Revista de Historia de América Núm. 149 julio-diciembre 2013:151-169 ECOS DE UN GOLPE EN “LA NACIÓN MODELO DE CENTROAMÉRICA”: LA CAÍDA DE JACOBO ARBENZ, UNA INVASIÓN Y LA PRENSA COSTARRICENSE, 1954-1955 David DÍAZ ARIAS* Alexia UGALDE** Recibido el 24 de abril de 2014; aceptado el 15 de marzo de 2015 Abstract This essay studies how the Costa Rican media informed about the coup d’état against the Guatemalan President Jacobo Arbenz in 1954 and the reports they used to make it. It analyses the international discourses the media published about the causes of the coup and how the political actors who participated in Arbenz’s overthrowing. This paper also goes deep into the effects of that coup in Costa Rican political actors who opposed José Figueres Ferrer (1953-1958) and how that event propelled an invasion to Costa Rica in January of 1955. Key words: Coup d’état of 1954, Guatemala, Costa Rican Media, Cold War. Resumen Este artículo inspecciona la forma en que la prensa costarricense informó sobre el golpe de Estado de 1954 contra el presidente guatemalteco Jacobo Arbenz y los tipos de reportes que utilizó para hacerlo. Se inspeccionan las formas del discurso internacional que se reprodujeron en esa prensa acerca de las causas del golpe y las maneras en que los medios costarricenses die- ron espacio para hablar sobre los actores que participaron en la caída de * Ph.D. en Historia por Indiana University, Estados Unidos. Profesor catedrático de Histo- ria de la Universidad de Costa Rica. ** Bachiller en Historia por la Universidad de Costa Rica y estudiante de la Maestría en Historia de esa casa de estudios. David Díaz Arias y Alexia Ugalde Ecos de un golpe en “la nación modelo… Arbenz. Asimismo, se exploran los efectos del golpe contra Arbenz en los ánimos de algunos actores políticos costarricenses que se oponían al go- bierno de José Figueres Ferrer (1953-1958) y cómo aquel acontecimiento alimentó una invasión a Costa Rica en enero de 1955. Palabras clave: Golpe de 1954, Guatemala, prensa, Costa Rica, Guerra fría. Este artículo inspecciona la forma en que la prensa costarricense informó sobre el golpe de Estado de 1954 contra el presidente guatemalteco Jacobo Arbenz y los tipos de reportes que utilizó para hacerlo. Así, se inspeccionan tanto las formas del discurso internacional que se reprodujeron en esa prensa acerca de las causas del golpe, como las maneras en que los medios costarricenses dieron espacio para las noticias acerca de la situación en Gua- temala y sobre los actores que participaron en la caída de Arbenz. Asimis- mo, se exploran los efectos del golpe contra Arbenz en los ánimos de algunos actores políticos costarricenses que se oponían al gobierno de José Figueres Ferrer (1953-1958) y cómo aquel acontecimiento alimentó una invasión a Costa Rica en enero de 1955. En ese sentido, tales discursos so- bre el golpe contra Arbenz y sobre la administración de Figueres, ocurrieron en una sociedad costarricense que pasaba por un periodo muy particular y que intentaba recuperarse de unos años muy críticos de enfrentamiento polí- tico y social. La Costa Rica que miró, no tan de lejos, el golpe a Arbenz, era una so- ciedad que se encontraba todavía sintiendo las consecuencias de la conflic- tiva década de los cuarenta y de la guerra civil de 1948.1 De hecho, los primeros años de la década de los cincuenta amenazaban con ser tan violen- tos como la década pasada. Tres factores se oponían a la consecución de la paz: en primer lugar, la sociedad costarricense seguía estando dividida y enfrentada por efecto de las identidades políticas que se construyeron en el periodo 1940-1948, por la guerra civil, por el periodo de represión y por el discurso dominante con respecto a la forma de interpretar esos sucesos. En segundo lugar, los planes de invasión al país de los calderonistas (per- dedores de la guerra civil) alimentaban nuevas relaciones políticas y tam- bién alentaban la lucha de los bandos. En tercer lugar, el uso del término comunista como forma de desprestigio político se convirtió en algo común 1 Los procesos de violencia de aquella década de los cuarenta en la sociedad costarricense se exploran en varias obras. Para dos ejemplos, véase Bell, John Patrick, Crisis in Costa Rica: the Revolution of 1948, Austin, University of Texas Press, 1971, y Solís, Manuel, La institucionalidad ajena. Los años cuarenta y el fin de siglo, San José, Costa Rica, Edi- torial de la Universidad de Costa Rica, 2006. 152 Revista de Historia de América Núm. 149 julio-diciembre 2013 para el discurso de descalificación de los bandos políticos. Estos elementos hicieron de la década de los cincuenta un periodo de inestabilidad.2 José Figueres, quien había llevado adelante un levantamiento contra el gobierno de Teodoro Picado en 1948 y había encabezado la llamada Junta Fundadora de la Segunda República entre mayo de 1948 y diciembre de 1949, ganó las elecciones de 1953 y se convirtió en presidente del país. Esta administración de Figueres, a la postre, sería de una extrema tensión. Charles Ameringer ha mostrado los problemas que el gobierno de Figueres tuvo que enfrentar. Entre ellos, en junio de 1954, Figueres obligó a la Unit- ed Fruit Company (UFCO) a renegociar un nuevo contrato. La esperanza de Figueres al respecto, era obtener una división en la proporción de 50-50 en las ganancias de la compañía, pero no pudo lograr esta meta, aunque la UFCO firmó al final un contrato que subía a 30% el impuesto sobre sus ganancias.3 Esa negociación hizo que sectores conservadores en Washington acusaran a Figueres de ser comunista; pero Figueres tenía el apoyo de otros actores políticos estadounidenses que lo defendían como demócrata. Como ha señalado Kyle Longley, “la convergencia en la cultura política entre el PLN [Partido Liberación Nacional, de Figueres] e importantes grupos e indi- viduos en Estados Unidos ayudaron en los intentos figueristas de promover políticas nacionalistas controversiales a la vez que conservaba el apoyo estadounidense al tomar el poder en 1953”.4 Figueres se las ingenió para combinar ese apoyo con el discurso oficial del PLN que aseguraba que el levantamiento de 1948 había sido contra un gobierno comunista, para rehusar asistir a la Décima Conferencia Internac- ional de Estados Americanos que se llevó a cabo en Venezuela en marzo de 1954. Figueres incluso llamó a otros países a boicotear esa reunión que era organizada por Washington con la intención de condenar al gobierno pro- gresista de Jacobo Arbenz en Guatemala. John Dulles, el Secretario de Es- tado, estaba furioso con Figueres. Además, en mayo de 1954 Figueres rompió con Otilio Ulate (con quien había compartido luchas en 1948 cuan- do Ulate se lanzó a las elecciones presidenciales) porque la Asamblea Le- gislativa —dominada por diputados liberacionistas— votó en contra de una reforma para reducir de ocho a cuatro años el intervalo de tiempo que de- bían esperar los ex presidentes para poder aspirar a ser reelegidos. Ulate (presidente de 1949 a 1953) había presentado esa reforma con la intención de postularse para las elecciones de 1958. Al ver truncado su deseo, Ulate 2 González Ortega, Alfonso, Mujeres y hombres de la posguerra costarricense (1950- 1960), San José, Costa Rica, Editorial de la Universidad de Costa Rica, p. 7, 2005. 