La investigación del doctor Alejandro
Bolaños Geyer sobre William Walker constituye
una experiencia excepcional en varios sentidos:
primero, por las condiciones en que se generó.
Según el propio autor, fue en 1971 cuando, tras
leer la versión española de La guerra en Nicaragua
(en la traducción de Ricardo Fernández
Guardia)1, empezó a interesarse por la figura de
Walker. En esa época, Bolaños Geyer, quien se
había graduado de médico en Estados Unidos,
tenía 47 años. A partir de entonces, Walker se
convirtió en el único “paciente” del autor, al
cual le dedicaría buena parte de su vida futura.