuente y Salinas). Es cierto que el régimen de Ortega invirtió parte de los fondos recibidos desde Venezuela en programas sociales que ayudaron mucho a esos barrios. Seguramente por eso, Ortega no les debe perdonar que, enfrentando su autoridad, esos pobres se preocupen por la democracia y se alzaran con pasión como lo hicieron en 1979. Las formas de ataque a los que protestan se han diversificado mucho. Una pobre familia del barrio Carlos Marx de Managua fue incinerada dentro de su casa por negarse a colaborar con la represión. Cuatro adultos y dos bebitos mu- rieron en ese terrible hecho. Asimismo, la ciudad de Masaya estuvo bajo fuego de paramilitares y antimotines dirigidos por el régimen Ortega-Murillo desde el 19 de junio, cuando parecía que le ocurriría a esa ciudad lo mismo que a Grana- da en 1856. 15 menores de edad habían perdido la vida para el 20 de junio por culpa de la represión. Múltiples videos hechos con celulares temblorosos nos han mostrado a jóvenes corriendo y escapando de las balas de morteros, a orte- guistas saltando sobre cuerpos de los alzados y a mujeres haciendo cacerolazos y siendo reprimidas por eso. En fin, la imaginación de los que se han alzado ha sido superada por las formas de represión implementadas por el régimen. El 14 de octubre, críticos de Ortega señalaron que había comenzado una nueva etapa de la represión presidencial al criminalizar la protesta política (ver Guillermo/ Cuero Vandálico). Hacia finales de noviembre se contabilizaban 545 muertos producidos por la represión (ver El Diario de Hoy). En las primeras semanas de las protestas existía la posibilidad de diálogo. Así, la Alianza Cívica intentó un acercamiento y logró incluso que el régimen aceptara la llegada de organismos internacionales que fiscalizaran lo que ocu- rría en Nicaragua. Ese fue un gran logro del movimiento social. No obstante, el gobierno impidió la llegada de esos representantes o los expulsó del país a fines de agosto del 2018 (ver AFP). La crisis tendió a agudizarse a fines del año. El 7 de diciembre de 2018 la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) alertó a la comunidad internacional sobre una intensificación de la re- presión orteguista contra los disidentes. En ese contexto de denuncia, Madelaine Caracas, representante de Iniciativa Nicaragüense de Defensoras, indicó a la prensa internacional: “Estamos ante un Gobierno que tiene todos los espacios Istmo. Revista virtual de estudios literarios y culturales centroamericanos 36 (2018): 213-221. 220 David Díaz Arias Nicaragua rebelde y reprimida, 2018 coartados, tiene todos los poderes y un total uso de la fuerza para acabar con las instituciones en el país” (EFE s.p.). * ¿Es posible una Nicaragua nueva sin que el binomio presidencial renuncie a su poder político? Muy difícilmente. ¿Tiene futuro Nicaragua? Por ahora, no se vislumbra una solución ni una salida real a esta gran crisis política. Es cierto que la patria de Sandino, como él mismo lo constató, tiene más de cien hombres y cien mujeres que la aman de corazón y que están dispuestos a restaurar su so- beranía absoluta. Pero las muertes, la represión y los presos políticos continúan creciendo. Lo más lamentable, es que sea uno de los que se declararon sandi- nistas y combatieron a Somoza y luego a la Contra, quien haya llevado el país a esta situación. Ortega será juzgado por la Historia, pero no podrá reclamar ser absuelto por ella. En todo caso, ya ha sido juzgado por