3 Ameringer, Charles D., Don Pepe: A Political Biography of José Figueres of Costa Rica, Albuquerque, University of New Mexico Press, pp. 113-114, 1978. 4 Longley, Kyle, The Sparrow and the Hawk: Costa Rica and the United States during the Rise of José Figueres, Tuscaloosa, University of Alabama Press, p. 124, 1997. 153 David Díaz Arias y Alexia Ugalde Ecos de un golpe en “la nación modelo… acusó a Figueres de ser un ambicioso y Figueres respondió que él había apoyado a Ulate en 1948, aún a pesar de la debilidad de Ulate, y que ya estaba cansado de estarlo salvando. Después de este incidente, Ulate y Figueres comenzaron a atacarse mutuamente. Pero Ulate no estaba solo; desde el periódico La Nación, varios grandes empresarios se empeñaron en criticar las reformas económicas de Figueres.5 De esa forma, Figueres aspiraba a convertirse en un líder de las demo- cracias latinoamericanas, enfrentando, aunque en forma ambigua en su dis- curso,6 tanto al Departamento de Estado como a la UFCO. Por ese posicio- namiento y por los nexos que había desarrollado Figueres con el gobierno guatemalteco de Juan José Arévalo (quien lo ayudó con armas y hombres en la guerra civil de 1948)7 y luego con el de Arbenz, las noticias que se repro- ducían en Costa Rica acerca de la situación en Guatemala tenían un impacto directo sobre la opinión pública. Las referencias a la situación política en Guatemala que aparecen hacia inicios de junio de 1954 en la prensa costarricense, dan muestras claras de un discurso anticomunista no solo en operación, sino ya calculado en cuanto los términos que utilizaba. Uno de los usos del vocabulario más representa- tivos de ese cálculo, es la metáfora del comunismo como una enfermedad (un virus) y la potencialidad de que se extendiera para “contaminar” a los otros cuerpos (países) cercanos.8 Así, la Guatemala de Arbenz fue entendida como un espacio del que se habían apoderado los rojos comunistas y que amenazaba a sus vecinos. Al respecto, un autor anónimo escribió en el dia- rio costarricense La Nación: “La obra que realizan los comunistas guatemal- tecos siguiendo constantes lecciones de Moscú, ha producido una especie de ‘virus…’, que ya no controla el gobierno”.9 Justo en ese sentido, unos días después, el mismo diario reproducía las palabras del general Carlos Castillo 5 Ameringer, Don Pepe: A Political Biography of José Figueres of Costa Rica, pp. 116- 117; Bowman, Kirk S., “¿Fue el compromiso y consenso de las élites lo que llevó a la consolidación democrática en Costa Rica? Evidencia de la década de 1950”, en Revista de Historia, núm. 41, enero-junio, pp. 101-102, 2000. 6 Ibidem. 7 En diciembre de 1947, Figueres firmó en Guatemala el “Pacto del Caribe” que llamaba a luchar contra las dictaduras del Caribe. Figueres convenció a Arévalo y los otros firman- tes de que Costa Rica debía ser el primer lugar para emprender esa lucha. Véase Aguilar Bulgarelli, Oscar, Costa Rica y sus hechos políticos de 1948. Problemática de una déca- da, San José, Costa Rica, Editorial Costa Rica, pp. 307-312, 1978 y Argüello, Rosendo, Quiénes y cómo nos traicionaron, México, pp. 118-122, 1954. 8 Muchos trabajos discuten cómo el discurso anticomunista creó representaciones del co- munismo como una enfermedad. Para un ejemplo que discute esto en el caso de los Esta- dos Unidos, véase Hendershot, Cynthia, Anti-Communism and Popular Culture in Mid- Century America, Jefferson, N.C., McFarland, 2003. 9 “El gobierno de Guatemala y los comunistas”, La Nación, 1 de junio de 1954, p. 6. 154 Revista de Historia de América Núm. 149 julio-diciembre 2013 Armas que insistían en ver su país como portador un padecimiento que podía contaminar Centroamérica, aunque el general guatemalteco lo pre- sentaba en términos de una planta que crecía amenazante: “Véanse los países hermanos en el espejo de nuestra humillada patria. No dejen que en su tierra arraigue la mala semilla del comunismo, que se infiltra y extiende corrompiéndolo todo”.10 La visión de una semilla plantada que generaba desasosiego, sirvió para dar aliento a las informaciones que comenzaron a enfatizar en la noticia acerca de una “represión” en Guatemala, que era emprendida por el go- bierno que se defendía del golpe. Así lo hizo La Nación el 20 de junio de 1954 al informar: Siendo imposible alojar en cárceles y cuarteles al gran número de presos polí- ticos detenidos en las últimas horas, el Gobierno y las brigadas han converti- do en prisión el viejo e inadecuado cuartel del Aceituno. Han sido contratados doscientos guardias judiciales, reclutados entre gente de los sindicatos y célu- las comunistas… Como ya los presos no caben en las cárceles y cuarteles se habla de campos de concentración que están siendo construidos apresurada- mente.11 Esta noticia, como queda en evidencia, presentaba a Arbenz como repre- sor de su pueblo y como el dirigente de un proyecto que utilizaba sindicalis- tas y comunistas para emprender la represión. Por supuesto, este discurso sobre la enfermedad y la mala hierba tenía un fin justificador muy claro: asegurar la cura contra el mal; es decir, legitimar las fuerzas que llevaban adelante la invasión contra Arbenz. Las noticias al respecto aparecieron en relación con las que advertían los “peligros” de la contaminación roja. Así lo anotaba La Nación al reproducir noticias sobre la situación guatemalteca a finales de junio: “Existe la sensación clara y definida de que no será posi- ble desplazar al gobierno comunizante de Arbenz sin una sangrienta y en- carnizada lucha”.12 De esa forma, muchas de las noticias que circularon en Costa Rica sobre la situación guatemalteca, intentaron otorgar un sostén moral a lo que ya se anunciaba como un proceso sangriento y encarnizado. ¿Pero quién produciría la carnicería anunciada? Muchos de los reportes que publicó La Nación culparon a Arbenz de pretender tal cosa.13 Al mismo tiempo, una vez que se reportaron los eventos relacionados con el golpe, hubo un intento por darles la voz a las tropas de Castillo Ar- 10 “Por la Patria y la Religión”, La Nación, 9 de junio de 1954, p. 1. 