el pueblo nicaragüense y eso no tiene marcha atrás, como muy bien lo supo el mismo Somoza. Por el mo- mento, empero y siguiendo un poema de Rubén Darío: “El alba aún no aparece en su gloria de oro” (80). Obras citadas y fuentes consultadas Adams, David, y Gilberto Miranda. “Daniel Inc: Cómo Daniel Ortega financió una dinastía polí- tica en Nicaragua”. Univisión Noticias 5 de mayo 2018. Web. AFP. “Gobierno de Daniel Ortega expulsa a misión de la ONU de Nicaragua”. La Nación 31 de agosto 2018. Web. Alfaro, Ximena. “Sergio Ramírez: ‘Daniel Ortega ganará, no me cabe duda’”. La Nación 4 de agosto 2016. Web. Armunia Berges, Cristina. “Daniel Ortega y Rosario Murillo: poesía, represión y muerte en Nica- ragua”- El Diario 7 de octubre 2018. Web. Carassai, Sebastián. “The Noisy Majority: An Analysis of the Argentine Crisis of December 2001 from the Theoretical Approach of Hardt & Negri, Laclau, and Žižek”. Journal of Latin Ame- rican Cultural Studies 16.1 (2007): 45-62. Impreso. Castañeda, Jorge. “Las dos izquierdas latinoamericanas”. Project Syndicate 21 de diciembre 2004. Web. Ceceña, Ana Esther. “Postneoliberalismo o cambio civilizatorio”. América Latina y el Caribe: Escenarios posibles y políticas sociales. Ed. Theotonio Dos Santos. Montevideo: FLACSO, 2001. 121-131. Impreso. Darío, Rubén. “Epitalamio bárbaro”. Prosas Profanas. Barcelona: Red Ediciones S.L., 2018. 80. Impreso. EFE. “La CIDH alerta de una ‘intensificación’ de la represión en Nicaragua”. 14 y medio 7 de diciembre 2018. Web. El Confidencial. “Los anillos del poder y los operadores de Ortega y Murillo”. El Confidencial 16 de abril 2017. Web. El Diario de Hoy. “Estados Unidos sanciona al régimen de Ortega por la represión”. El Diario de Hoy 28 de noviembre 2018. Web. Istmo. Revista virtual de estudios literarios y culturales centroamericanos 36 (2018): 213-221. Nicaragua rebelde y reprimida, 2018 David Díaz Arias 221 Guerrero, María José. “Ortega y Somoza son la misma cosa”. El Comercio 12 de junio 2018. Web. Guillermo/Cuero Vandálico. “La cuarta fase de la represión del régimen Ortega/Murillo”. El Pe- riódico 14 de octubre 2018. Web. Herrera U., Mauricio. “Nicaragua: los migrantes de la revolución”. Revista Dominical (La Na- ción) 11 de julio 2004. Web. Hopenhayn, Martin. No Apocalypse, No Integration: Modernism and Posmodernism in Latin America. Durham: Duke University Press, 2001. Impreso. Kagan, Robert. A Twilight Struggle: American Power and Nicaragua, 1977-1990. New York: Free Press, 1996. Impreso. Kinloch Tijerino, Frances. Identidad y cultura política (1821-1858). Managua, Nicaragua: Banco Central de Nicaragua, 1999. Impreso. Kinzer, Stephen. Blood of Brothers: Life and War in Nicaragua. London: Harvard University Press, 2007. Impreso. Kuant, Elia María. Nicaragua: partidos políticos y elecciones 1990. Managua, Nicaragua: Coor- dinadora Regional de Investigaciones Económicas y Sociales, 1991. Impreso. Lafuente, Javier, y Carlos Salinas. “Ortega asegura que el Ejército controla Masaya, feudo de la oposición en Nicaragua”. El País 18 de julio 2018. Web. Ramírez, Sergio. “¿Cómo empezó todo esto?” El Tiempo 20 de septiembre 2018. Web. Salinas, Carlos. “El círculo familiar del poder en Nicaragua”. El País 29 de noviembre 2016. Web. Zimmermann, Matilde. Sandinista: Carlos Fonseca and the Nicaraguan Revolution. Durham: Duke University Press, 2004. Impreso. Istmo. Revista virtual de estudios literarios y culturales centroamericanos 36 (2018): 213-221.