11 “Sensacionales informes de Guatemala”, La Nación, 20 de junio de 1954, p. 48. 12 Ibidem. 13 “El ejército contra Arbenz”, La Nación, 15 de junio de 1954, p. 5. 155 David Díaz Arias y Alexia Ugalde Ecos de un golpe en “la nación modelo… mas, con el fin de que enfatizaran que su cruzada no era sangrienta, sino libertadora. Por eso, se publicaron informaciones como esta que apareció el 24 de junio: El coronel Narciso López comandante de la Liberación en la zona de Esqui- pulas, dijo que la ocupación de la población había costado solo la vida de dos civiles a quienes calificó de comunistas y quienes, según afirmó, sacaron sus cuchillos al ver aproximarse a los revolucionarios, siendo muertos a tiros por estos últimos.14 Obviamente, lo que se pretendía con esa representación era no solo presentar un levantamiento limpio y con pocas bajas, sino también enfatizar la idea de que el gobierno de Arbenz no era defendido por el pueblo guate- malteco, sino solamente por comunistas armados. Otra información similar publicada en La Nación el 25 de junio enfatiza en eso: Informes procedentes del cuartel general de Castillo Armas en territorio gua- temalteco desmienten las afirmaciones de que sus tropas han ejercido represa- lias en contra de prisioneros de guerra y menos contra elementos civiles. Nuestra lucha, dijo el portavoz del jefe de la revolución, no es contra el pue- blo ni contra la parte sana del ejército nacional sino contra el comunismo an- ticristiano y enemigo de la patria guatemalteca.15 Por supuesto, ese discurso religioso servía para presentar aquel golpe como una cruzada cristiana. Pero también, para enfatizar el “patriotismo” de los golpistas y su carácter democrático. De hecho, el énfasis en la imagen de Castillo Armas como anticomunista y de su lucha como un proyecto demo- crático que rescataría a Guatemala, ya había aparecido también a inicios de junio de 1954, cuando la prensa costarricense informó sobre un intento de secuestro de Castillo Armas, para eliminarlo.16 En ese sentido, justo en el momento en que se afirmaba la imagen de Arbenz como totalitario y como el “tirano” al frente de un gobierno comunista, parte de la prensa costarri- cense reproducía la información internacional que intentaba presentar a Castillo Armas como un patriota y como un héroe. El otro lugar en que se construyó tal imagen fueron las informaciones que circularon en Costa Rica sobre el debate en la Organización de Naciones Unidas (ONU) que suscitó el golpe. En ese plano, en Costa Rica 14 “Habla Castillo Armas”, La Nación, 24 de junio de 1954, p. 21. 15 “45 poblaciones bombardeadas y ametralladas”, La Nación, 25 de junio de 1954, p. 8. 16 “Complot para asesinar al líder guatemalteco anticomunista coronel Castillo Armas”, La Nación, 1 de junio de 1954, p. 7; “Autoridades guatemaltecas habrían planeado intento para secuestrar líder anticomunista”, La República, 1 de junio de 1954, p. 1. 156 Revista de Historia de América Núm. 149 julio-diciembre 2013 circularon dos tipos de información; por un lado, se daba cuenta de los in- tentos del Ministro de Relaciones Exteriores de Guatemala, Guillermo To- riello, por pedir la intervención de la ONU para esclarecer “el verdadero motivo tras la agitación” contra Guatemala.17 Por otro lado, se reproducía el discurso de los opositores a Arbenz que en la ONU eran representados por Henry Cabot Lodge, el embajador de los Estados Unidos, y por algunas naciones latinoamericanas. En ese segundo discurso, se planteó la idea de que en Guatemala la que dominaba era la Unión Soviética y que, en un len- guaje muy propio de la Guerra fría, lo que allí ocurría era una “conspiración soviética para inmiscuirse en el hemisferio occidental”.18 Tal visión quedó impresa en la información publicada en La Nación acerca de lo que había dicho Guillermo Sevilla Sacasa, embajador de Nicaragua en la ONU: “Rusia está prestando apoyo al gobierno de Guatemala y la razón de que Guatemala haya apelado a las Naciones Unidas es que no hay ningún Soviet en la Amé- rica Latina”.19 De esa manera, el discurso informativo que circuló en Costa Rica en el periódico La Nación antes de la caída de Arbenz, consistió en una serie de reportajes que enfatizaban en la idea de que en Guatemala reinaba el co- munismo y que Arbenz era acuerpado por la Unión Soviética como parte de un plan por desestabilizar a las naciones de occidente. En ese sentido, el gobierno de Arbenz fue presentado como negativo para la región cen- troamericana y se corrió la visión de que el “comunismo” guatemalteco podría contaminar a las naciones del istmo. Al mismo tiempo, las fuerzas golpistas de Castillo Armas fueron presentadas como fuerzas pacíficas que casi no enfrentaban ninguna oposición y que llevaban adelante una acción patriótica que consistía en aniquilar “comunistas”. ¿Qué se dijo en Costa Rica acerca de la caída de Arbenz? El diario costa- rricense La República, informó el 1 de junio de 1954: Los matutinos informaron hoy que las autoridades aparentemente han descu- bierto una conspiración en contra del gobierno del presidente Jacobo Arbenz la cual estaría dirigida desde Tegucigalpa, Honduras, por el ex coronel Carlos Castillo Armas, un exiliado que ha sido calificado del ‘enemigo número 1 del gobierno de Guatemala’ […] El gobierno ha acusado repetidamente a Castillo 17 “Siguen los arrestos de elementos anticomunistas en Guatemala”, La Nación, 2 de junio de 1954, p. 12; “Un grave error del gobierno de Guatemala”, La Nación, 22 de junio de 1954, p. 4; “Guatemala presentó una segunda apelación ante el consejo”, La Nación, 23 de junio de 1954, p. 10. 18 “Activísima la aviación”, La Nación, 23 de junio de 1954, p. 4. 19 “Habla Castillo Armas”, La Nación, 24 de junio de 1954, p. 21. 157 David Díaz Arias y Alexia Ugalde Ecos de un golpe en “la nación modelo… Armas de intentos de invasión de Guatemala desde Honduras, apoyado por el Presidente Anastasio Somoza, de Nicaragua.20 En muchos sentidos, las causas de la caída de Arbenz fueron diseñadas en los informes de prensa que se publicaban en Costa Rica, para evitar hablar de los procesos que ocurrieron en Guatemala desde 1944 y el signifi- cado que, desde aquel momento, habían tenido las transformaciones al inte- rior del país centroamericano. A tono con la idea de que Arbenz era comunista, las causas del golpe se buscaron en esa identidad, hasta un punto en que se culpó a Arbenz del golpe mismo. Así lo presentó un artículo en La Nación: La economía guatemalteca gira alrededor del consumo que hacen los Estados Unidos de sus productos, y el enfrentamiento que tiene planteado el gobierno de Arbenz, con el país del norte, no tan sólo puede impedir el desarrollo del progreso económico del país, si no le puede crear una grave situación de in- mediato, que repercuta en la protesta de la ciudadanía.21 Ya el 19 de junio, La República publicó noticias acerca del golpe en ejecución, citando al Departamento de Estado de los Estados Unidos y ca- racterizando el acontecimiento como “un serio levantamiento revolu- cionario”.22 En ese intento por producir una atmósfera adversa a Arbenz, parte de la prensa costarricense reprodujo informaciones que insistían en culpar al presidente guatemalteco por lo ocurrido. Así, circuló un mensaje anónimo en la sección “De Centroamérica” de La Nación que decía: Señor Presidente de Guatemala voy a hablarle al oído. Váyase, tenga usted es- te gesto ante la historia, porque ya le decíamos en comentarios anteriores des- de estas mismas columnas que si se iniciaban los fuegos estaba usted caído. Hoy le decimos más, no podrá usted sostenerse. El enemigo es superior. Si usted se considera un buen demócrata no permita que la democracia sufra otra derrota. Le habla un demócrata enfrentado naturalmente con la cosa rusa, por el hecho de ser demócrata… El golpe está madurado... Ha cometido usted imprudencias mal aconsejadas por quien nada arriesgaba. Váyase antes de que la hecatombe tome en su país proporciones gigantescas […] Su pueblo lo bendecirá, al saber que usted no los obliga a pelear entre hermanos.23 20 “Conspiran contra gobierno de Guatemala”, La República, 1 de junio de 1954, p. 2. 21 “El gobierno de Guatemala y los comunistas”, La Nación, 1 de junio de 1954, p. 6. 22 “Invadida Guatemala”, La República, 19 de junio de 1954, p. 1. 23 “Señor Arbenz deje el poder”, La Nación, 20 de junio de 1954, p. 50. 158 Revista de Historia de América Núm. 149 julio-diciembre 2013 En esa misma sección, otro mensaje anónimo insistía en crear el vínculo de Arbenz con la Unión Soviética y en reducir las causas del golpe a la in- fluencia comunista sobre el presidente guatemalteco: Los revolucionarios recibirán todo el apoyo que sea necesario para derrocar al gobierno de Arbenz, y el heroísmo a que quiere apelar el actual presidente chapín, lo condenan los historiadores contemporáneos y tampoco se lo reco- nocerán los futuros por sus abiertas concomitancias con la Unión Soviética.24 Fue tal el tipo de información que publicó La Nación sobre Guatemala, que el mismo Castillo Armas se refirió a ella. En entrevista realizada por cuatro costarricenses a Castillo Armas y publicada en La Nación del 19 de junio de 1954, el general guatemalteco indicó: Quiero aprovechar su visita, nos dijo, para agradecer la forma en que la pren- sa costarricense y especialmente “LA NACIÓN” han acogido las publicacio- nes que se refieren al movimiento patriótico y anticomunista guatemalteco. Tengo aquí los ejemplares del periódico en que se reproduce nuestro mani- fiesto y las palabras de aliento que allí se consignan para nosotros son un es- tímulo más en esta lucha reivindicadora en la que sentimos que todos los hermanos de Centroamérica nos acompañan con sus votos y con sus deseos fervientes de que extirpemos el foco comunista que pone en gravísimo peligro la unidad continental y se ha constituido en instrumento servil del imperialis- mo soviético. Dios ha de querer que en esta cruzada que emprendemos por la civiliza- ción occidental y por la defensa de las libertades y principios cristianos, al- cancemos el triunfo con el menor sacrificio de vidas que sea posible. Los que han traicionado a nuestro pueblo saben que sus horas están contadas y que no podrán sostenerse por más tiempo en el poder. No nos anima ambición perso- nal alguna; no queremos más que restablecer en Guatemala un gobierno de- mocrático, auténticamente chapín, sin influencias sovietizantes, en fraternal convivencia con todos los pueblos de América y en atenta vigilancia para im- pedir que vuelva a germinar en tierra guatemalteca la mala semilla del comu- nismo antipatriótico y disociador.25 No obstante, junto a ese discurso que se acercaba a la legitimación de Castillo Armas, La República (un diario pro-Figueres) también dio espacio a una versión diferente que intentó dar crédito al gobierno guatemalteco y señalar los intereses estadounidenses y empresariales en el golpe. De se- guro, en ese empeño La República daba herramientas que servían al mismo 24 Ibidem. 25 “Comenzó la Batalla de Guatemala”, La Nación, 19 de junio de 1954, p. 10. 159 David Díaz Arias y Alexia Ugalde Ecos de un golpe en “la nación modelo… gobierno de Figueres para justificar su posición sobre la UFCO y sobre la campaña anti-Arbenz que se producía desde Washington. Así, este diario dio espacio a la información que venía de otras agencias noticiosas más allá de la cortina de hierro y, con eso, balanceó lo que afirmaban otros medios de prensa. De esa forma, ese diario publicó información del encargado de negocios de Guatemala en Estados Unidos, alegando que su gobierno tenía pruebas de que la UFCO había aportado fondos para costear lo que llamó “esta operación multimillonaria” y exteriorizó una franca amargura ante la supuesta renuncia de los Estados Unidos y otras naciones del hemisferio occidental a pronunciarse en contra de lo que con claridad denominó una “invasión”.26 Asimismo, La República difundió noticias de la agencia TASS (Moscú) en las que se indicaba que la prensa soviética afirmaba que Guate- mala había sido atacada por “bandas reclutadas y armadas con dinero nor- teamericano”.27 En ese mismo nivel, este diario reprodujo informaciones venidas de Tokio, afirmando que “la invasión de Guatemala” estaba “en- cabezada por un agente de la United Fruit Company” y que su objetivo era “derrotar al gobierno democrático de Guatemala”.28 La República también difundió anuncios de Arbenz en los que hablaba de que “el ejército invasor” estaba “integrado por nacionales nicaragüenses, hondureños, dominicanos y de otras nacionalidades”.29 En esa lucha por la información, a medida de que se volvía evidente la intromisión de los Estados Unidos en Guatemala, los diarios costarricenses comenzaron a difundir noticias que se referían a las posibles consecuencias en Latinoamérica de aquella invasión. El 23 de junio, La Nación imprimió la resolución de la Cámara de Diputados de Uruguay en la que manifestaban su solidaridad con el gobierno de Arbenz. En esa misma nota se señaló que en Buenos Aires se habían congregado “unos trescientos estudiantes argen- tinos… frente a la Embajada de Guatemala gritando: ‘Guatemala sí – yan- quis No’”.30 El mismo día, La República indicaba que en New York se informaba que: “como una ola azotada por un vendaval van creciendo los sentimientos anti-norteamericanos en muchos sectores de la América Lati- na”.31 Un día después, La Nación señalaba que los estudiantes de la Escuela 26 “Rusia atribuye a Estados Unidos revolución en Guatemala”, La República, 20 de junio de 1954, p. 2. 27 Ibidem. 28 “Rebeldes guatemaltecos organizaron gobierno”, La República, 22 de junio de 1954, p. 1. 29 “Arbenz hizo un llamado a obreros y agricultores”, La República, 20 de junio de 1954, p. 20. 30 “Graves repercusiones de la invasión a Guatemala en la opinión pública”, La Nación, 23 de junio de 1954, p. 11. 31 “Esperase en Guatemala una batalla decisiva”, La República, 23 de junio de 1954, p. 1. 160 Revista de Historia de América Núm. 149 julio-diciembre 2013 de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad Nacional Autónoma de México habían celebrado un mitin para apoyar “al gobierno y al pueblo de Guatemala” y para denunciar la acción contra ese país.32 Ya el 29 de junio, se anunció en Costa Rica la caída de Arbenz.33 ¿Qué se había dicho sobre el papel de Costa Rica y los costarricenses en el con- flicto que llevó a esa caída? El Ministro de Relaciones Exteriores de Costa Rica emitió un boletín que se publicó a inicios de junio de 1954. El texto decía: La situación general de Centroamérica y en especial los síntomas de la exis- tencia de una peligrosa infiltración comunista en estos países del Istmo, vie- nen preocupando desde hace bastante tiempo al Gobierno de la República… En vista del actual estado de cosas, el Presidente y la Cancillería, considera- ron conveniente iniciar un cambio de impresiones con algunos de los Gobier- nos vecinos… Con el fin de realizar un más íntimo contacto y convenir la línea de acción conjunta que nuestros países pudieran poner en ejecución, la semana pasada esta Cancillería y en nombre del Presidente Figueres, instó al Presidente Remón de la hermana República de Panamá para que enviara a esta capital a un Delegado personal suyo, con quien llevar a cabo el trato di- recto que se considera indispensable en este caso.34 El plan de Figueres consistía en realizar una reunión en Costa Rica, con los gobiernos de El Salvador y Panamá, pero no logró hacerlo.35 ¿Qué pre- tendía? No está claro, pero una información venida del Diario La Mañana de Montevideo y reproducida en La República ofrece una posible respuesta. En ese artículo, se presenta un elogio a Costa Rica y una comparación con Guatemala en un intento por dar crédito a la primera en su “lucha” contra la UFCO y en dejar en entredicho a la segunda. Afirmaba el artículo: El gobierno insospechablemente democrático de Costa Rica, cuyas tendencias socialistas y avanzadas han sido objeto de los más elogiosos juicios, incluso en tribunas de definida orientación izquierdista, ha juzgado necesario lanzar su voz de advertencia a los pueblos de América acerca de lo que está ocu- rriendo en Guatemala. Costa Rica, preciso es recordarlo, ha sido considerada siempre como la ‘Suiza Centroamericana’. Tiene una larga tradición de normalidad política y 32 “Habla Castillo Armas”, La Nación, 24 de junio de 1954, p. 21. 33 “Amnistía General en Guatemala”, La República, 29 de junio de 1954, p. 2; “Apoyo del comunismo costarricense al régimen guatemalteco”, La Nación, 29 de junio de 1954, p. 10. 34 “Costa Rica frente al caso Guatemalteco”, La República, 4 de junio de 1954, p. 16. 35 “Reunión para solucionar problemas centroamericanos”, La República, 10 de junio de 1954, p. 1. 161 David Díaz Arias y Alexia Ugalde Ecos de un golpe en “la nación modelo… un elevado nivel de cultura cívica. Al revés de otras repúblicas de aquella zo- na, cuenta con una población casi totalmente blanca y con muy altos índices de alfabetización. Su actual gobierno encabezado por la austera personalidad del Dr. Figueres, es tal vez en toda América el que cuente con más amplio apoyo popular y está abocado a una obra trascendental de reformas económi- cas y sociales, que se consideran entre los más interesantes experimentos de ese tipo realizados en el mundo en nuestra época. Costa Rica y su actual gobierno han tenido en varias ocasiones, serios pro- blemas con la ‘United Fruit’, consorcio de capitales estadounidenses que mo- nopoliza o poco menos el comercio de frutas de América Central. No pueden ignorar, por cierto, la presión económica que esa compañía ejerce y el obs- táculo que sus intereses representan para la evolución y progreso de aquellos países. Pero ni el gobierno ni la opinión pública costarricenses se dejan encegue- cer por ese aspecto primario del problema, hasta el punto de justificar —como alguien intenta hacerlo desde aquí— la orientación pro rusa en lo ex- terior y el terrorismo político en lo interno, que han llegado a caracterizar al régimen de Arbenz en Guatemala. Costa Rica ha luchado de frente contra la ‘United Fruit’, sosteniendo sus derechos con rectitud y energía, gracias a lo cual ha logrado mejorar sensi- blemente la situación de sus productos frutícolas. Guatemala en cambio, pretende presentar esa lucha como excusa de su en- trega al totalitarismo rojo y de su traición a la causa de la solidaridad conti- nental.36 Como se ve, Figueres pretendía llamar la atención sobre lo que se avecinaba en Guatemala. ¿Por qué se introducía esta distinción entre una y otra república? El contexto era el mismo descrito más atrás: Figueres había enfrentado a la UFCO en su intento porque pagara impuestos y a Washington en su intento por aislar a Arbenz. De ahí que la preocupación de Figueres sobre lo que ocurría en Guatemala le atañía directamente, porque el cues- tionamiento a Arbenz podía servir de instrumento para cuestionar al mismo Figueres. Por eso, la negociación que Figueres realizó con la UFCO fue ma- tizada directamente por la amenaza de invasión en Guatemala y, por eso también, la forma en que la información venida desde Uruguay legitimaba al gobierno de Figueres, insistía en las diferencias entre Costa Rica y Gua- temala. Tal cosa queda clara en una información venida de El Tiempo de Bogotá que también publicó La República a inicios de junio de 1954 y que señalaba: 36 “Costa Rica frente al caso guatemalteco”, La República, 4 de junio de 1954, p. 16. 162 Revista de Historia de América Núm. 149 julio-diciembre 2013 Costa Rica que tiene parte de sus tierras dedicadas al cultivo del banano y, por consiguiente, cuenta con la presencia de la United Fruit Company en esas zonas de su territorio, acaba de firmar un acuerdo con la poderosa compañía norteamericana, a cuyo amparo las dos partes establecen un “nuevo trato”. Desde luego, los problemas bananeros de Costa Rica no alcanzan la magnitud del que se registra en otros países centroamericanos. Además, el proceso de explotación bananera se ha ajustado, en aquel país, a términos bilaterales y no al sistema de las concesiones otorgadas por dictadores desaparecidos… Noso- tros celebramos este afortunado acuerdo, que ojalá sirva de ejemplo al desa- rrollo de las relaciones económicas interamericanas.37 La situación en Guatemala sirvió para exaltar a Costa Rica y, especial- mente, para legitimar a Figueres. En un discurso pronunciado por el senador Marcial Mora Miranda, figura destacada del partido radical de Chile, se hablaba de Costa Rica como “modelo de democracias progresistas en Amé- rica” y se enfatizaba la figura de Figueres como la cabeza de esa democracia progresista: “Gobernada por el ilustre Presidente José Figueres, no ha podi- do mantenerse al margen de los hechos que conmueven a América Central; pero qué diferencia entre la mesura y la serenidad de la actitud costarricense y los alardes provocativos de los dictadores que rodean a Guatemala”.38 Incluso, hasta el mismo Castillo Armas contribuyó en ese empeño por resal- tar a Costa Rica, al apuntar en un artículo que circuló La Nación: “Mi salu- do más cordial para el pueblo hermano de Costa Rica, la nación modelo en Centroamérica cuya cultura y cuyas libertades aspiramos a emular para glo- ria de Guatemala”.39 Lo que estaba detrás de aquel intento de legitimación latinoamericano del gobierno de Figueres, era justamente evitar un golpe similar al guate- malteco pero en Costa Rica. Efectivamente, tal cosa era una posibilidad latente. Así, en una especie de acto de intimidación, La Nación informó entonces que la invasión de Castillo Armas a Guatemala incluía la colabora- ción de 250 costarricenses que incluían a reconocidos calderonistas.40 La información, consignada ya por Kirk S. Bowman, apareció el 20 de junio de 1954 e indicaba que un tal W. Chacón de El Salvador reportaba que: “Va- rios costarricenses confirmaron aquí a este corresponsal que son muchos los ticos que combaten en este momento en territorio guatemalteco al lado del coronel Castillo Armas. Sólo los nombres de un señor Ross y de otro de 37 “Ojalá sirva de ejemplo al continente el arreglo entre Costa Rica y la United”, La Repú- blica, 13 de junio de 1954, p. 7. 38 “Senador chileno analiza actitud de Costa Rica en la política centroamericana”, La Repú- blica, 16 de junio de 1954, p. 8. 39 “Por la Patria y la Religión “, La Nación, 9 de junio de 1954, p. 1. 40 Bowman, “¿Fue el compromiso y consenso de las élites lo que llevó a la consolidación democrática en Costa Rica? Evidencia de la década de 1950”, p. 104. 163 David Díaz Arias y Alexia Ugalde Ecos de un golpe en “la nación modelo… apellido Fournier fueron revelados, pues se mantienen en secreto todos los movimientos”.41 No obstante, en la misma información se indicaba que: Tal informe carece de fundamento. Realmente entre el reducido número de ti- cos residentes en Tegucigalpa y los elementos que componen el Estado Ma- yor de Castillo Armas ha existido amistosa relación en los últimos meses, pero desde que se inició la lucha armada, ninguno de los costarricenses resi- dentes aquí se ha ausentado de la ciudad, ni ha hecho abandono de sus tareas habituales.42 En ese contexto, un avión voló sobre San José y dejó caer hojas sueltas con ataques contra Figueres y el venezolano don Rómulo Betancourt.43 Co- mo apoyo al presidente costarricense, se organizó en San José una marcha de estudiantes universitarios y de secundaria que pretendían protestar por la violación al territorio nacional de aquel avión.44 La Nación entendió cualquier apoyo al régimen guatemalteco de parte de costarricenses, como alentado por el periódico comunista costarricense Adelante.45 La situación era preocupante. En diciembre de 1948 varios calderonistas, perdedores de la guerra civil de aquel año, invadieron Costa Rica pero no tuvieron éxito porque el gobierno de la Junta Fundadora de la Segunda República invocó el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca de la Organización de Estados Americanos (OEA) y pidió al Consejo de la OEA llamar a una sesión de consulta. La OEA envío una comisión a inspeccionar la situación en Costa Rica.46 Durante las siguientes semanas las fuerzas militares de la Junta lucharon contra los calderonistas hasta que los in- vasores abandonaron el país y se replegaron hacia Nicaragua.47 Mientras tanto, la comisión enviada por la OEA informó que la invasión calderonista había sido organizada principalmente en Nicaragua, aunque no encontró pruebas de la colaboración de Somoza más allá de algún consejo técnico. Este informe también llamó la atención al hecho de que la Legión Caribe 41 “Sensacionales informes de Guatemala”, La Nación, 20 de junio de 1954, p. 48. 42 Ibidem. 43 Bowman, “¿Fue el compromiso y consenso de las élites lo que llevó a la consolidación democrática en Costa Rica? Evidencia de la década de 1950”. 44 “Manifestación de estudiantes en apoyo de Guatemala”, La Nación, 23 de junio de 1954, p. 5. 45 “Apoyo del comunismo costarricense al régimen guatemalteco”, La Nación, 29 de junio de 1954, p. 39. 46 Ameringer, Don Pepe: A Political Biography of José Figueres of Costa Rica, p. 81. 47 Obregón Loría, Rafael, Hechos militares y políticos, Heredia, Costa Rica, Museo Históri- co Cultural Juan Santamaría, pp. 345-347, 1981. 164 Revista de Historia de América Núm. 149 julio-diciembre 2013 todavía operaba en Costa Rica y planeaba derrocar “ciertos gobiernos” del área entre los que se encontraba el de Somoza.48 En julio de 1954, Fernando Castro Cervantes, quien disputó las elec- ciones de 1953 contra Figueres, mencionó la posibilidad de que una nueva guerra civil podía estallar en Costa Rica y, al mismo tiempo, se declaró enemigo de Figueres. Ese mismo mes, 15 hombres se alzaron en armas en Sarapiquí (cerca de la costa Caribe de Costa Rica), declarando que su re- vuelta era exclusivamente en contra de Figueres.49 Ese movimiento pronto fracasó, pero su sola aparición era una prueba de que una acción militar en contra del gobierno de Figueres se podía producir en cualquier momento. En noviembre de 1954, Castro Cervantes se reunió con Rafael Ángel Calderón Guardia en México y con Otilio Ulate y anunció que todos eran ahora aliados.50 Los nuevos compañeros sabían que necesitaban algo similar al golpe de Estado de Castillo Armas para deshacerse de Figueres. Para hacerlo, contaban con la cooperación de Somoza quien había acusado a Figueres de haber participado en el plan que intentó asesinarlo en abril de 1954.51 Así, Somoza permitió a una fuerza de cerca de 300 calderonistas entrenar en Nicaragua para preparar su ataque a Costa Rica.52 De acuerdo con el investigador Miguel Acuña, la CIA dio apoyo logístico a las fuerzas calderonistas al tiempo en que el embajador estadounidense en Managua, Thomas Whelan, participó como mediador entre las fuerzas de Calderón Guardia y Washington.53 El 11 de enero de 1955, un grupo de calderonistas se apoderaron de Ciudad Quesada, mientras que otro grupo que se había denominado el “Auténtico Ejército Revolucionario Anticomunista” tomó La Cruz, todo en la zona norte de Costa Rica. Esa fuerza estaba bajo las órdenes de Teodoro Picado, el primogénito del ex presidente Picado contra quien Figueres se levantó en 1948. Pero esta invasión fue resuelta por medi- os diplomáticos porque Figueres pidió, otra vez, al Consejo de la OEA tomar 48 Ameringer, Don Pepe: A Political Biography of José Figueres of Costa Rica, p. 82. 49 Solís, La institucionalidad ajena, p. 495. 50 Bowman, Kirk, “The First Figueres Presidency”, en Palmer, Steven e Iván Molina, The Costa Rican Reader: History, Culture, Politics, Duke Press University, p. 179, 2004. Cal- derón Guardia fue presidente de Costa Rica de 1940 a 1944 y disputó las elecciones de 1948 contra Ulate. Después de la guerra civil de 1948 fue expulsado de Costa Rica e in- tentó una invasión en diciembre de 1948 pero sin éxito. 51 Oficial, Nota de la Cancillería de Nicaragua a la de Costa Rica, con motivo del atentado contra el señor presidente de Nicaragua, General Anastasio Somoza, Managua, Nicara- gua, 1954. Agradecemos este documento a Iván Molina Jiménez. 52 Ameringer, Don Pepe: a Political Biography of José Figueres of Costa Rica, pp. 119- 120; Acuña, Miguel, El 55, San José, Costa Rica, Librería Lehmann, pp. 17-20, 1977. 53 Acuña, El 55, p. 35. 165 David Díaz Arias y Alexia Ugalde Ecos de un golpe en “la nación modelo… medidas en contra de la agresión con base en el Tratado de Río. Así, el Con- sejo de la OEA salvó al gobierno de Figueres.54 Lo más interesante para lo que nos ocupa, sin embargo, fue la conexión que se hizo entre aquella invasión y Guatemala. Ya en diciembre de 1954 La República reprodujo un artículo venido desde Uruguay que indicaba: Hoy esos tiranos, alentados por el caso de Guatemala, que incorpora a otra dictadura más al block totalitario del continente y por la acogida cordial y la ayuda que esos regímenes han recibido y reciben de las grandes democracias, han reorganizado una fuerza más vasta, mercenaria y poderosamente armada para intentar el asalto final contra Costa Rica, contra la única y verdadera de- mocracia que existe en Centroamérica y una de las muy pocas que quedan en el continente.55 Ya en el contexto de la invasión de 1955, La República indicó que co- rrían rumores de que “varios pilotos norteamericanos que estuvieron a las órdenes de Castillo Armas durante la revolución de Guatemala, prestan ahora servicios a los invasores”. Asimismo, ese diario comentó que “la in- vasión hasta ahora se asemeja a las fases iniciales de la revolución de Gua- temala en junio pasado” y que “una excepción importante en esta comparación es que los invasores de Costa Rica no cuentan con apoyo pú- blico a no ser de elementos relativamente pequeños, descontentos con el régimen liberal de Figueres”.56 Las informaciones que se publicaron después de la invasión tendieron a conectarla con Guatemala. La Nación indicó a finales de enero de 1955 que el director de comunicaciones, Guillermo Salazar, había informado a Inter- national News Service que Ramón Carvajal, uno de los invasores capturados en La Cruz, “había confesado haber sido entrenado en Chiquimula, Guate- mala, junto con otros 300 afectivos de varias naciones”.57 Al respecto, el señor Alberto Molina Menocal, encargado de negocios de Guatemala en Costa Rica, emitió un boletín en que: La Embajada de Guatemala deplora la mención de su país, en declaraciones de prisioneros que, crédulos o taimados, hacen el juego en estos momentos de lamentable tragedia, a los enemigos del pueblo guatemalteco, a los comunis- tas criollos y extranjeros, desplazados del poder público por el Coronel Casti- 54 Acuña, El 55, pp. 139-147; Longley, The Sparrow and the Hawk: Costa Rica and the United States during the rise of José Figueres, pp. 142-152. 55 “Los pueblos de América deben salvar la independencia y prestigio de CR”, La Repúbli- ca, 19 diciembre de 1954, p 77. 56 “Los invasores de Costa Rica no cuentan con apoyo público”, La República, 13 de enero de 1955, p. 2. 57 La Nación, “Guatemala implicada en la invasión”, 22 de enero de 1955, p. 1. 166 Revista de Historia de América Núm. 149 julio-diciembre 2013 llo Armas y sus aguerridas huestes rescatadoras… La mención de Guatemala involucrándola en aventuras absurdas, en las cuales ninguna inculpación le corresponde, es un accidente de la lucha reaccionaria de los marxistas despla- zados, contra su régimen actual, absolutamente anticomunista… El señor de la República, Coronel Carlos Castillo Armas, ha declarado enfáticamente en reiteradas oportunidades —y ahora esta Embajada con sus expresas instruc- ciones lo ratifica—, que SU GOBIERNO OBSERVA NEUTRALIDAD AB- SOLUTA EN LOS ASUNTOS INTERNOS DE OTROS PAÍSES, CON APEGO ESTRECHO A SUS POSTULADOS DEMORÁTICOS DE NO IN- TROMISIÓN.58 No obstante, los testimonios de varios participantes de la invasión insis- tieron en conectar su proyecto con la Guatemala de Castillo Armas. Así, en su testimonio, Luis Castro Rodríguez expresó que: “Los Jefes comentaban entre los reclutados que el dinero para la compra de armas, parque, equipo y todo era proporcionado por los Gobiernos de Venezuela y de Guatemala, pero que en el fondo eran los propios Estados Unidos los que movían todo por mano de Tacho, lo que hacían con el propósito de levantar el ánimo de los que desconfiaban”.59 Igualmente, en su testimonio, Rafael Ángel Aguilar Alvarado precisó que: “En cuanto a ayuda económica oí decir que era de Venezuela, República Dominicana, Guatemala y Honduras, también nos indicaron que en caso de caer prisioneros nunca dijéramos que habíamos sido entrenados en Nicaragua sino en Chiquimula, y que al entrar a Costa Rica habíamos sido embarcados en San José de Guatemala y desembarcados en Puerto Soley de Costa Rica…”.60 Finalmente, en su testimonio, el hon- dureño Esteban Papp Sánchez dijo: “En Tegucigalpa permanecí por espacio de mes y medio buscando trabajo y siéndome imposible encontrarlo, encon- tré a un amigo, quien peleó con Castillo Armas, él sabía de este movimiento y me propuso que me enrolara, debo aclarar que ese muchacho se llama José Eduardo Santiesteban, quien es hondureño”.61 Es necesaria una investigación mayor sobre la relación entre la invasión calderonista de 1955 y el gobierno de Guatemala. No obstante, la evidencia que se ha indicado admite ese vínculo con fuerza. Más interesante, a pesar de eso, fue que el contexto abierto por el golpe de Estado a Jacobo Arbenz en junio de 1954 legitimó muchos de los discursos que se enfrentaban al gobierno de Figueres. Afortunadamente para Figueres, toda la campaña 58 “Neutralidad absoluta observa el gobierno de Guatemala en la política de otros países”, La Nación, 25 de enero de 1955, p. 27. El resaltado en mayúscula es del original. 59 “Como fui entrenado para la invasión”, La República, 30 de enero de 1955, p. 4. 60 “Prisioneros hacen revelaciones sobre la forma en que se preparó y ejecutó movimiento revolucionario”, La Nación, 1 de febrero de 1955, p. 10. 61 Ibidem. 167 David Díaz Arias y Alexia Ugalde Ecos de un golpe en “la nación modelo… latinoamericana que se manifestó en contra de las acciones de la CIA en Guatemala también sirvió para apoyarlo en su lucha contra sus enemigos y quienes lo descalificaban. Así, la prensa costarricense que apoyó el golpe contra Arbenz y estaba en contra de Figueres, no logró desestabilizar su gobierno, ni tampoco contaba con las herramientas para hacerlo. Una vez que se dio la invasión de 1955, Figueres contaba con todo el apoyo de la OEA y con un apoyo interno basado en lo que los costarricenses habían visto que había ocurrido en Guatemala en 1954. Así, si bien Arbenz cayó en Gua- temala, su caída, al tiempo en que alentó a los grupos contrarios a Figueres, dio las armas al presidente costarricense para defenderse internacionalmente y la legitimidad para reclamarse como un demócrata apoyado por otros paí- ses latinoamericanos. En conclusión, algunas de las noticias del golpe contra Arbenz que circu- laron en algunos de los más importantes diarios costarricenses en junio de 1954, tendieron a reproducir el discurso que asoció a Guatemala con la Unión Soviética y a Castillo Armas como un héroe y un patriota que libera- ba a su patria. Ese discurso, alentado por el clima de Guerra fría, sirvió tanto a los golpistas como a la CIA que los alentaba y se difundió con ganas por Costa Rica. No obstante, hubo un intento de enfrentar ese discurso por parte del diario La República, que, siendo muy cercano al presidente José Figue- res, entendió con claridad que los recursos utilizados por la prensa anti- Arbenz podrían eventualmente ser usados contra Figueres y sus intentos de reforma y de enfrentamiento con Washington por la situación en Guatemala. Y, en efecto, los enemigos de Figueres aprovecharon el espacio abierto por el golpe contra Arbenz para intentar enfrentarlo. Finalmente, empero, la misma institucionalidad generada por la Guerra fría sirvió para que Figueres enfrentara la invasión de 1955. Bibliografía Aguilar Bulgarelli, Oscar, Costa Rica y sus hechos políticos de 1948. Pro- blemática de una década, San José, Costa Rica, Editorial Costa Rica, 1978. Ameringer, Charles D., Don Pepe: A Political Biography of José Figueres of Costa Rica, Albuquerque, University of New Mexico Press, 1978. Argüello, Rosendo, Quiénes y cómo nos traicionaron, México, 1954. Bell, John Patrick, Crisis in Costa Rica: the Revolution of 1948, Austin, University of Texas Press, 1971. Bowman, Kirk S., “¿Fue el compromiso y consenso de las élites lo que llevó a la consolidación democrática en Costa Rica? Evidencia de la década de 1950”, Revista de Historia, núm. 41, enero-junio, Costa Rica, pp. 91- 127, 2000. 168 Revista de Historia de América Núm. 149 julio-diciembre 2013 Bowman, Kirk, “The First Figueres Presidency”, en Palmer, Steven e Iván Molina, The Costa Rican Reader: History, Culture, Politics, Duke Press University, pp. 175-182, 2004. González Ortega, Alfonso, Mujeres y hombres de la posguerra costarri- cense (1950-1960), San José, Costa Rica, Editorial de la Universidad de Costa Rica, 2005. Hendershot, Cynthia, Anti-Communism and Popular Culture in Mid- Century America, Jefferson, N.C., McFarland, 2003. Longley, Kyle, The Sparrow and the Hawk: Costa Rica and the United States during the Rise of José Figueres, Tuscaloosa, University of Ala- bama Press, 1997. Obregón Loría, Rafael, Hechos militares y políticos, Museo Histórico Cul- tural Juan Santamaría, Heredia, Costa Rica, 1981. Oficial, Nota de la Cancillería de Nicaragua a la de Costa Rica, con motivo del atentado contra el señor presidente de Nicaragua, General Anasta- sio Somoza, Managua, Nicaragua, 1954. Solís, Manuel, La institucionalidad ajena. Los años cuarenta y el fin de siglo, Costa Rica, Editorial de la Universidad de Costa Rica, San José, 2006. 169